Sociedad

27/4/2022

La compra de Twitter por Elon Musk, mucho más que un negocio

¿“Libertad de expresión” con concentración capitalista de los medios digitales?

Imagen: edición de Prensa Obrera.

Este lunes 25 el fundador de Tesla y Space X, el multimillonario Elon Musk, compró la mayoría del paquete accionario de Twitter. La red social del pajarito queda entonces en manos del hombre más rico del mundo, tras un desembolso de 44 mil millones de dólares, casi el mismo monto que la deuda contraída por el país con el FMI. El hecho plantea no solo un nuevo panorama en la concentración capitalista sobre las redes y las telecomunicaciones, sino que, por las adjudicaciones propias del magnate, que se definió como un “absolutista de la libertad de expresión”, reabre también el debate sobre esta última en el mundillo digital.

La compra se concretó luego del rechazo de una primera oferta por la junta directiva de Twitter. Ahora tomaron la delantera de la red social Musk y un consorcio de inversores, entre los que figura Morgan Stanley, que aportó 25 mil millones de dólares (La Nación, 25/4). Así, el hombre más rico del planeta se metió en la disputa monopólica de los medios digitales, que tiene también en el podio al rebautizado grupo Meta (Facebook) o a Google.

Dime con quién andas…

Ahora bien, esto reflotó el debate sobre la libertad de expresión. De hecho, el mes pasado Musk había hecho una encuesta en su propia cuenta de la red social, donde consultó al público si consideraban que en Twitter se cumplía con este derecho. El 70% votó negativamente, y desde entonces las especulaciones sobre el hecho concretado recientemente venían en ascenso. Algunas figuras de la política nacional, como el ultraderechista Javier Milei o el expresidente Mauricio Macri, lo felicitaron públicamente; en nombre de que ello representaba “un avance” en materia de libertad de expresión.

La Casa Blanca se lanzó recientemente a exigirle al parlamento nuevas regulaciones sobre las redes sociales en Estados Unidos (Semana, 25/4). En tanto, un vocero de la Unión Europea advirtió a tono desafiante que tendrá que cumplir las normativas vigentes selladas en Bruselas. “Debe adaptarse a nuestras reglas para disfrutar de un mercado de 445 millones de internautas en Europa” (La Nación, 26/4). Este hecho coincide con los intentos de los Estados por regular cada vez más los contenidos en las redes sociales, a fin de censurar las expresiones de descontento social. Los tweets polémicos, agresivos, anticientíficos y negadores de la pandemia de Musk son un buen chivo expiatorio para avanzar en tal sentido. En nuestro país vimos recientemente como Gustavo Béliz, el secretario de Asuntos Estratégicos, admitió que el gobierno avanza en esta dirección.

Volvamos sobre esto último. El millonario nacido en Sudáfrica, amén de un maniático de los satélites y los viajes al espacio, es ante todo un ultraderechista de la línea de los Milei en el país. Especulador de las criptomonedas, al comenzar la pandemia de Covid-19 despotricaba públicamente contra la cuarentena, acusándola de “fascista”. Pedía que se volviera a una apertura absoluta de la economía y que “le devolvieran a los americanos su libertad”. Twitter, que se destaca entre otras redes por una mayor facilidad de difusión (y ser particularmente atractiva por ello en política), llevó adelante una serie de censuras en línea con otros gigantes como Instagram o Facebook frente a este tipo de mensajes.

El ejemplo perfecto de ello fue la suspensión de la cuenta del expresidente yanqui Donald Trump, dada su constante difusión de fake news y mensajes negacionistas. Una suspensión que cobraría su carácter definitivo tras el aliento del mismo al asalto en manos de bandadas fascistoides al Capitolio estadounidense. Este fue uno de los grandes sucesos que le valió a la red del pajarito la “enemistad” de los grupos reaccionarios encolumnados bajo estas banderas.

Este es todo el rollo de la libertad de expresión que pregonan los derechistas que celebraron la adquisición de Twitter por un magnate que, entre otros de sus momentos más polémicos, festejó públicamente el golpe de Estado en Bolivia. La libertad de expresión de los capitalistas, retomando el ejemplo, de poder presionar abiertamente sin fundamentos científicos por una normalización de la economía ante una pandemia que le costó la vida a millones de personas. La capacidad de reproducir sin consecuencias discursos que pongan en serio riesgo a la población mundial.

Ese problema llamado capitalismo

Ahora bien, los cabecillas de la Unión Europea o los demócratas estadounidenses no vendrían a ser adalides de la rigurosidad informativa precisamente. Tampoco uno de los “enemigos” de Musk, Mark Zuckerberg -dueño del grupo Meta, que fue acusado de contribuir con más de 400 millones de dólares a la campaña electoral de Joe Biden. Zuckerberg, vale recordar, protagonizó un verdadero escándalo mundial cuando se comprobó que Facebook le vendía los datos privados de millones de usuarios a la consultora Cambridge Analytica, contratada luego por distintos gobiernos y fuerzas políticas en todo el planeta para crear con ellos “campañas a medida”.

¿En qué constaban estas campañas “a medida”? Precisamente en analizar a gran escala los datos de los perfiles de la base de datos para arrojarles anuncios publicitados, muchas veces en forma de fake news e información fraudulenta. Con ello se logró influir el resultado de distintas elecciones, una herramienta que usó Donald Trump para llegar a la Casa Blanca pero también el demócrata Barack Obama en 2012, con los datos provistos directamente por Facebook.

La ligazón no inmediata, pero sí cercana en el espectro político de Musk con Trump y una derecha fascistoide de símil discurso y características demuestra que, tras las banderas como la “libertad de expresión” que se buscan poner en juego, se encubre la disputa abierta entre monopolios y sus camarillas políticas asociadas por copar un mercado. En tanto, la vulneración de la privacidad de millones de usuarios, el tráfico de informaciones privadas, el bombardeo mediático y la parcialización de los contenidos van a seguir siendo moneda corriente. No hay “democratización” de las redes sociales posible bajo el capitalismo, que ha parasitado una comunicación digital que logró desarrollarse a niveles realmente impresionantes. La lucha por el socialismo será también la lucha porque la humanidad pueda gozar plenamente de sus beneficios en lugar de ser el mercado de expansión (o la base de datos) de un puñado de ricachones.

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