Sociedad

19/2/1998|574

El peronismo es un cadáver insepulto

La Maga dedicó en su último número una serie de notas al peronismo. El objetivo, difícilmente disimulado, fue tratar de minimizar la crisis que padece, luego de la histórica derrota electoral. Desde el flamante adquirente de La Maga, Daniel Lalín, los reportajes a Antonio Cafiero y Fermín Chávez, y los comentarios sobre el libro de José Pablo Feinmann ‘Ignotos y famosos’, todos se esfuerzan por augurar una vida todavía más larga al peronismo.

 

Lalín pretende exorcizar al peronismo a la manera de Racing y alejar a los malos espíritus que lo acosan. Es por eso que este sospechoso potentado del fútbol, socio de Herminio Iglesias, ex funcionario de Grosso y presumible testaferro de Duhalde en la adquisición de la revista, la ha convertido en un boletín interno del justicialismo.

 

La magnitud de la crisis del justicialismo se puede medir por la incapacidad manifiesta de los expositores para explicar siquiera sus causas. Lalín se ilusiona con que “La gente cambiará cuando tenga que elegir quién gobierna y votará distinto a cuando eligió quién legisla”.

 

Puestos a argumentar sobre qué bases se puede reconstruir el peronismo, todos se apoyan en su capacidad para acomodarse a los cambios de situación. Pero es esta tendencia acomodaticia, es decir, parasitaria, la que mejor prueba el carácter irreversible de la crisis peronista.

 

Vigencia

 

La vigencia del peronismo en el tiempo no es, ciertamente, una característica distintiva. La UCR, 100 años después de su fundación, ganó las elecciones de 1983 y volvió a ‘reacomodarse’ en octubre pasado, lo que no impide que se encuentre en una aguda descomposición. Lo mismo ocurre con otros partidos de América latina. Qué decir del PRI, quien no necesitó siquiera resurgir, ya que siempre estuvo en el poder.

 

La mantención por años de una fuerza política no garantiza su vigencia, es decir, su capacidad para producir transformaciones progresistas. Fermín Chávez dice que “el peronismo no muere porque la historia vuelve a dar razones” y que “la tercera vía es hoy más válida que antes. Hay más injusticia, hay menos soberanía, la desocupación es mayor, la brecha entre pobres y ricos es más amplia, no sólo acá. O sea que las tres banderas del justicialismo cobran más vigencia que nunca porque no se cumple ninguna”. Antológico, en esta descripción Chávez se ‘olvida’ que el actual Gobierno es justicialista y que ha llevado a un agravamiento sin precedentes los males que él denuncia, y que lo más sano sería desembarazarse de una fuerza política que ha cometido semejantes crímenes.

 

Identidad

 

Para Feinmann, la capacidad de adaptación y cambio del peronismo lo convierte “en un sujeto político en permanente estado de invención”, “tuvo (y probablemente tendrá) tantos rostros —dice— que es imposible fijar uno. Su pragmatismo lo llevó a adaptarse a todas las coyunturas en lugar de asumirlas desde su propia identidad”. Lástima para los lectores que el autor no les dé una pista acerca de ella.

 

Se podrá argumentar lo que se quiera pero la anterior descripción cuestiona el más elemental concepto de fuerza, incluso desde la física, que por definición requiere de una dirección y un sentido.

 

Con la manera de abordar el fenómeno del peronismo por esta gente, se concluiría que el gobierno del MNR de Sánchez de Losada, en Bolivia, puso en vigencia el antiimperialismo en su último mandato.

 

Cafiero llega al exabrupto de reivindicar todo lo que pasó dentro del peronismo, porque “han dejado siempre algo positivo aun los que han sido francamente negativos”. Por eso dice: “Así como resistimos la infiltración marxista —o neomarxista— de nuestros muchachos jóvenes, también resistimos ahora la infiltración neoliberal. Eso es lo que yo no toleraría: que el peronismo se plegase a una corriente que nada tiene que ver con nuestro pensamiento fundacional”. Esto lo dice un defensor del gobierno de Alsogaray, Cavallo, el FMI y el Citibank.

 

La remanida identidad peronista parece que anida sólo en la imaginación de la izquierda democratizante, ya que Chávez dice que “hoy no hay peronismo sino peronistas”, y Cafiero concluye: “Nosotros los peronistas, estamos atravesando un período delicado. Porque sabemos lo que no queremos pero tampoco explicitamos claramente qué es lo queremos”.

 

Como se puede apreciar la condición para la identidad está ausente.

 

Agotamiento

 

La descomposición del peronismo es la expresión de un extenso proceso político. No empieza con la segunda presidencia de Menem.

 

Del movimiento nacionalista burgués apoyado en la movilización popular que se planteó una modificación en las estructuras sociales en nuestro país, ya en el 73 no quedaba nada. La falta de comprensión de esta limitación insalvable del peronismo y las ilusiones en un movimiento policlasista de liberación nacional fue pagado al costo de 30.000 muertos.

 

El peronismo se agotó antes del 55.

 

Después del famoso “Braden o Perón”, ya en el 47, Perón suscribe el TIAR bajo la tutela de Braden que somete a la Argentina a la diplomacia yanqui.

 

La recurrencia al peronismo por parte de la burguesía es adjudicable a que sigue siendo un material a su servicio. Esto lo han comprendido en su momento los Alsogaray, los Alemann y el ‘compañero’ Cavallo.

 

El peronismo está irreversiblemente agotado porque ha dado todo lo que podía y en esta larga agonía fue convocado por la burguesía para quitar hasta lo mínimo que hubiera podido dar en su período de ascenso. Para las nuevas generaciones el peronismo será recordado como el que destruyó los convenios, robó a los jubilados y terminó de demoler la jubilación, destrozó la estabilidad laboral y se arrodilló al imperialismo asociándose, incluso, en las operaciones masacre propiciadas por los yanquis.

 

Superación

 

Cafiero dice que la Alianza es “un fenómeno distinto a todos los que hemos tenido en las historia”. ¡Qué tontería! El Frepaso y la Alianza han recorrido a la velocidad de la luz los pasos menemistas, compitiendo sólo en el alcance de su postración al capital nacional e internacional. Los límites insalvables del nacionalismo burgués peronista fueron transmitidos a su sombra frepasista, rápidamente convertida en una agencia del gran capital y del Departamento de Estado.

 

El peronismo es un cadáver insepulto. Su permanencia evidencia la incapacidad de la vanguardia obrera para dar cuenta de él en términos de salida política. Pero su descomposición es irreversible.

 

Dependerá de la capacidad y celeridad con que se desarrolle la tarea de construir un partido obrero independiente, para que se acorte el sufrimiento de las masas, provocado por la sobrevivencia parasitaria del peronismo.

 

No será el peronismo el medio para la movilización popular contra el imperialismo y la patronal; esa labor sólo se realizará con un poderoso partido de la clase obrera. Ese es el desafío de esta etapa que concientemente asumimos.