Sindicales
19/12/1990|320
San Nicolás: Derrota en Somisa
Responsabilidad de la burocracia e IU
Seguir
Hace diez días, los trabajadores de Somisa votaron en un plebiscito a favor de la privatización en principio de la empresa. La moción de “negociar" (la privatización) con participación” se impuso ampliamente a la que planteaba “oponerse con movilización". Semejante resultado significa una incuestionable victoria política del gobierno "privatizador”, el cual se encuentra embarcado en un remate generalizado de empresas estatales y aun de caminos en beneficio de la banca acreedora, de los “capitanes de la industria” y de una fracción de la oligarquía agraria. Menem no demoró, como era de esperar, en referirse a lo ocurrido, y aprovechó para ello el especial marco político del congreso de la UOM. “La votación de Somisa, dijo, es la prueba cabal de que los trabajadores han comprendido antes que nadie nuestra política"
Luego de la traición a la huelga telefónica de parte de la burocracia ubaldinista, el resultado de la votación de Somisa constituye otro golpe que se propina contra la resistencia de conjunto de los trabajadores a la política hambrea dora del gobierno.
¿Cómo es posible, sin embargo, que una mayoría neta de trabajadores apoye una política que implica despidos masivos y el reforzamiento de la explotación? La respuesta es que han sido llevados a una encerrona política por parte de la burocracia sindical, de un lado, y la Izquierda Unida, del otro.
La burocracia sindical
La burocracia sindical de la UOM de San Nicolás, caracterizada durante largos años por los partidos de IU como "progresista", se dirigió a los trabajadores con un planteo francamente cínico y completamente mentiroso, que asegura que la privatización de Somisa es compatible con el mantenimiento del actual nivel de ocupación laboral. Los trabajadores debían entonces optar entre un remozamiento económico y financiero de Somisa, aportado por capitales privados, que no afectaría el empleo, de un lado, y el estancamiento económico de la empresa, en los marcos estatales, la caída de la producción y la consecuencia inevitable de los despidos, del otro. De esta manera, la posibilidad de mantener el trabajo pasaba por una privatización que, claro está, no debía dejarse a la buena de dios sino que debía ser negociada por el sindicato.
La consigna de la "negociación con participación” es la línea común que han adoptado los sectores ubaldinistas y la fracción de De Gennaro del movimiento sindical, estableciendo de este modo su apoyo a las privatizaciones. El slogan que reclamaba un “Estado fuerte”, que supuestamente iba dirigido contra las privatizaciones, reveló con mucha rapidez su naturaleza reaccionaria, toda vez que la "fortaleza” del Estado capitalista pasa hoy por el apoyo político a la política menemista.
En todos los planteos de privatización de Somisa, desde Martínez de Hoz y Alfonsín, se contempla una fuerte reducción del plantel de trabajadores para aumentar la productividad de la empresa. Esta vía para incrementar los beneficios y la posibilidad de aplicar la capitalización de la deuda externa, son los dos ejes de cualquier privatización. Los intentos de Alfonsín de desconocer algunos de estos dos mecanismos de incremento de los beneficios capitalistas, llevaron al fracaso a la mayor parte de sus intentos privatizadores.
La propia crisis mundial fuerza a realizar una “dieta de personal” en las siderúrgicas, que se encuentran de un modo general con una capacidad de producción excesiva con relación a la demanda mundial. La extraordinaria caída de la producción mundial de automotores en los últimos dos meses, no ha hecho más que reforzar esta situación. El remate del patrimonio estatal a precio vil y la cesantía masiva son dos procedimientos inevitables de cualquier política que se limita a adecuar la economía nacional a las condiciones del mercado mundial.
“Somisa se muere si no consigue 400 millones de dólares ya y 800 para el decenio que comienza” —afirma el secretario general de la UOM de San Nicolás, para justificar su moción privatizadora. El burócrata pretende desconocer que el Estado pierde el doble de esas sumas mensualmente en concepto de evasión impositiva y previsional por parte de los capitalistas, o de que ese Estado ha pagado diez veces más que ese importe en los intereses de la deuda externa solo del año 1990. De otro lado, Brunelli pretende desconocer también que ningún capital extranjero aportará la suma que fuere en otra forma que no sea el canje de títulos de la deuda externa por australes. Por medio de este último procedimiento, el que pone el capital es el Estado, aunque quien se lo apropie será un capitalista privado. Los millones “que se necesiten” vendrán acompañados, además, de la exigencia de una “racionalización laboral". ¿O para qué quieren los capitalistas la “ley de empleo", la derogación de la de accidentes de trabajo, la “descentralización de los convenios” o la liquidación del sistema previsional?
La posición de Brunelli refleja la completa desmoralización de la burocracia sindical ante la ofensiva capitalista y una reorientación en la preservación de sus intereses, que empiezan a pasar por una integración con los grupos privatizadores. La burocracia es incapaz de ver y de plantear una lucha de conjunto contra el plan económico del gobierno, que tenga por objetivo la expropiación de los grandes pulpos y de la banca, la vigorosa centralización de los recursos nacionales, el control obrero y una planificación económica orientada, no en función de las tendencias disgrega-doras de la economía mundial capitalista, sino de las necesidades de las masas y de la industrialización.
