Sociedad

30/9/2010|1148

La crisis mundial llega a Internet

A las puertas de un tarifazo planetario

Ezequiel

Internet parecería mantenerse al margen del derrumbe capitalista; las descargas por parte de usuarios y la creación de nuevas aplicaciones o dispositivos aumentan exponencialmente.

Sin embargo, esta “luna de miel” estaría llegando a su final. Gran parte de la expansión de la red durante la última década se caracterizó por las llamadas tarifas fijas o “planas” -un pago mensual que habilitaba a un uso libre de la red.

Pero, ahora, “los operadores parecen estar a favor de volver a la fórmula de que pague más el que más use la Red o, al menos, para que se reabra ese debate, hibernado ante el aumento exponencial del número de abonados y la rentabilidad del negocio que se ha hecho sobre la antigua red del par de cobre”, indicó el diario El País (16/9), en un artículo que anticipa la próxima “ondulación” en las tarifas.

Dicho de otro modo, la fase de gran expansión de la red se agotó. Ahora, los grandes operadores buscan segmentar las tarifas de acuerdo con el uso de cada usuario, porque de aquí en más las ganancias deberán venir de una explotación del uso marginal de la red existente. La filial de Telefónica en el Reino Unido analiza introducir “una cláusula de ‘política de uso razonable’, que permita incluso cortar el acceso a los abonados que hagan un uso ‘abusivo’ del servicio”.

El “fin” de Internet

Este debate sobre las tarifas va aparejado a otro que se encuentra íntimamente entrelazado: el de la “neutralidad” en Internet.

Sucede que, hasta el momento, todos los usuarios tenían un acceso igualitario a los beneficios de Internet (“neutralidad”): podían bajar videos, música, películas, o utilizar aplicaciones con la misma velocidad.

Los pulpos ahora abogan por crear varios “niveles” con diferentes velocidades y posibilidades de acceso. El argumento de las empresas es que “las fuentes de acceso abierto (a la red) destruyen el incentivo de desarrollar redes más rápidas”. O sea que los beneficios extraordinarios que aportan naturalmente las innovaciones, exigen una destrucción parcial de los accesos tradicionales. Las tarifas diferenciales financiarán el desarrollo de las redes de velocidad mayor.

Google fue el principal opositor en este proceso de ondulación y de nuevos niveles porque abría la puerta a “las empresas de telecomunicaciones de cobrar precios diferentes para los distintos niveles de servicio de Internet” (Wall Street Journal, 20/10/08). El gigante de los buscadores fue secundado por Obama, otrora defensor de la “neutralidad” de Internet.

Pero Google cambió de frente y el presidente norteamericano también. El principal buscador acordó con Verizon, una de las empresas proveedoras del “triple play” (cable, teléfono e Internet), pasarse al bando de los que abogan por el “fin de la neutralidad”.

El cambio de frente tiene el mismo contenido que la segmentación de las tarifas; o sea, financiar la obtención de ganancias extraordinarias mediante innovaciones. El usuario se verá afectado por partida doble: su uso estará limitado por la “ondulación” de las tarifas y por el “nivel” de la red al que pueda acceder, lo que erigirá una verdadera “pared” respecto de otros contenidos. Según The Economist, existe una verdadera “contrarrevolución virtual” en proceso, lo que implicará una “balcanización” de la red.

Los límites históricos

La crisis de Internet no es nueva ni tampoco la primera. La “red de redes” se desarrolló hace ya casi dos décadas, primero en círculos cerrados, para luego vivir un ascenso vertiginoso con el correo y el comercio electrónicos. De este modo, se alimentó la ilusión de que la revolución “internet” comportaría el fin de las crisis capitalistas. La crisis de las empresas punto.com, en 2000/2, aplacó en gran medida las promesas sobre los beneficios infinitos de Internet.

En la recuperación que tuvo lugar luego de 2001, el desarrollo vino de la mano de las descargas de contenidos, las nuevas aplicaciones y, en los últimos cinco años, con los teléfonos inteligentes (smart phones). Durante toda esta fase, los monopolios de telecomunicaciones amortizaron sus gigantescas inversiones con la expansión del mercado y pudieron conciliar la promocional tarifa plana con sus ganancias extraordinarias.

Con las inversiones fijas ya realizadas, la mayor expansión de la red exige lo contrario de un tarifazo, o sea, un descenso en los cargos. Ello se deduce, incluso, de que las grandes inversiones ya han sido amortizadas. El costo de las nuevas prestaciones y nuevos usuarios tiende, por lo tanto, a ser progresivamente menor y, en última instancia, insignificante. Las premisas materiales para la universalización de la red están dadas. Pero esto implica una caída de la tasa de beneficio del capital, que necesita de nuevas innovaciones que deben ser financiadas por las estructuradas ya desarrolladas; por eso se ha lanzado ahora un arancelamiento general, que limitará su uso y su extensión, como ya ocurre desde hace un largo tiempo con la red de agua potable.

El tarifazo que se anticipa en Internet derrumba dos mitos. Uno, el que asocia la red con la “democratización del conocimiento”. Otro, el que atribuye a las innovaciones la capacidad de remontar las crisis capitalistas. La crisis que ha llegado también a Internet demuestra que los ciclos de las innovaciones son cada vez más cortos, que lo mismo ocurre, por lo tanto, con las posibilidades de beneficios extraordinarios que remonten la tasa media de beneficio y que en consecuencia estas innovaciones tienen limitaciones insalvables para traccionar una salida a la bancarrota capitalista que se encuentra en desarrollo.