Romero, Bergoglio y los obreros de Tabacal


Desde el inicio del conflicto en el Ingenio Tabacal, el Partido Obrero señaló que éste era un caso testigo, en el que se ponía en juego la capacidad de los capitalistas y su régimen político para imponer una caída plena del costo laboral y la capacidad de la clase trabajadora para impedirlo.


 


Tabacal, la industria más importante de la provincia, reactivada con producción diversificada (azúcar, bioetanol y energía eléctrica), encabeza la tentativa de extender todo un modelo de negocios en el norte de Salta, asociados a las modificaciones que acaba de  prometer Urtubey ante los hombres de la Rural  salteña: ampliación del derecho de propiedad de la tierra para extranjeros, modificación de la ley nacional y local de bosques y un reordenamiento territorial que incorpore 5.000.000 hectáreas a la producción ganadera con nuevas tecnologías, en áreas hasta hoy vedadas para ese fin. En esa línea, la empresa anunció la ampliación de la producción de bioetanol y la próxima elaboración de biodiesel a base de maíz, con lo que además de combustible se elaborará un subproducto para alimentación de la ganadería.


 


Alarma patronal


 


Al día siguiente de que se levantara el conflicto, el editorial del diario con mayor tirada en Salta, El Tribuno, propiedad de los Romero, reflejó el estado de alerta de toda la burguesía sobre el peligro de que los negocios millonarios, que giran en torno de Tabacal, pudieran ser abortados por la lucha obrera. De esos negocios son parte Macri padre e hijo, el propio Romero y el Banco Macro, que es propietario del Frigorífico Bermejo, el más grande de la provincia.


 


El editorial plantea que, en caso de seguir existiendo enfrentamientos entre la empresa y el pueblo, no tardarían en aparecer los planteos de “intervención -cooperativización”. No es para menos; cada gran conflicto con la norteamericana Seaboard ha puesto  de manifiesto el  divorcio entre el interés general de los trabajadores de la zona y los de la empresa.


 


En 1996, Seabord accedió a la propiedad del ingenio con una inversión menor, ya que el Estado provincial y el nacional eran los acreedores del 80% de las deudas del quebrado ingenio de Patrón Costas. El Estado renunció a cobrar sus deudas a favor de los yanquis. En ese momento había 2.600 trabajadores en convenio y 2.000 por fuera del mismo.


 


El sindicato señaló que en los primeros cinco años se despidieron 1.000 trabajadores de convenio y 600 fuera de convenio con sólo el 45% de la indemnización. En fábrica y en el campo empezó a proliferar la subcontratación con salarios y derechos inferiores. Hoy en Tabacal trabajan sólo 1.543 trabajadores, de los cuales  1.300 son temporarios. Cuando la zafra termina sólo quedan entre 300 y  350.


 


Orán era conocido por su producción de citrus y hortalizas (cultivos que utilizaban masiva mano de obra) pero Seaboard ha venido comprando y arrendando esas tierras, reemplazando todo por el monocultivo y destruyendo miles de puestos de trabajo. Es decir que la empresa “modelo” de Urtubey, Romero, Macri y compañía, es un factor de empobrecimiento para el pueblo de Orán.  


 


Un hombre de Francisco contra la clase obrera


 


Los que en este país ponen las fichas en una alianza política bendecida por el Papa, que integre a las organizaciones sociales e incluso a una parte de la izquierda (Movimiento Evita, CCC, Barrios de Pie), deberían entender que cuando Bergoglio convoca a “hacer lío” no busca enfrentar al capitalismo en descomposición, sino todo lo contrario: busca poner a la Iglesia como barrera asistencial de contención frente al aumento de la pobreza y el germen de rebelión social que eso acarrea.


 


Es esto lo que explica que el obispo de Orán, un “hombre de Francisco”, pusiera toda su energía en repudiar los “violentos” piquetes obreros, mientras guardó un silencio sepulcral ante la represión con balas de goma y de plomo de la gendarmería y la policía provincial. La Iglesia dejó tan expuesta su impronta contra los trabajadores que fue necesaria una gran campaña mediática para reconstituir la figura de un obispo repudiado por un pueblo ultra católico, en las vísperas de sus fiestas patronales.


 


En definitiva, la forma descarnada en que los intendentes, diputados, concejales, iglesia católica y el propio Estado en todas sus instituciones bancaron a la empresa, expuso con total claridad la verdadera grieta que separa al pueblo, no sólo de Seaboard, sino de todo régimen oligárquico que ha gobernado desde siempre la provincia. Por eso planteamos la  necesidad de convocar a un congreso de trabajadores de la zona que pueda poner a debate esta cuestión de fondo. La gestión capitalista no puede  ofrecer una salida.


 


Sigamos discutiendo las conclusiones de esta lucha enorme para afianzar la necesidad de una alternativa política independiente de los trabajadores contra el ajuste capitalista que defienden todas las facciones burguesas y, por supuesto, la Iglesia católica.