Sociedad

19/7/1990|308

Mundial 90: “Vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a... ”

En la actualidad ningún acontecimiento político, cultural o social es capaz de tener atrapado casi durante treinta días a la mayoría de los países del mundo. El fútbol lo consiguió. Las condiciones cada día más paupérrimas de las masas no impiden que se practique el fútbol en todo el planeta, porque para hacerlo no se necesita ser socio de ningún club, ni equipos costosos, ni alquilar canchas. El fútbol sigue siendo en el mundo un asunto de potreros. Así es que de fútbol todos saben y todos opinan, acá en la Argentina, en los países árabes o en África. El fútbol es el deporte propio de los pobres.

El mundial es un opio

Cada cuatro años la FIFA arma el mundial y éste se transforma en el acontecimiento del planeta. Nadie del “gran mundo" está en contra, pues todos ganan con él. Los diarios la TV, las radios las empresas gráficas, los empresarios, los auspiciantes, los jugadores que van a la vidriera del mundo para luego cotizarse a nivel internacional, los técnicos con similares intereses. Los trabajadores, que no ganan nada con él, son manipulados durante treinta días, para beneficio de los gobernantes de turno, y por medio de cualquier golpe de efecto.

En 1978 a Videla le armaron un mundial para blanquear su política. En 1990, Menem trató de acomodarse a los resultados de la selección, durante 30 días se suspendieron guerras, se levantaron reuniones parlamentarias, las entrevistas de presidentes se realizaban en las tribunas, y hasta se paró la agitación de la izquierda a la espera de que pasara la “fiebre” del mundial. En fin, hubo una tregua de treinta días impuesta por los grandes capitalistas de la FIFA, con el acuerdo de todos los gobiernos del mundo.

El fútbol profesional es un gran negocio

Los capitalistas del fútbol no se rigen por los patrones que se rigen los hinchas argentinos. Para ellos no hay problemas de racismo, ni de norte y sur, o de países desarrollados y sub-desarrollados. En Italia juega la mitad de los integrantes del seleccionado argentino y la mitad del seleccionado alemán, el 90 por ciento del seleccionado uruguayo y el setenta del de Brasil. Austria, Holanda, Yugoeslavia, España e Inglaterra aportan lo suyo para este gran negocio que es el fútbol.

Estos viven en Europa con sueldos de miles de dólares, pero cada cuatro años, cuando se tocan los himnos de cada país son más “nacionalistas” que nunca, y no digamos si se lo chiflan.

Las circunstancias (no la calidad del juego) permitieron que Argentina pudiera ganarle a los locales europeos que tenían todo preparado para llegar a las finales, entre otras cosas porque son los verdaderos dueños del negocio del fútbol actual. A medida que se progresaba hacia la final, la prensa derechista italiana y argentina alimentó todo tipo de nacionalismo para incentivar la pasión de la población. Pero el mundial no le deja nada a los trabajadores. No es correcto identificar las movilizaciones que saludaron a la selección con un repudio a Menem, tampoco es un síntoma de tiempos y movilizaciones futuras

Fiesta

Las verdaderas epopeyas de los pueblos del mundo no están ni estarán impulsadas por manifestaciones manipuladas por las burguesías Como la canción de Serrat...“se acabó la fiesta". “Vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a sus riquezas y el señor cura a su misas". Los trabajadores vuelven a sus puestos. Los cables nos transmiten que en Italia habrá una huelga general contra la decisión de las patronales de no reconocer la escala móvil de salarios (24/6/90, La República) algo que no ocurre desde hace dos años. En Argentina se tendrá que seguir enfrentando las privatizaciones entreguistas de Menem, la reforma reaccionaria de Cafiero, la política de indultar a los genocidas. La republiqueta de Camerún será asediada por movilizaciones de los negros hambrientos, los holigans no son la política de la Thatcher, no es Kohl el representante de los que tiraron abajo el muro de Berlín.

Que se divierta el pueblo que no es sabio. Que festeje por algo no es malo, lo malo es alentar expectativas que sólo llegarán de la mano de la organización revolucionaria de las masas y no de las manipulaciones de los "comunicadores sociales”.