Se viene el tarifazo en el fútbol
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El gobierno aduce que la supresión de Fútbol para Todos permitirá ahorrarle al Estado los 2.500 millones de pesos empleados hasta ahora para sostener la actividad, y que ese dinero podrá destinarse a educación o salud. Es mentira. En principio, porque las idas y venidas con la Superliga, y las luchas internas e internacionales por el control del torneo, han obligado a postergarlo hasta el año que viene, de modo que las arcas estatales seguirán desembolsando esa plata (esta semana se librarían los primeros 500 millones). Pero, además, se trata de un rescate de los mismos mafiosos que llevaron a la quiebra a los clubes y a la propia AFA. Esa quiebra, arancelamientos mediante, deberá ser pagada por los espectadores y por el pueblo trabajador en general.
Por otra parte, el gobierno, como le ocurre con casi todo lo demás, muestra dificultades importantes para controlar cosas que tienden a írsele de las manos. Después de alejar a Hugo Moyano al frente de la CGT y de AFA, y de haber impulsado por eso la Superliga, Macri se ha visto obligado a dar marcha atrás con el nuevo torneo y a conformarse con una comisión normalizadora en la AFA que le es afín, aunque no pudo imponer a sus primeras espadas, Fernando Marín y Graciela Ocaña. Sin embargo, también ese acuerdo de crisis amenaza con derrumbarse.
En Zurich, la jefatura de la Fifa toma ahora distancia de la comisión que ella misma avaló, sobre todo después de que salieran a la luz los antecedentes de algunos de sus miembros, como la barrabrava Carolina Cristinziano, vinculada además con las mafias del juego. Precisamente, la cuestión de las apuestas en el fútbol es otro de los motivos de esta pelea de perros (el financiamiento del fútbol con apuestas es un impuesto a la desesperación popular). Todo el asunto es, además, parte de una disputa internacional: la Superliga nació sin estatutos y con trece observaciones de la Fifa.
Crisis política
Ahora hasta se ha deteriorado el vínculo de Macri con Daniel Angelici, que después de todo no es un empleado del Presidente sino un señor con poder propio, como que es uno de los capitostes del juego y otras yerbas de mal olor. En ese punto toda la cuestión ahonda la crisis política en que se ha convertido el fútbol, porque Angelici tiene gente propia en la Side y vínculos también propios con el Poder Judicial.
Para darse una idea de por dónde van las cosas: Angelici se puso furioso por la designación de Armando Pérez al frente de la comisión normalizadora de la AFA, y a pesar de todas las diferencias que tiene con ellos se reunió en Miami, poco antes del partido de la Selección contra Haití, con Rodolfo D’Onofrio, presidente de River, y con Claudio “Chiqui” Tapia, yerno y ladero de Moyano, para presentar una línea de oposición al titular de Belgrano de Córdoba. Y Pérez, se debe recordar, es hombre de confianza de Macri.
En definitiva, el fútbol está simplemente tomado por camarillas en descomposición de empresarios, punteros políticos, manejadores de timbas, barrabravas y burócratas sindicales. En cualquiera de los esquemas manejados por estas bandas, los clubes medianos o chicos quedan condenados a desaparecer o a someterse definitivamente, y los grandes a convertirse, formalmente o no, en sociedades anónimas alejadas por completo de sus socios. Y, detrás de todo el asunto, pulpos internacionales como el de Ted Turner manejarán lo más sustancial del negocio, con los mafiosos locales de socios menores. El fútbol argentino será una sucursal de los torneos europeos, que a su vez se encuentran en una crisis terminal.
Un principio de solución a todo esto tiene que estar dentro mismo de las masas societarias de los clubes. De allí es necesario que emerjan organizaciones que empiecen a tomar en sus manos la expulsión de todas estas lacras. Y, en definitiva, el remedio último de todo esto estará en la reconversión del fútbol, como la de todas las demás disciplinas, en actividades deportivas al servicio del esparcimiento y de la salud física y mental del conjunto de la población; ésa es tarea de un gobierno de trabajadores.