Sociedad

27/6/2019

El negocio del fútbol carcomido por la corrupción

La protesta de los jugadores de San Jorge volvió a destapar la olla

 “Se cagan en nuestro trabajo”, explotó el domingo pasado Maximiliano Guardia, jugador del Club San Jorge de Tucumán mientras, junto a los demás compañeros de su equipo, protestaba con una sentada previa a su retiro del campo de juego, apenas comenzado el segundo tiempo del partido definitorio por el ascenso a la B Nacional de fútbol. Esto frente a una actitud evidente del árbitro de “volcar la cancha” en favor de su oponente, el equipo Alvarado de Mar del Plata, cuyo presidente honorario es Facundo Moyano. 


Guardia explicó que se trató de una decisión consensuada con el resto de sus compañeros, tomada durante el entretiempo. Es que en los primeros 45 minutos el árbitro había echado a dos jugadores de San Jorge y amonestado a seis más, es decir que se daba la insólita situación de que solo tres jugadores del equipo estaban sin sanciones al terminar el primer tiempo.


El carácter colectivo de la protesta, tomada en una final para ascender a la segunda categoría del fútbol –paso previo a la Superliga- fue, sin duda, lo que le otorgó trascendencia y generó las repercusiones que tuvo la medida de los jugadores de San Jorge, un club del Federal A y que hizo saltar a la luz el nivel de corruptela que existe en el negocio del fútbol. 


También fue como la gota que rebalsó el vaso ya que este año –también en los anteriores-, en varias de las definiciones por los ascensos de categorías, se produjeron escándalos similares. 


Los medios han puesto de relieve ahora los manejos discrecionales en favor de clubes vinculados al macrismo, a personajes del PJ y a mafias de distinto pelo. Así, por ejemplo, el ascenso de Real Pilar F.C., de la Primera D a la C, fue eje de polémicas. Se trata de un club que se fundó hace dos años y logró algo que no sucedía desde 1979, la afiliación directa a la AFA. Su dueño mantiene estrechos vínculos con el presidente Mauricio Macri y Daniel Angelici (La Nación, 26/6). 


No es una gota de agua


Diego Galván, capitán de Sol de Mayo, que fue eliminado por el mismo Alvarado en un partido previo, que dirigió el mismo árbitro, dijo, en declaraciones a la prensa que "el ascenso es una mafia" (Clarín, 24/6). Desde el mismo riñon del arbitraje, Guillermo Marconi, titular del Sindicato De Árbitros Deportivos de la República Argentina (SADRA) aseguró, luego de la protesta, que "no hay ninguna duda de que se manipulan árbitros" (ídem, 26/6).


El escándalo público provocó que el lunes pasado renunciara Antonio Raed, presidente del Tribunal de Disciplina del Consejo Federal de la AFA, quien ratificó las denuncias de los jugadores y sostuvo que el partido estaba arreglado: “es evidente que el partido fue amañado”, aseguró en la justificación de su dimisión.


Desde la AFA salieron rápidamente a golpearlo, en defensa del negocio. Su jefe, Pablo Toviggino, presidente del Consejo Federal, calificó su declaración de “lamentable”. E incluso su hermano Guillermo Raed, importante empresario tucumano, que es vicepresidente tercero de la AFA y titular de Mitre, de Santiago del Estero, de la primera B Nacional dijo: “no estoy de acuerdo con las declaraciones que hizo mi hermano” (ídem, 25/6). El negocio debe continuar.


Las mafias en el poder


El manejo generalizado de los clubes por mafias que los utilizan para sus negocios y para la acumulación de poder y figuración pública, lleva al proceso de creciente corrupción que influye sobre los resultados de partidos y campeonatos. Colocada al servicio de los beneficios del negocio, la corrupción no es patrimonio de las categorías inferiores de los campeonatos de la AFA sino que se multiplica exponencialmente en las principales -donde los millones en juego también se multiplican- las que se encaminan a una privatización completa de la actividad. Y a una mayor corrupción. 


La creación de la Superliga, armada por los grandes clubes como una estructura sin control de los socios ni del Estado y ni siquiera de la AFA, va en ese camino.


Un espejo de como juegan en grande las mafias del fútbol es el reciente escándalo que tuvo como figura al ex idolo del fútbol francés, Michel Platini y ex hombre fuerte de la FIFA, quien está acusado, entre otras cosas, de corrupción en la adjudicación del Mundial 2022 a Qatar. Y en la maniobra habría estado implicado el anterior gobierno francés.


Atacan al testigo, no al culpable


En el mismo Federal A donde disputaban el ascenso Alvarado-San Jorge,  se produjo otro escándalo hace pocos días que ahora también tomó repercusión pública. El protagonista fue Estudiantes de Río Cuarto, que logró el otro ascenso a la B Nacional. El jugador Juan Tejera, de ese club, aseguró que, al firmar su contrato de incorporación, el presidente de la entidad  le dijo que el ascenso ya lo tenía arreglado” (Página 12, 25/6). 


 La AFA no solo no investigó, sino que culpó al jugador de no comparecer para “ratificar sus dichos” y el Tribunal presidido por el ahora renunciante Raed, quien es legislador en Tucumán por el partido del gobernador Juan Manzur, le aplicó a Tejera una suspensión de seis meses. Boca cerrada, como atañe al manejo de las mafias.


A los jugadores de San Jorge les aplicarían una suspensión de cuatro a catorce partidos según el artículo 190 del reglamento de la AFA, que castiga así “al jugador que exteriorice su protesta o resistencia contra la autoridad del árbitro” o “perturbando en cualquier otra forma el normal desarrollo del juego" (idem).


Es decir que los jugadores -que en estas categorías más bajas no solo son trabajadores como dijo Guardia, sino que cobran salarios que habitualmente no alcanzan a cubrir el costo de la canasta básica- tienen virtualmente prohibido todo tipo de protesta, aunque enfrenten las máximas arbitrariedades. 


En este despotismo se asienta el negocio de los capitalistas del fútbol. 


Compañerismo y solidaridad


La contracara fue la actitud de los jugadores de Alvarado, que en la cancha se acercaron fraternalmente a sus compañeros de San Jorge para solidarizarse con su protesta.


Además del éxito deportivo, la expresión del jugador de San Jorge también se explica porque el ascenso supone para los futbolistas una mejora en las condiciones laborales, ya que los sueldos y los premios se incrementan a medida que se sube de categoría. Así, la corrupción y el negocio de las mafias capitalistas del fútbol golpean directamente sobre la posibilidad de estos jugadores de mejorar sus magros ingresos.  


La prácticamente segura pérdida de la categoría actual por parte de San Jorge –por sanción de la AFA-, haría que los jugadores pasen a revistar en una menor cuyos salarios son aún más bajos que los que cobran actualmente. Esto si San Jorge no queda definitivamente fuera de todos los torneos, por decisión de la AFA o del propio dueño del club, como lo adelantó al finalizar el partido.


En manos de mafias capitalistas este es un proceso irreversible. La salida a toda esta podredumbre es que los clubes dejen de estar en sus manos y que vuelvan a ser centros de deporte y recreación de sus socios y simpatizantes, herederos de quienes los fundaron con ese fin. Para lograrlo hay que terminar con este sistema y que el poder pase a manos de los trabajadores.