Sindicales
19/4/2018
Un balance del conflicto en la autopartista Stockl
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El cierre de la autopartista Stockl y la culminación de una lucha que duró más de dos meses, merece un balance que pueda servir a la vez para trasladar esta experiencia al conjunto de los trabajadores que se enfrentarán a nuevas luchas en este plan de guerra de Macri y los gobernadores que pretende barrer con todas las conquistas del movimiento obrero.
A mediados de 2017 y al calor de la lucha contra cuatro despidos en la fábrica, se comenzó a formar un reagrupamiento antiburocrático que le daba pelea a una patronal negrera y a una comisión interna totalmente funcional a ésta. La reincorporación de estos cuatro despedidos, que se logró gracias a una semana de paro, bloqueo y asamblea fue un soplo de aire fresco ante una burocracia que se escondía en sus cuartos ante cada reclamo. Es así como un grupo de trabajadores comenzó a organizarse para presentarse a las elecciones de la fábrica. La persecución patronal fue constante y la UOM Avellaneda intervino la fábrica para evitar que se presente esta nueva lista. Sin embargo, e intentos de cooptación mediante, esta lista se consagra ganadora por abandono de la lista burocrática. Apenas asumida esta nueva comisión, la patronal de Rodolfo Stockl desplegó todo un ataque en regla. Dejó de pagar quincenas y comenzó a correr el rumor, a través de los antiguos delegados, de que era necesario vender maquinaria para poder abonar esos salarios, lo que se traducía en vaciamiento. En este tramo, la UOM Avellaneda jugó el papel de contención, instando siempre a medidas aisladas, que no golpeaban de lleno a la patronal y que iban desgastando y dividiendo a los trabajadores que no lograban reunirse en una asamblea general de los tres turnos. Es así como se llega al 22 de diciembre, día en que la patronal a través de un lock out, cierra las puertas de la fábrica dejando en la calle a 130 trabajadores.
Ante esta situación y un panorama devastador para las 130 familias, los trabajadores, asamblea mediante, deciden realizar una vigilia, para preservar la maquinaria y las instalaciones y llamando a todos sus compañeros a una asamblea general para discutir los pasos a seguir. La burocracia, en esta asamblea inicia un ataque contra la izquierda colocándola como culpable de esta situación y amenaza con retirarse del conflicto en el caso de que las organizaciones siguieran manteniendo el apoyo. Este tipo de extorsión se dio durante los dos meses de conflicto, y claramente, la ausencia de un plan de acción y un objetivo hizo posible que la burocracia sindical le garantice a la patronal salir airosa de un vaciamiento fraudulento.
De la lucha sindical a la lucha política
Frente al aislamiento y el desgaste al que estaba conduciendo el conflicto la UOM Avellaneda, los trabajadores deciden llamar a una asamblea abierta a todas las organizaciones sindicales, políticas y populares para rodear de solidaridad a esta lucha que daría un paso adelante llamando a movilizar al municipio de Almirante Brown, denunciando que durante más de cuarenta años esta empresa se alimentó de la sobreexplotación de los trabajadores con pésimas condiciones de trabajo y sin respetar convenios con el visto bueno de todo el poder político del distrito. En una de esas movilizaciones, los trabajadores desplegaron un cartel del intendente Mariano Cascallares junto a Rodolfo Stockl en la última campaña electoral. El temor de los trabajadores a movilizar contra el poder político fue revertido al verse rodeados de mil personas en el distrito al grito de “unidad de los trabajadores”, culminando en la casa de Rodolfo Stockl a pedido de los mismos
trabajadores al tomar conciencia de que habían ganado la calle.
“La mesa de diálogo” impulsada por el intendente después de una movilización de más de mil personas, no les dio ningún tipo de solución. Al contrario, el ofrecimiento de una tarjeta de 400 pesos fue tomado como una burla para el conjunto de los trabajadores que lo rechazaron de plano.
Lucha de los trabajadores o lucha de aparato
En las diferentes asambleas abiertas, los trabajadores pudieron escuchar las diferentes posiciones para avanzar en el conflicto de parte de los partidos y organizaciones de izquierda, en un momento donde primaba la desorientación entre los trabajadores y donde la iniciativa la seguía teniendo la patronal, con la colaboración de la burocracia sindical. La ocupación de fábrica, bajo amenaza de ponerla a producir bajo control obrero, fue nuestra consigna desde el día uno y en este punto hay que remarcar que fuimos los únicos en pronunciarla. El planteo de la ocupación ayudaba a superar los límites de la vigilia.
También planteamos un congreso de delegados de la UOM con mandato de las bases para iniciar un paro activo y un plan de lucha. Contra el cierre de Stockl, pero también contra los despidos y suspensiones que ya sumaban 20 mil trabajadores metalúrgicos en 2017 y a los que se añadirían otros dos mil en 2018. Envases del Plata, Rapistan, UOM Tierra del Fuego… ese gigante dormido que es el gremio metalúrgico se levantaba, como quedó demostrado en las jornadas de diciembre.
Con ambos planteos, la ocupación y el congreso de delegados, desde el Partido Obrero y la Coordinadora Sindical Clasista llamamos a los trabajadores a organizarse en cada asamblea y en cada acercamiento a ellos. Sin embargo, ninguna de estas consignas se llevaron a la práctica, principalmente porque la iniciativa la tuvo todo el tiempo la burocracia sindical. Además, estas asambleas abiertas no eran con el conjunto de los trabajadores de Stockl sino con los delegados y de manera informativa, lo que nos impedía discutir estas consignas con la totalidad de la fábrica.
Una gran batalla
A través de estos dos meses, los trabajadores pasaron por un curso intensivo de lucha directa. Con movilización, corte de ruta, asambleas. También fue importante el intento de un grupo de compañeras para conformar una comisión de mujeres que intentó convertir la lucha de Stockl en una lucha popular, como ocurre con los trabajadores del INTI. Pero la burocracia sindical, entregada por completo a los intereses del patrón, desplegó todo su arsenal para llevar esta lucha a una derrota segura. Hoy, la fábrica se encuentra vacía y saqueada pero la lucha de estos meses debe servir para que en las batallas por venir, los trabajadores obtengan la victoria.
En definitiva, el conflicto ha mostrado por igual la decisión y entereza de los trabajadores, capaces de soportar una larga lucha en defensa de sus reivindicaciones, y el bloqueo que significan las conducciones burocráticas, adaptadas a la patronal. Stockl es un capítulo en la puja abierta entre estas dos tendencias en el movimiento obrero.