Sindicales

29/12/1994|435

Una política para el sindicato del pescado

En el puerto de Mar del Plata, a minutos de la “ciudad feliz”, la explo­tación capitalista ha llegado casi a su punto de perfección. Amparándose en un convenio “marco” suscripto por la burocracia menemista (Saravia), las patronales han destruido el básico de convenio y la garantía horaria (salario previsto para los períodos anuales de baja), las dos conquistas sobre las que se cimentó la construcción del sindica­to obrero del pescado. El salario ha pasado a ser un “conformado” que varía de planta a planta y dentro de cada una de éstas, con un básico “asisten­cial” y premios a la producción y al presentismo que constituyen la mayor parte del ingreso y que secciones ente­ras no perciben. La otra arma de las patronales fue la cooperativización tre­cha, por la que centenares de trabajado­res permanentes fueron convertidos en mano de obra transitoria y a destajo de “empresas” armadas por testaferros de los pulpos.


Este cuadro de superexplotación tiene pocas comparaciones: “de personas que directa o indi­rectamente estaban ocupadas por la actividad, hoy no tenemos más de 9.000” (presidente de la Cámara de Armadores de Buques, en “Redes”, 8/ 94). Como lo reconoce el representante de un pulpo “nacional”', “las empre­sas que sobrevivieron lo consiguie­ron a base de mejorar su eficiencia (superexplotación)... A partir de la constitución de cooperativas con el personal se mejoró notablemente el rendimiento, se atenuó el ausentis­mo... y hoy existen productos que de no ser por las cooperativas no po­drían elaborarse. El cambio ha sido de tal magnitud que hoy una planta filetea hasta el pargo” (un pez peque­ño que antes no se industrializaba) (Solimeno en “Redes”, ídem). La pes­ca —clavada” en Mar del Plata en toneladas desde hace cinco años—y su industrialización se hacen hoy con la tercera parte de los trabaja­dores empleados, lo que da idea del salto en la “productividad obrera” que se han embolsado los pulpos.


No sólo esto. Los patrones se han beneficiado con la reducción del 40% en los aportes provisionales, con el régimen de “charteo”, por el que se asocian a barcos extranjeros que se llevan el pescado sin procesar y reci­ben a cambio reembolsos y devolu­ción de impuestos, con el reintegro del 18% por exportaciones de mayor va­lor agregado (esto a partir del 1° de enero). Este ‘Jolgorio” se completa con el reciente acuerdo de pesca con la Comunidad Europea, que habilita a los pulpos internacionales a una cap­tura de 250.000 toneladas anuales con destino a sus plantas —el 40% del total actual—, una depredación en regla “que será más barata que la que actualmente la CEE realiza en Groenlandia”, y “en uno de los últi­mos calameros del mundo que no han sido depredados” (Clarín, 20/9). Los patrones “nativos” han saludado este acuerdo, que les permite “aso­ciaciones temporales” con los arma­dores extranjeros para beneficiarse del negocio exportador, armado con la rebaja de aranceles de la Comunidad para el pescado en bruto argentino, con el reembolso por exportaciones y “la entrega de subsidios para la compra de buques” (Clarín, ídem). Esto revela, de paso, la impostura de la política de “defensa de la industria nacional de la pesca” levantada por el PTP (Lista Marrón del SOIP) y que sólo conduce a un movimiento de co­laboración de clases con la patronal nativa “flexibilizadora” y entreguista. La consigna de derogación de los con­venios pesqueros apunta a redistribuir beneficios entre los pulpos, pero no resuelve ningún problema de los tra­bajadores.


La denuncia de los beneficios acu­mulados por las patronales pesqueras por la vía del subsidio estatal, los con­venios internacionales y la ‘‘produc­tividad obrera” plantea la oportuni­dad de una campaña por el básico (5 pesos la hora) como salario por la jomada de 8 horas (que hoy se ex­tiende a 11 ó 12 horas sin siquiera pago de extras) y una garantía horaria equivalente al 80 por ciento de esta cifra. La sola defensa del básico por las 8 horas pone un límite a la desocupa­ción en el puerto. Esto plantea la lucha contra el convenio de empresa y sección —“igual salario, igual trabajo" en cada planta—, por la denuncia del convenio "marco ’’negrero del SOIP y paritarios electos en asamblea general Frente a estos salarios diferenciados, los compañeros de La Campagnola ocuparon recientemente la planta re clamando un salario “conformado” común. Los trabajadores de las plantas vienen resistiendo el intento patronal de generalizar las "cooperativas” y lo han frenado en algunos casos (Mellino), pero junto a esta lucha está planteado el desafío de organizar al obren) “cooperativizado”, el eslabón más débil en la cadena de explotación, que la burocracia del SOIP no admite en el gremio y que carece de toda protec­ción (en su última asamblea, la Lista Celeste votó impulsar una comisión de defensa del obrero cooperativizado sobre la base de una plataforma de reivindicaciones que los organice frente a los patrones testaferros). El punto clave es, de todos modos, sol­darse a la organización de las plantas grandes que concentran a la casi tota­lidad del personal efectivo y sindicalizado y en algunas de las cuales se plantea la renovación de los cuerpos de delegados. El boletín Celeste puede convertirse en la gran herramienta del proceso de reconstrucción del SOIP, como tribuna de denuncia de los atropellos patronales y burocráticos y or­ganizador de una corriente clasista y revolucionaria en el puerto.