Sociedad

29/6/1994|422

Qué clase de fuerza de trabajo quieren las patronales

¿Cuál debe ser el objetivo de la educación?  Este debate, actualizado por la crisis del aparato educativo, la Ley Federal de Educación y el proyecto de Ley de Educación Superior, tiene activos protagonistas.  Estos no son —como una lógica ingenua supondría—  pedagogos, docentes, estudiantes, intelectuales, o padres de niños y jóvenes en edad escolar.  Son, en palabras de La Nación:  “Numerosas instituciones y entidades, entre las que se puede citar el Consejo Empresario Argentino, la Fundación Proyectos y Desarrollos, la Asociación de Bancos Argentinos, la Fundación Banco Crédito Argentino, la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas, la Fundación Banco de Boston y tantas otras, (que) han trabajado paralelamente, de distintas maneras, para acercarse a las aulas y ofrecer su aporte a la educación a través de investigaciones, seminarios o congresos destinados a generar un mayor conocimiento del hecho educativo, y también con el fin de brindar instrumentos útiles para el aprendizaje” (15/6/94).


El motivo de tanta solicitud empresarial sería el descontento de los empleadores con los candidatos que la escuela entrega al mercado de trabajo.  Para las organizaciones patronales y sus voceros, la crisis de la escuela sería la de una enseñanza con contenidos no vinculados con las necesidades del campo ocupacional, que, a su turno, se expresará en la  imposibilidad de equilibrar la oferta y la demanda en el mercado de trabajo.


Las soluciones que proponen las organizaciones patronales con el respaldo del gobierno consisten en incluir en la conducción de la enseñanza y en la formulación de sus objetivos a los empleadores, y  vincular a los estudiantes a la empresa mediante la realización de prácticas que los familiaricen con su futuro laboral.  Así han surgido las “pasantías” en empresas, destinadas a alumnos y profesores. Un ejemplo es el convenio suscripto entre la Unión Industrial Argentina y la Municipalidad de Buenos Aires, que para 1994 incorporó a 100 empresas, 3.200 alumnos y 300 docentes (La Nación, 15/6/94) a un sistema de prácticas, en el cual los alumnos trabajan en las empresas, por un viático de 120 pesos por mes.


Cabría preguntarse lo siguiente: 1) ¿debe ser el objetivo de la escuela responder a los requerimientos del mercado de trabajo?; 2) ¿qué tiene de diferente el trabajo contemporáneo, que hace que la escuela no pueda formar un trabajador competente?  ¿Acaso es más complejo que en el pasado, cuando los egresados de la secundaria podían conseguir un puesto sin prácticas previas y desempeñarse sin dificultades?


La respuesta afirmativa a la primera pregunta, restringe la formación escolar a la instrucción necesaria para trabajar.  Por eso las organizaciones patronales se arrogan un papel en la dirección de la enseñanza. Esta tendencia patronal se ha expresado (en la ley federal de educación) en la destrucción de la escuela secundaria, antesala de la universidad, y en su sustitución por la “polimodal”.  Esa respuesta también implica admitir que el aparato educativo deberá adecuarse a los ciclos del mercado y producir, al lado del desempleo y de la desocupación masiva, la correlativa clausura de las instituciones escolares.


En cuanto al segundo interrogante,  el desarrollo de nuevas tecnologías hace que en todos los ámbitos las tareas que realizan los trabajadores sean más sencillas que hace pocas décadas. El crecimiento en complejidad de las  máquinas y los sistemas administrativos va paralelo a la simplificación de los conocimientos necesarios para operarlos.  Lo que la clase patronal pretende es reducir la instrucción impartida por el sistema educativo a los conocimientos específicos o parcializados, considerando superfluo todo lo que contribuya a dar al niño y al joven una comprensión de conjunto del mundo que lo rodea, lo cual quedaría reservado a una elite de la clase dominante.


Pero es justamente esta simplificación de las tareas y el embrutecimiento que la misma significa, lo que requiere que los jóvenes amplíen su horizonte mediante conocimientos  indispensables para enriquecer la vida, en particular, para emancipar la vida del yugo del trabajo. Una sólida formación en lengua, que les permita expresar adecuadamente sus ideas y comprender las ajenas, historia, literatura, ciencias básicas, naturales y sociales, constituyen la herencia cultural humana de la que hoy debe apropiarse la juventud.


Cuál es la ventaja para las patronales de “unir el trabajo con el estudio” mediante las pasantías? Reducir sus costos, porque esta práctica “externaliza” para las empresas el costo de entrenamiento de nuevo personal y abarata el proceso de selección, trasladándolo a la etapa escolar. Hasta el presente, al incorporarse un trabajador, se admitía  que debía familiarizarse con el ambiente y las especificidades del nuevo trabajo —aun cuando pudiera tener experiencia— y las empresas preveían sistemas de entrenamiento para la asimilación de nuevo personal.  La pasantía realiza este objetivo sin generar una relación laboral, es decir, sin compromisos para la empresa (salario mínimo, obra social, aportes jubilatorios, indemnización, accidentes de trabajo, etc.), probando a los candidatos (semigratuitamente) antes de contratarlos.  Clarín informa sobre el programa de la UIA (19/6):  “De los 850 alumnos que hicieron pasantías el año pasado, el 20 por ciento quedó trabajando en las empresas”.


La propuesta patronal también apunta al disciplinamiento de los jóvenes.  La coordinadora de capacitación de las pasantías del Banco Roberts explica:  “También hay una exigencia en cuanto a su apariencia personal, que tiene que ser similar a la de los demás empleados del banco.  No va el pelo largo, ni colita, ni arito, ni nada por el estilo;  los varones tienen que venir con saco y corbata y las mujeres con una apariencia discreta (nada de jeans)… Algo que llama la atención es que los días de paro o desinfección van al trabajo todo el día, eso es responsabilidad” (La Nación, 26/6).  La pasantía del Roberts selecciona a los alumnos de mejores promedios, e informa que la mayoría queda luego como personal del Banco o de otras empresas del mismo grupo. Es decir que hay que cumplir condiciones de rompehuelgas ya en el inicio de la experiencia laboral. Los patrones quieren un personal horneado a su medida, directamente desde la escuela, y curas mediante, desde la cuna.


La finalidad de los planes (antieducativos) de los capitalistas es el abaratamiento de la fuerza de trabajo, su disciplinamiento y su mayor dependencia del mercado. Al limitar los conocimientos recibidos a aplicaciones prácticas sin sustento teórico, se los convierte en trabajadores descartables.