Sociedad

2/5/2022

Un 0 kilómetro cuesta 36 sueldos, el doble que hace dos años

Los rodados se alejan cada vez más del salario.

La industria automotriz viene reportando una inflación fenomenal. Desde diciembre a la fecha, comprar un 0 kilómetro costaba seis salarios menos de lo que cuesta ahora. Así, actualmente se necesitan 36 sueldos para comprarse un “salido de fábrica” chico, el doble de lo que costaba hace dos años. Ahora bien, estas mediciones confeccionadas por Siomaa se hicieron comparando un salario “promedio” de $74.295 con respecto al valor promedio de un modelo chico en abril, contemplado en $2.687.809. No obstante, si lo que se pone en consideración es el salario mínimo a la fecha, hacen falta 69 retribuciones para alcanzar el precio de un motorizado. En tanto, el crecimiento del precio de los automóviles se viene calculando a razón de un 5% mensual como piso.

Pero como si el dato de tamaña disociación fuera poco, estas cifras están hechas con los precios oficiales. Los precios que paga el cliente son de por sí más caros, por la falta de unidades en las concesionarias (Ámbito, 29/4). Es decir, el divorcio entre el 0 kilómetro y el salario es con toda seguridad mayor. El alcance de la degradación al poder adquisitivo es peor, claro, si se pondera la imposible capacidad de ahorro de un trabajador para hacerse de un motorizado; puesto que ya de por sí una canasta básica cuesta más que el doble que el haber más bajo.

En este marco, las empresas automotrices están reportando un negocio redondo. En el primer trimestre de 2022 subió la producción y la exportación de rodados, pero la venta en el mercado interno cayó, según dio a conocer la Asociación de Fábricas Automotores (Adefa).

Si se compara con un criterio interanual, este año se elaboraron al primer trimestre un 17,7% más de unidades que en 2021. Pero en el período las exportaciones crecieron un 9,3%, mientras que las ventas a concesionarios locales decayeron un 8%. Es precisamente este derrumbe salarial de los trabajadores argentinos de lo que se valen las multinacionales del sector para montar plantas de ensamble de autopartes a costos más bajos que en otro países, para luego exportar el producto final.

Así, sus pataleos se enmarcan en el cuadro creciente de fricciones entre distintos sectores de la burguesía, ya no solo industriales, con las implicancias del acuerdo con el FMI. Los capitalistas nacionales de todo pelaje reclamaron en la primera línea la aceleración de un acuerdo con el Fondo, a la espera de que eso mejore la capacidad para acceder al mercado crediticio y favorezca su rentabilidad. Pero ahora ninguno quiere acatar condicionamientos como el retiro de subsidios, limitaciones a las importaciones o suba de impuestos. Quieren preservar condiciones óptimas para sus negociados, que son, como se ve, en detrimento del mercado interno y de cualquier perspectiva para el desarrollo del país.

De lo que no caben dudas es que el acuerdo con el Fondo condiciona toda la vida económica, social y política de la Argentina. Este verdadero plan de guerra contra los trabajadores, que son quienes pagan por todos los flancos el grueso del ajuste, se expresa con la licuación salarial previamente descripta. La capacidad del poder de compra de los asalariados se deteriora a pasos agigantados en cuestión de meses e incluso hasta de semanas.

Se corrobora mucho más claro que es imperioso hacer añicos el pacto con el FMI y transformar al país desde sus bases. Por caso de las automotrices se hace necesario abrir los libros de las empresas para corroborar los costos reales de producción y los márgenes de ganancia, al igual que los costos financieros que imponen las concesionarias, y facilitar planes de financiamiento a tasas accesibles. A su vez, esta disparidad entre el poder adquisitivo del salario y un bien como un vehículo retrata la importancia de la lucha planteada en las paritarias. Hay que recomponer el salario llevando el mínimo al costo de una canasta básica familiar. Estas tareas solo podrán protagonizarlas los trabajadores.