Sociedad
9/6/2023
Final de la Champions League: mucho más que fútbol
Entretelones del duelo multimillonario entre el Inter y el Manchester City.
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Inter de Milán y Manchester City, la final 2023
Este sábado 10, el Estadio Olímpico Ataturk de Estambul será sede de uno de los acontecimientos deportivos más esperados del año: la final de la Champions League, el torneo en el que compiten los equipos mejor posicionados de las ligas del viejo continente.
En esta ocasión, los dos gladiadores enfrentados son el Inter de Milán y el Manchester City. El match tiene un interés extra para el público argentino, ya que en el club italiano juega como titular Lautaro Martínez y en el equipo inglés Julián Alvarez (quien sería suplente), dos integrantes del plantel campeón del mundo en Qatar 2022, la querida “Scaloneta”.
Hay mucho más que fútbol en esta contienda. Como todos sabemos, la pelota se ha ido manchando y se encuentra crecientemente sometida al dominio de grandes corporaciones empresarias. Los verdaderos dueños del balón.
El City está en manos desde 2008 de un fondo de inversión dominado por el jeque Mansour bin Al Nahyan, vice de los Emiratos Árabes Unidos, que es uno de los principales productores petrolíferos del mundo. La chequera de los nuevos dueños posibilitó la contratación de figuras como los argentinos Carlos Tévez, Sergio el “Kun” Agüero, el italiano Mario Balotelli y el laureado entrenador español Josep “Pep” Guardiola. Pero no pudo evitar disputas con la Uefa y la Premier League, que le abrieron investigaciones por opacidad en el manejo de las finanzas del club.
El City está valuado en 4.250 millones de dólares, ocupando el sexto puesto en un ranking que encabeza el Real Madrid con 5.000 millones. Su rival en la final ostenta el puesto 15 en la lista, con 1.000 millones, según un muy completo artículo publicado por Clarín (9/6).
Junto al desembarco de grandes corporaciones, en el fútbol se ha ido produciendo un fenómeno análogo al de la economía de mercado, que es la concentración. El City Football Group (CFG) creado en 2013 por los dueños de la escuadra celeste de Manchester maneja otros doce equipos en cuatro continentes, incluyendo al Bahía de Brasil, el Girona de España, el Palermo de Italia, el Yokohama Marinos de Japón y el New York City de Estados Unidos. Cuenta, también, con academias deportivas que forman “fuerza de trabajo” futbolística.
Vale señalar aquí uno de los casos más burdos de expansión empresaria en el balonpié. El de la empresa de energizantes Red Bull, que no solo compró cuatro clubes (el Salzburgo y el Leipzig de Alemania, el Bragantino de Brasil y el New York City) sino que les añadió su propio nombre y logotipo. El Salzburgo y el Leipzig han llegado a enfrentarse entre sí en algunas competiciones continentales. Cabe preguntarse: nos espera un futuro con clásicos como Pepsi contra Coca-Cola?
Muchos aficionados adquieren expectativas en estas grandes firmas, sobre todo en el caso de equipos modestos que de la noche a la mañana incorporan rutilantes figuras e incluso alcanzan éxitos deportivos inesperados en el pasado. Pero después de ese espejismo, sobreviene un baño de realidad, cuando empiezan a conocerse los manejos espurios y opacos que enajenan por completo el club de manos de los socios. Una desnaturalización completa del deporte.
El Inter está desde 2016 bajo el control de Suning Commerce Group, una firma china líder en artículos electrónicos que desembolsó 270 millones de euros por el 70% del equipo milanés (ídem). Un club que supo estar durante cuarenta años bajo el mando de la familia Moratti, dueña de la principal cadena de estaciones de servicio de la península italiana.
Hoy el Inter se encuentra en aprietos. Otro de los fenómenos que recorre la economía capitalista se replica en el terreno de las finanzas deportivas: la bancarrota. Para paliar un rojo que ascendió a 140 millones de euros en el periodo 2021-2022, los chinos adquirieron un préstamo con el fondo de inversiones Oaktree Capital. Con esta peculiaridad: si la deuda no se cancela para 2024, el club-compañía pasará a manos del fondo acreedor. En el ínterin, fondos saudíes y de Bahrein expresaron su interés por el nerazzurri. Socios e hinchas se transforman en meros espectadores de los traspasos entre grandes firmas empresarias que hacen negocios y desfalcos.
Las propias disputas geopolíticas se cuelan en el escenario. En la Premier League, tras el estallido de la guerra en Ucrania, el gobierno británico forzó a Roman Abramovich, un oligarca ruso enriquecido a partir del remate de la propiedad estatal de la Unión Soviética, a deshacerse del Chelsea, que pasó entonces a la órbita de un fondo de inversión de empresarios norteamericanos y suizos. Uno de ellos, Todd Boehly, es accionista en Los Angeles Lakers (tal vez el mayor equipo de basquet mundial) y en un equipo de béisbol. Otra vez, la concentración.
La falta de alternativas redituables, como fruto de la crisis mundial, y la necesidad de lavar dinero, explican el creciente flujo de fondos hacia negocios deportivos, incluyendo pases de jugadores con cifras exorbitantemente absurdas.
En cualquier caso, el dominio de clubes del tamaño del City o del Inter supone grandes inversiones que ningún capitalista haría en balde. El éxito en las competiciones es un requisito para reembolsar fondos. Para los dueños, no se trata simplemente de un juego: la suma de premios llega a 85 millones de euros para el vencedor de la Champions, sin contar sponsors, derechos de TV, entradas, merchandasing, etc. En paralelo, proliferan otros negocios, como las apuestas deportivas, que recientes informes en Argentina advierten que ya atrapan a una franja de la población adolescente. Hoy esas apuestas pueden hacerse con facilidad desde un celular.
El fútbol es un deporte demasiado bello para sacrificarlo en el altar del capital. Es necesario recuperarlo para socios, hinchas y jugadores; para el pueblo trabajador.
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