El Indec acaba de dar a conocer el relevamiento mensual de la Canasta Básica Total y la Canasta Básica Alimentaria, quedando en $111.297,57 y $49.466, respectivamente, para el mes de julio. Con estos números, los salarios siguen alejándose del costo de vida medido por el Estado, volcando nuevos sectores a la pobreza y a la indigencia.

En términos interanuales, la Canasta Básica Total acumula un aumento del 64%, mientras que la Canasta Básica Alimentaria, con un alto impacto en el consumo de las familias trabajadoras, suma un 70%.

Estos números reflejan una realidad preocupante, con industrias completas del sector privado con salarios promedio por debajo de los $100.000 y/o que a duras penas superan dicho umbral con premios, adicionales y presentismo.

En lo respectivo a los trabajadores no registrados la situación se vuelve más dramática, con salarios que oscilan entre el piso de miseria del salario mínimo y los correspondientes convenios de referencia, algo que los ubica por encima de la indigencia pero bien adentro de la pobreza.

En cambio para trabajadores precarizados y beneficiarios de los programas sociales y jubilados que perciben la mínima la situación es desesperante. El salario mínimo representa alrededor del 40% de la canasta básica y lo que percibe un beneficiario del Potenciar Trabajo ($23.925) viene siendo licuado sustancialmente por la inflación.

Las “políticas de control de precios” del gobierno han sido la tapadera de esta orientación antiobrera, que ahora intenta volver a institucionalizarse de la mano de un nuevo “acuerdo de precios y salarios” que consolide las pérdidas pasadas y avance con las futuras.

Esta situación amerita una intervención urgente e independiente de los trabajadores. La denuncia vacía de la CGT a los formadores de precios encubre la responsabilidad del principal de ellos: el Estado, puesto que es el que avanza con tarifazos generalizados que también van a incidir en el costo de vida de los próximos meses.

La burocracia sindical se niega a tomar medidas en defensa del salario, las paritarias y los trabajadores y puja por un “Acuerdo Nacional” con los especuladores y las patronales que intentan enterrar a los trabajadores.

El movimiento obrero independiente, con el Plenario del Sindicalismo Combativo, ofrece una orientación antagónica a esta política de ajuste, que parte de una recomposición general de los salarios para que cubran la canasta familiar y un aumento del salario mínimo por arriba de la canasta básica.

La Unidad Piquetera también desenvuelve esta lucha por el trabajo genuino y la apertura y el aumento de los programas sociales, para cubrir las necesidades básicas de las familias trabajadoras.

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