Sociedad

10/11/2016|1436

La crisis del fútbol en una nueva etapa


La crisis en el fútbol arde. La Superliga, impulsada por la Casa Rosada -y por su enviado Daniel Angelici- se proponía someter a los clubes e imponerles su conversión en sociedades anónimas; ahora, en cambio, se transformó en una herramienta de esos mismos clubes para ponerle límites a la avanzada gubernamental. Los clubes del Ascenso han dicho que en las condiciones actuales no participarán de la Superliga, mientras River y Boca pretenden voto calificado. No hay acuerdo sobre los porcentajes a repartir por los derechos de televisión, las elecciones de la AFA, la composición de la Asamblea y la del Comité Ejecutivo de la Asociación.


 


No obstante, es difícil que haya ruptura. Todos están de acuerdo en un punto: el fútbol argentino, sometido a esa organización bajo tutela de las grandes potencias, que es la Fifa (ella también en crisis profunda), quedará en manos de grandes pulpos internacionales de televisión, como los grupos Fox y Turner. Localmente, Torneos y Competencias será su socio menor, como los clubes chicos lo serán de los grandes. No hay un sector “progresivo” en relación con el otro: es una guerra entre mafiosos por la distribución del botín. Además, entre mafiosos quebrados.


 


El juego de cada cual


 


El viernes 4 se firmó el acta de fundación de la Superliga, lo que no significa que el engendro esté en marcha: fue ante todo un acting, un apriete a los clubes del Ascenso que no quieren saber nada con ella. “Los clubes grandes la llaman la Superliga, nosotros la llamamos la Superquiebra”, declaró Daniel Ferreiro, presidente de Nueva Chicago y portavoz del Ascenso. La pelea empeorará si se intenta, como es la idea, reducir de treinta a veinte el número de clubes de Primera División. Por el momento, aun sin eso, los 23 de la B Nacional exigen el 20 por ciento de los derechos de televisión, mientras la Primera les ofrece el 12.


 


El lunes 7 llegó a Buenos Aires ese grupo de tareas internacional que son los representantes de la Fifa y de la Conmebol. De las reuniones participaron los dirigentes de Boca, River y otros “grandes”, pero no Matías Lammens, de San Lorenzo (“no fuimos invitados”, dijo) ni Hugo Moyano (Independiente). Quiénes estuvieron, y quiénes no, revela hasta cierto punto en qué vereda está cada uno. La cuestión que más se debate es el reparto de los derechos de televisión y quién los manejará, si la AFA o la Superliga.


Ahora es Moyano el que busca el gran acuerdo entre mafiosos. Organizó un asado en Barracas Central, el feudo de su yerno Claudio “Chiqui” Tapia, en el que estuvieron Angelici y Víctor Blanco (Racing). Moyano dijo ahí que resulta necesario “avanzar con la Superliga, impulsar la unión de los dirigentes y normalizar la AFA de una vez, porque así no se puede continuar” (La Nación, 8/11). En otras palabras: frenada la iniciativa gubernamental, el burócrata se siente en condiciones de establecer la agenda para discutir los términos de esa “normalización”.


 


En cualquier caso, con sociedades anónimas o sin ellas, el fútbol conocerá su gran “tarifazo”, su ajuste brutal. El hombre que tiene el respaldo del gobierno para ser el presidente de la AFA, Daniel Vila, anunció que se deberá “pagar 280 pesos para ver los encuentros” a partir de 2017, lo que liquida la promesa presidencial de mantener la gratuidad hasta 2019. Lo pagarán, ante todo, los trabajadores.


Luego, lo sufrirán los clubes chicos y los socios de los clubes grandes. Alejado por completo de toda función social, de promoción del deporte, de impulsar la salud física y psíquica de los jóvenes, el fútbol, que desde hace mucho hace lo contrario, quedará en condiciones aún peores, colonizado por camarillas empresariales, de barrabravas y burócratas, socios menores de las grandes cadenas imperialistas de televisión. Sólo los socios y simpatizantes organizados podrán evitar ese derrumbe y salvar al fútbol.