El hecho ocurrió el fin de semana pasado en un taller clandestino del barrio de Flores. La mujer, que trabajaba en las peores condiciones de explotación sin ningún derecho laboral, logró escapar aunque sin su hijo, luego de que los dueños del taller se apropiaron de este tras el parto y obligaron a la madre a inscribirlo con el apellido del dueño del lugar. Luego de la denuncia el bebé logró ser rescatado del taller y restituido a su madre.

El trabajo esclavo en talleres clandestinos viene de larga data en los barrios del oeste de la Capital Federal; famosos son los talleres de Juliana Awada, empresaria y esposa del expresidente Macri.

El trabajo clandestino textil juega un rol fundamental en la economía, fogoneado por la crisis capitalista y usado para bajar los costos de los empresarios. Muchas veces estos talleres son usados de manera tercerizada por las grandes empresas que los contratan. Este caso demuestra hasta dónde son capaces de llegar las patronales en pos de mantener su tasa de ganancia, llevando a las obreras y los obreros a trabajar en condiciones paupérrimas, con salarios miserables, larga cantidad de horas y sin ningún tipo de cobertura.

Estas son las condiciones que impone la clase capitalista aduciendo “ no poder competir”, junto con el Estado que la avala.

De ser así los monopolios textiles deberían abrir los libros de toda la cadena industrial y comercial, cosa que no hacen ya que demostrarían los jugosos beneficios que se llevan.

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