Mujica estatiza la marihuana
Seguir
Un periodista del establishment internacional, Andrés Oppenheimer, acaba de caracterizar la iniciativa del gobierno uruguayo para que el Estado asuma el control de la producción y de la distribución del cannabis -mediante una empresa privada- como parte de las propuestas del “presidente guatemalteco, Otto Pérez Molina, y de los presidentes de Colombia y México” -todos gobiernos de derecha-, para liberar el comercio de estupefacientes (La Nación, 25/8). Es la línea que defienden el magnate financiero George Soros, el semanario The Economist y un sector significativo de la derecha de Estados Unidos.
El fin de una etapa
La escala de asesinatos por la droga en la frontera Estados Unidos-México- demuestra que el flagelo se ha desmadrado. La intervención de las fuerzas armadas ha alterado su carácter político. La brasileña Dilma Rousseff también lanzó plan de acciones militares contra el narcotráfico: por un lado, en las barriadas de las grandes ciudades; por el otro, en las fronteras -donde crecen las plantaciones ilegales.
“Según estudios oficiales, el 54% de la cocaína que ingresa en Brasil llega de Bolivia, mientras que el 38% lo hace desde Perú. En tanto, la mayor parte de la marihuana que se consume tiene su origen en Paraguay”. El gobierno brasileño aspira a ocupar el lugar dejado por los Estados Unidos y sus militares hablan de “nuestro Plan Colombia” (La Nación, 21/8). El crecimiento de los cárteles y del delito organizado asume un carácter regional, potencialmente explosivo. La legalización de las drogas aparece como un recurso último para enfrentar este impasse. Según Oppenheimer -y Mujica-, el crecimiento de la criminalidad vinculado con las drogas duras obliga a replantear la prohibición a las “drogas blandas”. La libre accesibilidad al porro separaría al usuario del consumo de drogas más pesadas y “debilitaría el narcotráfico”.
La contracara de la libertad
Sin embargo, el esquema de libertad contempla la inscripción de los consumidores en un registro de consumidores; a partir de cierto nivel de consumo, el usuario sería sometido a una rehabilitación compulsiva. El capitalismo albergaría un pabellón gigantesco de adictos a la droga, al lado del gigantesco que reserva para los desocupados. La sociedad quedaría convertida en un sistema de excluidos -esto en pleno derrumbe de las finanzas públicas. La “legalización” de la marihuana viene acompañada de una gigantesca regimentación de sus consumidores, por parte del Estado.
La izquierda y los sindicatos
La izquierda uruguaya y la central obrera del país, el PIT-CNT, apoyan el proyecto oficial. Traicionan una larga tradición histórica del movimiento obrero internacional de lucha contra el alcoholismo y contra el tabaquismo, por medio de sus organizaciones, la propaganda socialista y los métodos de clase. La burocracia sindical da otro paso por el camino de su función destructiva en el movimiento obrero.