Sociedad

19/9/2013|1286

El ‘bullying’ escolar y el ‘bullying’ del Estado

Sería muy sencillo pensar que el acoso escolar o el "bullying" es algo que ocurre en el ámbito educativo, que si bien siempre existió ahora está tomando mayor relevancia y se lo puede combatir con una ley.


La Cámara de Diputados, que aprobó el anteproyecto de la ley de "bullying" el 12 de septiembre, lo define como “maltrato psicológico o físico que sufren los niños y adolescentes por parte de sus pares, de forma presencial o a través de Internet”. El proyecto propone la creación de un entorno de contención en las escuelas, del que formen parte padres y docentes, para asistir a las víctimas y abordar de forma integral el problema con un trabajo en el aula. Han creado también un 0800 en donde se pueden hacer denuncias para que, las personas que no se animan o no se sienten contenidas por dicha institución, puedan "alertar" sobre lo que está ocurriendo.


Se han formado grupos como Bullying Cero Argentina, que ofrecen supuestas capacitaciones en colegios y charlas abiertas a la comunidad. La pediatra Flavia Sinigagliesi, coordinadora del grupo, comenta que "si bien el bullying ha existido siempre, ahora la sociedad es mucho más violenta y eso termina repercutiendo en los niños". Según Sinigagliesi, "todo depende de la vulnerabilidad de cada chico y de su capacidad de volver al estado inicial luego de una experiencia traumática".


En estos momentos hay un montón de información que circula por las redes, medios, en la que se culpa a los docentes por "mirar hacia otro lado", por guardar silencio, o a las instituciones educativas y a las familias por no contener a los niños, a las familias. Involucrar a los adultos es esencial, puesto que, muchas veces, los episodios de agresión y discriminación ocurren fuera de su vista, y la preocupante difusión de casos de acoso a través de las redes sociales. Este enfoque, sin embargo, desvía nuestra atención y no interpela el por qué la escuela es el vertedero de situaciones que se van de control.


Esto no tiene que ver solamente con algo educativo; es producto de una descomposición del sistema social en el que vivimos. La violencia se ejerce desde la cúpula del poder político y económico, que niega el acceso a una vivienda digna, la alimentación básica, un sistema de salud decente. Contribuye a la violencia escolar la falta de una educación de calidad, escuelas públicas cada vez más deterioradas en lo edilicio y en una currícula vaciada de contenido. La desintegración familiar es un aspecto relevante de la miseria social, la cual no se identifica sólo con los salarios bajos. La desvalorización de la vida se manifiesta en conductas de riesgo, desconfianza, agresividad y tendencias impulsivas son consecuencia de lo mismo. Esto no lo arregla una ley. ¿Qué le va a decir a los chicos, que no sean violentos o no discrimines, cuando el discriminador mismo es un discriminado?


La verdadera salida es que los chicos sean parte del cambio, fomentando que se organicen, debatan en conjunto y se movilicen por sus reivindicaciones, las de sus padres y sus maestros. El poder, en cambio, baja la edad de imputabilidad del delito, apela al gatillo fácil, criminaliza las protestas. Hay un ‘bullying' del Estado contra la niñez, la adolescencia y la juventud. Es necesario ayudar a la juventud a rebelarse, no a coartar esa rebelión, pues el proceso de rebelarse, afirmarse y obtener logros, favorece colocar sus conflictos en un nivel de simbolización que les va a permitir bajar el nivel de la angustia.


No debemos dejar que los medios y los gobernantes, manipulen la tesis del conflicto, oponiendo al método del ‘disciplinamiento' una teorización positiva de la rebelión. "Obreros y estudiantes, unidos adelante". La consigna de la Reforma Universitaria del 18.