“No usemos la providencial agua de la poesía para regar la maceta privilegiada del balcón señorial, sino para regar los sencillos y sedientos campos del ser humano”. 

Liliana Bodoc. 

El 68% de lxs niñxs y adolescentes no posee libros en el hogar, debido a que sus precios dejaron de estar al alcance del bolsillo de las familias trabajadoras. Como vemos, ya desde temprana edad, las desigualdades propias de un sistema dividido en clases comienzan a limitar el acceso a la cultura para lxs que menos tienen.

El dato se desprende del informe “Libros e infancias, carencias y desigualdades sociales”, elaborado por el Observatorio de la Deuda Social de la UCA. Lo anterior está relacionado con que el 55% de los menores de 17 años no suele leer textos impresos de manera habitual. A su turno, el déficit de libros infantiles alcanza al 46% de las niñeces de entre 0 y 8 años, ascendiendo al 64% en el sector de ingresos muy bajos. A su vez, el déficit de narraciones orales abarca al 33% de ese grupo etario. Como contrapartida, el 49,9% de lxs niñxs de entre 4 y 5 años tiene dificultades en la alfabetización temprana.

El informe describe la importancia de la lectura en la niñez, afirmando que “es clave para el desarrollo de capacidades cognitivas, emocionales y sociales, pero también y en particular para ampliar el vocabulario, estimular la imaginación y el conocimiento de diferentes mundos de vida (…) Es primordial en los procesos de enseñanza y aprendizaje y en los procesos de alfabetización”.

En ese sentido, la puericultora y especialista en crianza, Aldana Contrera, sostiene que los cuentos ofician de “ventanas al mundo” para las infancias. Además, permiten a les niñes mirar desde afuera emociones que sienten elles, y, de ese modo, poder reconocerlas y procesarlas. Esa identificación, muchas veces echa luz sobre sobre problemáticas y angustias que vivencian las niñeces y ayuda a elaborarlas. Por otro lado, leerle a lxs más chicxs incentiva su paciencia y se convierte en un momento de encuentro muy valioso.

No obstante, vivimos en un régimen social que le niega la palabra literaria a lxs niñxs que viven en la pobreza, impidiéndoles enriquecer la carga simbólica de su lenguaje, y, por lo tanto, su propia subjetividad. Sucede que, bajo el capitalismo, los libros son una mercancía más y se precisa dinero para adquirirlos. Dinero que hoy falta en los hogares postergados, mientras los precios se disparan.

Los libros infantiles cuestan desde $3.000 a $9.000 cada ejemplar. Finalmente, el lucro privado establece una barrera entre la producción artística y científica de la humanidad y la posibilidad de las mayorías de acceder a ella. En este caso, priman los intereses de los monopolios Ledesma y Celulosa y de las empresas importadoras, que han remarcado el precio del papel entre un 150% y un 300% en un año, impactando en toda la cadena.

Los sucesivos gobiernos, con sus políticas de ajuste, agravan esa exclusión, privando a las niñeces de los sectores populares no solo del pan sino también de la poesía.

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