Sociedad

8/11/2012|1247

El dopaje del ciclista Armstrong

EXCLUSIVO DE INTERNET


El ídolo de los monopolios


El ciclista yanqui Lance Armstrong ha sido el protagonista del mayor escándalo mundial del dopaje deportivo. Lance era el dios del ciclismo mundial. Ganó en forma consecutiva desde 1999 a 2005 el Tour de Francia, la principal prueba ciclista del mundo.


La UCI (Unión Ciclista Internacional) aceptó las pruebas de dopaje presentadas por la agencia anti-doping norteamericana, despojándolo de sus siete títulos más valiosos y de las ganancias "oficiales" de esos títulos. Ellas ascienden a 11 millones de euros, aunque sólo constituyen una ínfima parte del inmenso negocio capitalista montado alrededor de su figura. Hoy se descubre que detrás de estos éxitos había droga y una enorme cadena de complicidades. Un año antes de que Armstrong ganara su primer Tour, saltó en Francia el escándalo Festina (1998) sobre el uso de Epo, una droga intravenosa que duplica el rendimiento deportivo. En aquel momento, los equipos médicos de Lance, encabezados paradójicamente por uno apellidado "Del Moral", que habían establecido contratos millonarios con Nike y diez empresas de marcas deportivas, decidieron trasladar todo el armado del dopaje a España, con menos controles que Francia. Todo este armado permitió durante siete años un fabuloso negocio capitalista con su figura. En la cúspide de su éxito, Lance tuvo un cáncer testicular Su •"equipo" le aconsejo la creación de la fundación Liverstrong contra el cáncer al calor de su fama. La fundación tuvo millonarios aportes privados y el apoyo de George W Bush de quien llego a ser asesor deportivo. También fue sponsoreada por importantes patronales yanquis del rubro medicamentos. Las empresas y el presidente lo presentaban "como ejemplo de tesón y lucha contra la adversidad" (El País, 12 /10). Ahora, está en duda si la fundación Liverstrong, de la que también ha sido separado, no era también una pantalla del armado del doping. Lance fue hasta el final en el armado de este fraude. Para mantenerlo, el "equipo" debió vincularse con mafias del tráfico de drogas, el soborno de influencias y por supuesto, a médicos que están articulados a estos negocios. Hoy las grandes marcas que lo patrocinaban, en particular Nike, han salido a crucificar al atleta dopado, que les aportó promoción durante años. Son las mismas marcas que viene zafando internacionalmente de las denuncias mundiales sobre la explotación que ejercen sobre miles de trabajadores y niños en China, Taiwán, Malasia y Filipinas en la fabricación de indumentarias deportivas. Ha caído un dios del deporte. Pero el negocio sigue y las empresas que se beneficiaron con él quedan libres de pecado. La práctica provechosa del deporte, y la propia integridad física y moral del deportista, son incompatibles con el capitalismo.


Juan Ferro