Sociedad

30/4/2003|798

Una carcajada que promete

El Argentinazo de diciembre de 2001 había sacudido duramente el esquema de representación política que la gente suele tener. Desde entonces, las organizaciones de lucha gozaron, en gran medida, de la condición de representantes de la voluntad popular y de los reclamos del pueblo en lucha. Uno de los objetivos de estas elecciones fue, justamente, intentar derrumbar esa autoridad política y volver a vestir a los partidos patronales, y en particular al nuevo gobierno, con la representación política de la voluntad popular.


Más de uno se preguntará entonces qué paso con el “que se vayan todos”. ¿Cómo puede ser que la misma gente que llenó la Plaza de Mayo en las movilizaciones de diciembre del 2001 y que se movilizó durante muchos viernes seguidos (o aplaudía a los que lo hacían) haya votado nuevamente por alguna de las variantes de los partidos patronales?


¿Cómo puede ser que el “que se vayan todos” haya podido transformarse en un aval electoral a todos los que se tenían que ir?


Los cínicos de siempre no han tardado ni un segundo en saltar para imputarle a la gente un masoquismo de fondo. Lo más grave del caso es que, además, se creen con alguna autoridad para hacerle críticas o reclamos a la izquierda, achacándole la responsabilidad de no haber podido sacar a las masas de su ignorancia/masoquismo.


Uno de los problemas que se presenta en estos casos, entonces, es cómo articular la subjetividad en juego en las grandes movilizaciones populares, verdadera enunciación del “que se vayan todos”, con el desmentido que el resultado electoral supondría para la idea de una reflexión y maduración política colectiva de la gente.


Esa contradicción se basa en la falsa ilusión de que el voto popular implicaría el ejercicio de un libre albedrío. La ilusión consiste en creer que el que vota “sabe” lo que vota y no padece de condicionamientos ni sociales ni económicos.


Cuando se plantea este problema surge la impugnación abstracta de si no será ése un recurso retórico para simplemente justificar una votación minoritaria.


Quisiera ilustrar con una anécdota que, aunque parcial (como toda anécdota), quizá muestre las condiciones subjetivas de la gente.


Mientras hacía la cola para votar, había una pequeña niña que se interesaba en todo el proceso y le hacía preguntas a la madre, quien le explicaba con paciencia y cariño, los pormenores del trámite burocrático: “Tengo que presentar este documento”, “me ponen un sello aquí”, etc. Al ver que yo prestaba atención a la conversación con su hija, me aclara: “lo que todavía no puedo explicarle es por qué voto y por quién”. Finalmente, llegamos a la mesa de votación y cuando la madre termina de colocar el sobre en la urna, y le devuelven su documento, la niña pregunta “¿y ahora, cómo sigue esto?”, lo que provocó la carcajada general de todas las personas que estábamos ahí.


Creo que esa carcajada general revela que la dificultad que tenía esa madre para explicarle a su hija por qué votaba y por quién era una situación compartida. Esa carcajada general demostró que la gente votaba teniendo que elegir entre las opciones que les impusieron. Los medios de comunicación masiva, constantemente redujeron la oferta electoral a 5 ó 6 candidatos y borraron de sus espacios todas las campañas de izquierda. Pero también revela que lo hacía sin convicción en quienes votaba y que el esquema mental de la representación política, fundada en las elecciones burguesas, no ha podido ser reconstruido totalmente. Las rajaduras que ha introducido el Argentinazo siguen latentes y a la espera de las próximas luchas. Creo que esa carcajada general dice más sobre la “conciencia” de la gente que todos los aburridos sermones que el establishment intelectual pretenderá hacerle a la izquierda revolucionaria.