Izquierda Unida
La totalidad de la prensa ha ignorado el hecho de que la iniciativa del plebiscito partió de Izquierda Unida y luego tomada al vuelo, como verdadero regalo, por la burocracia sindical. Los democratizantes de IU pretendían dar respuesta así a los anuncios de una privatización. Con el resultado adverso, IU ha ingresado a la galería de los que fueron derrotados en plebiscitos impulsados por ellos mismos. Es incuestionable que la consigna del plebiscito ha servido a la derrota política de los trabajadores que luchan.
El crimen político de IU fue haber, primero, sustituido el método de la deliberación por medio de asambleas, en torno a problemas concretos de las masas, por un procedimiento electorero y desmovilizador y, segundo, por haber sustituido el debate sobre temas concretos en forma de reivindicaciones por la opción abstracta y de principios acerca de la estatización o no estatización.
Considerada en abstracto, no existe en realidad ninguna diferencia de principios entre la estatización y la privatización, pues ambas son formas de la explotación capitalista de los trabajadores. La respuesta de los obreros debe ser concreta, es decir, reivindicativa, para derrotar la política capitalista de salarios, despidos y condiciones de trabajo. O los intentos capitalistas de modificar en su favor las relaciones de fuerza (privatizaciones, medidas antidemocráticas). Respuesta concreta, no papeleta vacía.
En el plebiscito, la moción de IU llamaba a defender una estatización burguesa (“Solidaridad Socialista" llama a Somisa “bastión del patrimonio nacional”) que el Estado que hubiera quedado encargado de garantizarla, la sabotea todos los días. Un voto de “oposición” a la privatización no significaba ninguna clase de salida para los trabajadores, esto porque no comprometía de ningún modo al Estado que tiene las palancas de las empresas estatales y de la economía pública. La moción de IU significaba un callejón sin salida para los trabajadores de Somisa; no una solución, sino una ficción de solución. ¡El Estado, por otro lado, no tomaba parte en el plebiscito, de modo que su resultado no lo comprometía! La estafa política no podía ser más grande. Aun así, el plebiscito podía tener un valor remoto pero positivo si hubiera estado asegurada la victoria de la moción anti-privatista, pero no había nada de esto. IU simplemente propuso un camino de derrota que la deja comprometida con la política de la burocracia sindical, precisamente porque fue IU la que impulsó el plebiscito.
IU no solamente propuso un plebiscito para apoyar una estatización burguesa a cargo de un Estado capitalista que tiene objetivos privatizadores, sino que también pretendía defender esta estatización a través de una burocracia sindical que se había pasado al campo del gobierno. IU no planteó en ningún momento la compatibilidad que existía entre la defensa de los intereses nacionales y de las masas y la dirección miguelo-ubaldinista de Brunelli. Si solamente se hubiera visto y planteado la cuestión de la dirección, habría quedado claro que ella solo podía ser resuelta en el marco de una asamblea general y de un plan de lucha, único ámbito para imponer una nueva dirección.
En el caso de Somisa IU ha llevado su política parlamentarista al extremo: en lugar de denunciar la vacuidad y el palabrerío de la institución parlamentaria y oponerle la acción de las masas como vía para la solución de los problemas populares, IU lleva los métodos parlamentaristas o electoreros al movimiento obrero en oposición a la tradición de acción y de lucha del proletariado.
¡No al engaño!
Luego del plebiscito, el Mas ha prendido disimular su política de derrota, asegurando que el plebiscito se limitó a un voto en contra de una salida inmediata a la lucha y hasta llega a decir que “se votó mayoritariamente postergar la lucha" (13/12). Como timbero que pierde la apuesta el Mas ya descuenta a favor las apuestas futuras. Pero cualquiera que sea el desarrollo futuro, lo que ha ocurrido ahora es una derrota de la resistencia obrera como consecuencia de la encerrona en que metieron a los trabajadores de Somisa, la burocracia e IU.
¡Algo parecido al Mas dice Brunelli! El dirigente de la UOM asegura sin pestañear que “lo que se votó es cómo enfrentar la privatización". Pero para Brunelli “enfrentar" quiere decir “encarar", porque “cuando nos digan”, le dice a Página 12, “Señores, esto se privatiza". “Bueno ¿de qué manera?, vamos a preguntar nosotros Brunelli e Izquierda Unida están embarcados en un mismo operativo: disimular sus políticas, las cuales han conducido a esta derrota en el plebiscito y han dejado sin política a los trabajadores frente a la privatización.
Es necesario comprender la política de derrota de la burocracia e IU para rearmar al activismo. Porque indudablemente la privatización de Somisa será un proceso de grandes choques, no solamente porque afectará a los trabajadores y a la ciudad, sino por las disputas que desatará entre los diferentes postores capitalistas y entre los comisionistas de las privatizaciones que están en el gobierno. En Brasil, por ejemplo, el gobierno tuvo que parar la privatización y los despidos en la siderúrgica de Volta Redonda (24.000 trabajadores), mientras tiene en el impasse la de Usiminas (empresa mixta) debido a los choques can los accionistas japoneses. Es necesario, en la preparación de la lucha, desenmascarar la encerrona de Brunelli e IU y, mediante la denuncia del fraude político que fue el plebiscito, señalar a los trabajadores que éste no obliga a los trabajadores a apoyar o respetar la política de la entrega capitalista; y que sigue en pie denunciar las privatizaciones confiscatorias, defender las conquistas laborales y preparar una acción de conjunto que ponga fin a la política hambreadora y abra el camino del gobierno de los trabajadores.