Sociedad
15/11/2022
Entre Ríos
Un niño de ocho años, que buscaba comida en un camión de basura, murió atropellado
El retrato de un régimen que se ha vuelto una amenaza para las infancias pobres.
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Basural municipal de San Martín, Paraná.
Para Chicha y sus amiguitos, la única forma de tener en sus manos un combo de hamburguesa con papas fritas, lo que muchos niños describirían sin dudarlo como su comida favorita, era subiéndose al camión recolector que transportaba, entre otros residuos, las sobras de un reconocido local de comida rápida ubicado en el centro de Paraná, provincia de Entre Ríos.
Había que esperar al camión dos o tres cuadras antes de que llegara al basural a descargar y así tener tiempo de agarrar lo necesario. Tenían todo estudiado: alrededor de las 19 horas debían apostarse en el camino, listos para trepar ni bien apareciera el vehículo que contenía esos “manjares” que se muestran irresistibles en las publicidades de la tele, pero que sus familias en contadas ocasiones podrán comprarles, porque lo que vale un combo es lo que ganan luego de todo un día de trabajo, recogiendo objetos de la basura y vendiéndoselos al chatarrero.
En uno de esos rituales diarios, donde se combinaban las travesuras de la niñez, el hambre y la frustración de no poder acceder a los mismos placeres que otros niños de otra condición económica, Víctor “Chicha” Sebastián Barreto, de tan solo 8 años de edad, perdió la estabilidad arriba del recolector de basura, cayó al suelo y fue atropellado. Falleció en el acto, por culpa de ese pozo en la calle que hizo tambalear la estructura del camión, pero por sobre todo culpa de los políticos capitalistas que condenan a ese grupo de niños de aquel rincón del litoral, y a tantos otros a lo largo y ancho del país, a pasar sus tardes en las inmediaciones de un basural en busca de comida.
No se hicieron esperar las voces inquisidoras que señalaron a la madre de la víctima, acusándola de haberlo “dejado solo”. Moneda corriente en este régimen social que se empeña en vulnerar a las infancias pero crea un imaginario colectivo para que la responsabilidad recaiga siempre sobre las mujeres. Ahora bien, la vida de Chicha no hubiera estado en riesgo si el Estado construyera en cada localidad dispositivos de socialización de la crianza donde dejar a los hijos durante la jornada laboral, tales como clubes y sociedades de fomento. En ese sentido, algunas madres del barrio concentraron frente a la Municipalidad, reclamando que habiliten un espacio para que los niños “dejen de andar en la basura y se eviten más tragedias”.
El destino trágico de Chicha fue forjado al calor de las políticas de ajuste que aplican los gobiernos. Las cosas hubieran sido distintas si su madre no se viera obligada a revolver los residuos para ganarse el pan y hubiese tenido acceso a un empleo genuino, o bien, si las necesidades alimentarias de las niñeces estuvieran resueltas y no como ocurre en la actualidad, donde más de un millón de chicos en Argentina deben privarse de alguna comida diaria por falta de recursos económicos, y el 50% del total está sumido en la pobreza.
La muerte que se llevó a Chicha a tan temprana edad acecha a los niños pobres con más perseverancia que al resto, porque están expuestos a innumerables peligros, propios del lugar de clase que les tocó ocupar en esta sociedad cuyo eje rector es la explotación y la barbarie. Con lo cual, debemos organizarnos para transformarla si queremos que el hecho que hoy enluta a la ciudad de Paraná no vuelva a ocurrir.
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