Sindicales
18/3/2004|842
Una “radiografía” del gremio gráfico
La obra social
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Antes “caballito de batalla” del ongarismo, la Obra Social es hoy una muestra de su fracaso y corruptela.
La burocracia pretendió encubrir su capitulación en la acción reivindicativa del sindicato, con una supuesta preocupación por la “política asistencial”: la cobertura médica, los viajes, los sorteos, etc. Es decir que a más de un siglo de la fundación de la Unión Tipográfica, Ongaro proclamó la vuelta a la sociedad de “socorros mutuos”. Ongaro jamás enfrentó la privatización de la salud, sino que buscó defender la caja del sanatorio propio, adaptándose al mercado.
Fue uno de los primeros en incorporarse al programa de Reconversión del Banco Mundial (recordemos de paso que transfirió en forma ilegal patrimonio del sindicato a la Obra Social para respaldar los créditos) y en lanzarse como cualquier prepaga a la captación de clientes.
Pero la ausencia de una estrategia de defensa de las conquistas dejó desfinanciada a la Obra Social.
Al trabajo en negro, los despidos en masa y la miseria salarial se agregaron la enorme evasión patronal e incluso el robo sistemático de los aportes obreros por parte de delincuentes como H. R. García, del multimedio Crónica. El verso de que la ejecución de las deudas ponía en riesgo la fuente de trabajo quedó desmentido con el cierre de Anthony Blanck, de Quela, de Bolpa, de Guaita y de tantas otras.
La deuda de la Obra Social, que asciende, según la propia burocracia, a 23 millones de pesos, fue transferida a los trabajadores por la vía del arancelamiento generalizado y la eliminación de las prestadoras zonales.
La concentración de servicios en la clínica central obliga a miles de compañeros (el 97 por ciento de los gráficos reside en el Conurbano) a viajar horas, con los gastos y complicaciones que eso implica, para obtener un turno para un mes después. Esta superpoblación sólo deteriora la calidad de la atención e intensifica los ritmos de trabajo de médicos y enfermeros.
Como la peor de las patronales, la burocracia dirige la Obra Social con mano de hierro, prohibiendo la organización sindical del personal (todos afiliados gráficos) y reprimiendo la más mínima crítica.
Pese a que la burocracia nos ha negado el derecho de desarrollar la campaña dentro de las instalaciones de la clínica, la difusión de las propuestas y de los candidatos de la Naranja crece entre los gráficos de la Obra Social.
Maniobras tan groseras como la anunciada devolución de las rebajas salariales dispuestas tiempo atrás o la intención de convocar a la elección de delegados en el futuro, están poniendo en evidencia el pánico del ongarismo de cara a las elecciones.