Sociedad

2/11/2018

River-Boca: el jefe ordena que “haya fiesta”

La superfinal de Boca y River por la Libertadores se ha colado, a su modo, en la crisis política. Horas después que el ministro de seguridad de Ciudad de Buenos Aires señalara que “no hay condiciones” para llevar adelante los dos partidos con hinchada visitante, la orden para hacerlo de este modo partió desde arriba, o sea, del mismísimo Macri. El clásico futbolero ha servido de excusa para que el presidente imponga un acto de poder personal, en medio de un gobierno fracturado por el derrumbe económico, las inciertas perspectivas electorales y, desde luego, el propio manejo de la “seguridad”, de cara a una inquietud popular que crece con la carestía, la recesión, los despidos y los tarifazos.


Naturalmente, no van a ser suficientes las exhortaciones de Macri para asegurar una “fiesta futbolística”, como él mismo prometió. La razón es clara: la violencia en el fútbol continúa a todo trapo, incluso después de la prohibición de entrada a los visitantes. Las muertes continúan, ahora, bajo la forma de los enfrentamientos intra-barras, que dominan las estadísticas de los últimos años. El hilo conductor de esta violencia conduce inevitablemente a los dirigentes del fútbol que manejan a los barras. Y, por esa vía, a los partidos políticos “de Estado” y a las burocracias sindicales, que emplean a las barras bravas como fuerza de choque para sus propias manipulaciones en los comités o sindicatos. Los jueces vinculados al oficialismo extorsionan a los Moyano por sus manejos económicos con la barra de Independiente. Desde luego, el macrismo no tiene nada que envidiarles: otro jefe de barras, Angelici, es a la vez el principal operador judicial del gobierno. En la Legislatura porteña, abundan los diputados oficialistas que pueblan las comisiones directivas de los principales clubes de la Ciudad.


Así las cosas, los choques del fútbol son apenas un subproducto de la inmensa violencia social y política del “orden” dominante. Pero esta caracterización nos ayuda a entender de qué modo se las arreglará Macri para intentar una “fiesta en paz”: seguramente, los jefes de las barrabravas serán convocados por sus jefes políticos y sindicales, para ensayar una tregua a cambio de prebendas económicas. Si el arreglo funciona –lo cual deberá superar las propias divisiones intestinas de las barras– Macri va a exhibir una fiesta que será, al fin y al cabo, una enorme ficción política.


En cualquier caso, 180 minutos por Fox Sport no le van a ahorrar a Macri y a sus cómplices el derrumbe de su gestión económica y política, del cual deberán dar cuenta los trabajadores.