Sindicales

25/7/2017

Sobre las enseñanzas que deja la lucha de AGR


Cuando salís a luchar no sabés si vas a ganar, claro que si no das pelea, perdés por abandono, y si esa era una pelea importante, vas a estar toda la vida reprochándote no haberla dado, o imaginando cómo hubiera sido darla…


 


Cuando salís a pelear, ponés lo mejor de vos, tu inteligencia, tus fuerzas, tu valentía, tus esperanzas, tus convicciones y si te das un poquito de tiempo quizás llegás a darte cuenta que en esas peleas hay mucho en juego.


 


En AGR no defendimos solamente los puestos y las condiciones de trabajo. Defendimos el derecho de los trabajadores a organizarnos, a no conformarnos, a poner límites a los atropellos.


 


Fue una pelea larga, muy larga. Hace unos 17 años festejamos cuando Pablo quedó efectivo, luego cuando entró por primera vez a la comisión interna. Puteamos cuando militarizaron la fábrica en 2004 y echaron a 120 trabajadores, entre ellos a todos los delegados. Con los compañeros de Pompeya y Bajo Flores volanteamos desde afuera y llevamos la Prensa Obrera durante años, Cucho (que entonces tenía rulos) no me dejaría mentir. Volvimos a festejar 7 años después cuando, ya con 2 hijos, Pablo volvió a entrar a la planta luego de ganar un laaargo juicio. Recuerdo que en el acto con el que acompañamos su reingreso dije que no me alegraba que él volviera a trabajar turno noche e irme a dormir sola con mis niños, pero que sabía que Pablo adentro iba a pelear para ganar la interna y poner la organización gremial al servicio de de los trabajadores de AGR.


 


Adentro, entre otros compañeros, estaba el Gurí, listo para volver a intentar recuperar la interna de manos de la Verde, cuyos delegados habían salido en una cámara oculta usando sus fueros gremiales para negociar una jugosa “renuncia”. Por fin la Naranja ganó la Comisión Interna, y vinieron las asambleas, quites de colaboración, paros, eliminación de la semana desplazada, bonos de fin de año…. En esos años conocí a los compañeros que integraron la comisión interna, en general por sus apodos, varias veces me los crucé en casa terminando sus reuniones, pero recién con la ocupación de AGR los vi a todos juntos peleando para superar el yugo que pretenden imponernos a los trabajadores, y el Topo, el Perro, el Loqui, Marietán, el Gurí, el Chino, la Rana, Pipo, el Pola, el Colo, y tantos otros dejaron de ser apodos o apellidos, para ser compañeros poniendo lo mejor de sí por una causa que todos entendimos más grande que un reclamo puntual.


 


El 15 de enero de este año Pablo me dijo “me parece que mañana tomamos AGR”, yo lo abracé y como no sabía que decir, le dije “suerte”. A la mañana llevé a los chicos con los abuelos, pasé por mi sindicato y me fui a AGR con mi pechera y banderas de AGD y Conadu Histórica, cuyos demás integrantes irían llegando a lo largo del día, junto a decenas de militantes de diferentes organizaciones.


 


Al día siguiente reprimieron y al otro formamos la Comisión de Familiares. Y esa historia en estos meses la conté muchas veces.


 


Lo que quiero contar hoy es lo que me llevo de esta lucha, a pesar de que no logramos nuestro objetivo, que era la reinstalación. 


 


En estos meses aprendí mucho de la solidaridad, de la capacidad de unirnos, superando mil dificultades para apoyarnos y luchar. Vi a las mujeres de la Comisión malabareando con los chicos, como yo, para poder estar junto a sus compañeros; estuvimos juntas cortando la 25 de Mayo, bloqueando Zepita, en las vigilias contra el desalojo, en el acampe, en los festivales, en las marchas, en las actividades del fondo de lucha, vendiendo la Viva las luchas obreras. Entendí la importancia de la Comisión para superar la extorsión patronal que buscó ponernos en contra de nuestros compañeros, utilizando el miedo y la angustia que generan los despidos y la represión. 


 


Me queda un orgullo infinito por los compañeros que no aceptaron el avasallamiento de una de las empresas más grandes del país, llevado adelante con el apoyo de un gobierno rabiosamente antiobrero, y un orgullo infinito por las familias que apoyaron la lucha de principio a fin. Tengo también la convicción de que para nuestros hijos fue una gran enseñanza ver a sus padres y madres organizándose con sus compañeros, rechazando la injusticia y la discrecionalidad de los poderosos, desobedeciendo las reglas de un juego que se pretenden inamovibles, pero que nunca consentimos. 


 


En estos meses vi a militantes de distintas organizaciones hacer guardias durante horas, traer aportes para el fondo de lucha, movilizarse con nosotros. Vi en especial a mis compañeros del Partido y del Polo Obrero, que incluso venían desde Quilmes, La Plata, La Matanza a sostener las guardias y ponerse a disposición.


 


Me llevo el orgullo de ser parte de un pueblo y una clase trabajadora que tiene una tradición de lucha inmensa, que ha formado coordinadoras fabriles, ha protagonizado rebeliones, ha logrado que se juzgue a los genocidas, ha alumbrado un vigoroso movimiento de desocupados, ha denunciado en masivas movilizaciones la violencia contra las mujeres, ha recuperado sindicatos de mano de la burocracia y hoy se esfuerza en derrotar el ajuste y la represión. 


 


Me queda la convicción finalmente, de que los trabajadores tenemos que organizarnos para terminar con las miserias de este sistema y luchar para lograr que, como dice La Internacional, la Tierra sea el paraíso, la patria de la humanidad.