Sociedad

10/7/2023

El costo económico de criar une niñe trepó 130% en un año

Según los datos del Indec.

Criar es cada vez más incompatible con el ingresos popular.

El Indec publicó la Canasta de Crianza, la cual brinda una noción de cuánto cuesta maparentar hoy en día. Si bien los montos publicados se hallan por debajo de los verdaderos valores, aún así son incompatibles con el ingreso popular, viéndose reflejado en el aumento de la pobreza en la infancia, con un índice que asciende al 60%.

El índice mide, por un lado, el costo de los bienes y servicios imprescindibles para el sostenimiento material de une niñe (alimento, vestimenta, vivienda y traslado), y, por otro, el costo del tiempo de cuidado requerido. Esta última variable presenta una distorsión, ya que para valorizar las horas de cuidado se utiliza la remuneración del Régimen Especial de Contrato de Trabajo para el Personal de Casas Particulares, con retiro, correspondiente a la categoría “Asistencia y cuidado de personas”; cuya cifra, consagrada por el oficialismo, se encuentra en niveles de indigencia, mostrando la verdadera cara de un gobierno que prometía enaltecer los cuidados y no hizo más que precarizar a quienes cuidan. Asimismo, la canasta no contempla otros gastos necesarios para el correcto desarrollo de las niñeces, como los relativos al esparcimiento, a la escolaridad, a la compra de juguetes, al acceso a la tecnología, al deporte y a la cultura, etc. Por lo tanto, el costo real que implica la manutención de les hijes supera ampliamente la suma calculada por el Indec.

Hecha esta salvedad, el informe citado, correspondiente a mayo 2023, arroja que la Canasta de Crianza de une niñe menor de 1 año se ubica en los $98.339; $116.050 entre el año y los 3; $93.204 desde los 4 hasta los 5 años y $88.659 de los 6 a 12 años. A su vez, dichas sumas tuvieron un incremento de alrededor del 130% interanual, superando la inflación del período. Las mismas se vuelven a todas luces insostenibles para el bolsillo de las familias trabajadoras, en un país donde el ingreso medio se ubica en apenas $123.782, por obra de las patronales, el gobierno y la burocracia sindical. Como vemos, son estos los responsables de socavar los derechos de las infancias, condenándolas a un sinfín de privaciones.

Los costos señalados recaen fundamentalmente sobre las mujeres, quienes en mayor medida se ocupan del cuidado de les hijes, relegando la cantidad de tiempo destinada al trabajo remunerado. Lo anterior está entre las principales causas del empobrecimiento femenino. Más difícil todavía es la situación de aquellas que están al frente de hogares monomarentales (con niñes a cargo sin la presencia de cónyuge) ya que deben afrontar todos esos gastos en soledad. Estos hogares representan el 11,7% del total e involucran a 1,6 millones de mujeres y a 3 millones de menores.

Según datos oficiales, los ingresos de las jefas de hogares monomarentales son un 19,8% inferiores que los del resto de los hogares, dando como resultado que el 26,1% de ellas sea pobre y el 4,6% se encuentre por debajo de la línea de indigencia. Lo anterior no solo se explica por el hecho de que 3 de cada 5 hogares a cargo de mujeres no reciben la cuota alimentaria en tiempo y forma; además, 2 de cada 10 jefas de hogar se emplea como trabajadora de casa particular, donde reina el trabajo no registrado y los salarios de miseria. Así las cosas, el 59% de los hogares monomarentales destina más de la mitad de sus ingresos al pago de deudas o atrasos y el 73% de estos hogares usa el crédito para comprar comida o medicamentos. El Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, lejos de atender esta problemática, se dedica a dotar de un barniz feminista al gobierno que ajusta y precariza a las trabajadoras.

Como vemos, el Estado deja a la deriva a quienes deciden criar, contribuyendo a la caída del salario y depositando en el seno de la familia -y de las mujeres particular- la carga del trabajo doméstico gratuito. El ajuste gubernamental, al servicio de cumplir con el FMI, aparece como un verdadero obstáculo para la creación de dispositivos estatales que socialicen los cuidados. Sin ir más lejos, el último informe del Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA) de la Universidad de Belgrano reveló que, en 2021, solo el 13,9% de los estudiantes que asisten a escuelas primarias de gestión estatal tuvo acceso a la jornada extendida.

A su vez, en 2020, el 58% de les niñes de 3 años no asistía al jardín de infantes, lo cual guarda estrecha relación con el hecho de que faltan construir 17.399 aulas para alojar a todes les alumnes de esa sala, según el Observatorio de Argentinos por la Educación, y solo existen 500 jardines maternopaternales públicos en todo el país. Los sucesivos gobiernos tampoco obligan a las patronales a garantizar esos espacios dentro de los lugares de trabajo para que los mapadres puedan dejar a sus hijes durante la jornada laboral. Ni crean clubes ni centros culturales en los barrios a los que les niñes y adolescentes puedan asistir de forma gratuita luego de la escuela. A la vez que el número de Centros Educativos Complementarios, donde lxs chicxs reciben apoyo escolar a contraturno del colegio, es completamente insuficiente.

Con todo, este régimen social plagado de desigualdades convierte la tarea de mapaternar en una verdadera Odisea para los sectores populares. En ese sentido, quienes se unen al  movimiento piquetero combativo también lo hacen motivados por el deseo de criar en condiciones más afables, de sembrar un porvenir menos adverso para sus hijes. Ganan las calles y a la vez tejen redes de solidaridad en sus barrios para alivianar el cuidado y sostener la vida. La izquierda enraizada en esta tradición de lucha es la que hay que reforzar para pelear por el bienestar de las nuevas generaciones, contra los políticos capitalistas que las despojan de esa posibilidad.

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