Sociedad

7/1/2010|1114

La muerte de un ídolo

"Una muchacha y una guitarra..."

La muerte de Sandro – luego de un fallido proceso de recuperación tras un doble trasplante de corazón y pulmones- provocó una ola de manifestaciones de dolor en amplios sectores de la sociedad. La figura del cantante formaba parte del imaginario popular desde hace décadas, cuando muy joven alcanzó el éxito y la fama gracias a sus románticas baladas con un sesgo sentimental que lo elevaron a la calidad de ídolo de multitudes. Sin embargo, antes también había sido uno de los protagonistas de la fundación del rock nacional. Nacido en un hogar humilde, nunca perdió cierta identidad que le permitía conectarse con los sectores más humildes, cualidad que provocó que los sectores elevados de la sociedad lo despreciaran por “grasa” y “populista” Ninguna acusación impidió que sus temas calaran en la cotidianidad de sus seguidores y que se traspasaran de generación en generación como íconos del amor: la sensualidad que el cantante exudaba provocaba histeria entre sus fanáticas, conocidas como “las nenas.

La reivindicación cultural de su figura llegaría de la mano del rock: en 1991, Charly García y Pedro Aznar lo convocarían para un tema y, años más tarde, una compilación en la que participaron los más destacados cultores del rock nacional lo homenajearon con versiones de sus temas. Se recordó entonces que el mismo baladista de “Rosa, Rosa” fue también el mismo que, con su grupo Sandro y los de Fuego, trató de introducir el rock al país en su primera época. El éxito no lo abandonó jamás. A pesar de no realizar manifestaciones políticas relevantes, en el último tiempo se mostró partidario de la mano dura y declaró, en sintonía con Susana Giménez, que “aquel que mata debe morir” Las largas filas que se produjeron para asistir a su velatorio en el Congreso señalan el vigor de una relación entre el público y su figura que no acabará con su fallecimiento.