Sindicales

6/1/2017

Subte: “No queremos un nuevo Once en el subte”

Los operarios que pararon la línea C realizan una contundente denuncia de la crisis de seguridad en el subterráneo, que amenaza la vida de pasajeros y usuarios.

@tomaseps


En su edición de hoy, Clarín arremete desde la tapa contra el reciente paro de los trabajadores del subterráneo, al que califica de "insólito", en reclamo por condiciones de seguridad en la línea C. El diario, especializado vocero de los ataques del macrismo a los piquetes y otras medidas de fuerza de los trabajadores, se cuelga de declaraciones de dirigentes del gremio para reducir a una “discusión por los baños” el conflicto por una crisis de seguridad que amenaza la vida de trabajadores y usuarios. Basta recordar que el anterior paro del subte, hace apenas un mes, fue en respuesta a la muerte por electrocución del joven operario Matías Kruger –el quinto accidente fatal en los últimos seis años– y que Metrovías se niega a implementar un protocolo de seguridad.


Las razones del paro que tuvo lugar entre el miércoles y el jueves fueron claras. Los delegados y trabajadores del subte denunciaron la completa improvisación con la que Metrovías encaró las obras en la estación Constitución, a pesar de estar previstas desde hace un año.


 



 


Como señala el delegado Christian Paletti en el video que acompaña esta nota, la colocación de San Juan como cabecera provisoria de la línea no cumple con los requisitos mínimos de seguridad: cuenta con una sola salida al exterior para los 360 mil pasajeros diarios (Constitución tiene ocho); no hay planes de evacuación ni salidas de emergencia; se ha montado un andén de madera sobre las vías que no cuenta con tratamiento ignífugo y la catenaria (el cable eléctrico de 1500 voltios que alimenta de electricidad a las formaciones) se encuentra a solo 80 centímetros de las cabezas de los usuarios. Por la inadecuación del taller de mantenimiento que se utilizaría de forma provisoria, hace cuatro días que no se realiza mantenimiento de formaciones, pese a lo cual Metrovías hace circular los trenes. “Hay un cuarto de dos por cinco para cuarenta trabajadores, están todos amontonados. Los baños químicos no tienen agua ni luz, tienen olores nauseabundos y derraman líquidos; son 170 trabajadores en la línea”, denuncia Paletti. En la estación San Juan los trenes entran a cabecera de a uno, multiplicando así el abarrotamiento de los pasajeros. Que la empresa, finalmente, haya accedido a buena parte de los "insólitos" reclamos de los trabajadores confirman sus fundadas razones.


Lo ocurrido en la línea C se integra una verdadera "crisis de seguridad" que atraviesa al subte, algo de lo que que tan livianamente se burla Clarín. Si Rodríguez Larreta acaba de "desmentir" un nuevo aumento del boleto –de $7.50 a $10–, en el marco de un tarifazo en los peajes y parquímetros, se debe al telón de fondo de esta crisis, a la espera de que las aguas se calmen. 


Ayer mismo se sucedieron dos situaciones "insólitas" en el subte: la rotura de un cable de alta tensión 1500 volts en la línea D –podría haber sido una catástrofe– y fallas de las viejas formaciones general eléctrica de la E, con importantes demoras al borde de la paralización.  


Tapar el sol con las manos


Con sus ataques a las medidas de los trabajadores, el gobierno y Clarín pretenden ocultar una brutal crisis de seguridad. No sería la primera vez que la clase capitalista y sus gobiernos ignoran este tipo de denuncias, que podrían evitar resultados trágicos e incluso catastróficos. Fue lo que ocurrió con la masacre de Once y las denuncias del Partido Obrero, tras el asesinato de Mariano Ferreyra, sobre el vaciamiento criminal que se estaba operando en el ferrocarril a la vista de todos los funcionarios de la Secretaría de Transporte. 


Como sucedió con los concesionarios ferroviarios, Metrovías fue beneficiaria de jugosos subsidios durante la década kirchnerista y, luego del traspaso, del gobierno porteño, sin haber realizado las inversiones y adecuaciones que garanticen condiciones seguras para sus trabajadores y pasajeros. El Estado, por lo tanto, es cómplice de la crisis de seguridad en el subterráneo.


“No nos queremos morir en nuestro lugar de trabajo y no queremos que se produzca un nuevo Once en el subte”, sostiene Paletti sobre el final del video. La instauración de un protocolo y la organización de comisiones obreras de higiene y seguridad laboral constituyen una urgencia para la salud pública.


 


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