Sociedad

2/1/2024

Worldcoin y el negocio de la identidad

Cientos de miles de argentinos hacen cola para vender sus datos biométricos.

Worldcoin.

En las últimas semanas del 2023 una postal se adueñó de algunas de las grandes urbes del país: largas colas de personas, en su gran mayoría de bajos recursos económicos, para vender sus datos biométricos a cambio de unas cuantas criptomonedas. La iniciativa es impulsada por Worldcoin, empresa liderada por el presidente de Open AI (inteligencia artificial), Sam Altman, con el supuesto propósito de crear la red financiera y de identidad más grande del mundo.

El procedimiento consiste en bajarse la app de la empresa para luego acceder a uno de los puntos de sustracción de datos, donde por medio de un artefacto denominado “orbs” se captura la imagen del iris de cada participante a cambio de una suma de 25 Worldcoins, cuyo valor supera al del dólar (actualmente 3,72 dólares) y oscila conforme avanza el mercado.

Se estima que en la Argentina más de 360.000 personas realizaron este procedimiento, dentro de las 2,85 millones de todo el mundo (operando en 11 países), con concentraciones y largas filas en shopping, plazas, boliches y grandes centros.

En nuestro país se destacan largas filas en concentraciones urbanas preseleccionadas (Buenos Aires, Mendoza, Bariloche y Córdoba, entre otros), donde existen mayores penurias económicas y donde la gente se muestra “predispuesta” a participar impulsados por las necesidades económicas y la falta de dinero.

Un trasfondo poco claro

Los creadores de Worldcoin aseguran que el proyecto no tiene segundas intenciones y que solo busca crear un sistema de identificación mundial más confiables –el iris del ojo humano es único e irrepetible- y una red financiera inclusiva, que pueda dar lugar a políticas globales como un eventual ingreso básico universal. Sin embargo, escasea la información respecto al uso y almacenaje de los datos biométricos “adquiridos”.

Si bien desde Worldcoin aseveran que no almacenan ningún tipo de información personal ni copia del iris –con el cual se crearía un código alfanumérico único e irreproducible- no se explica por qué medios evitarían que una persona repitiera el procedimiento sin contar con tal información.

Cabe destacar que la información biométrica sustraída es inmodificable, por lo que su “cesión” a una empresa privada transnacional coloca en una situación de extrema vulnerabilidad de la privacidad e identidad de los participantes, en caso de establecerse un mercado mundial donde el sistema de Worldcoin se imponga.

Desde la empresa que conduce Altman buscan justamente crear una base suficiente de usuarios para legitimar su sistema como un nuevo procedimiento global de identificación y autentificación de datos personales, lo que podría enlazarse con otros mecanismos como billeteras virtuales, bancos, compras por internet, etc.

Lo que ahora aparece como una adhesión “voluntaria” y remunerada, podría convertirse, de prosperar, en una imposición para acceder a servicios virtuales y financieros, como ocurre actualmente con la identificación biométrica que realizan entidades bancarias y organismos gubernamentales.

Altman y compañía quieren estar a la cabeza de dicho proceso, por lo que acuden a comprar identidades allí donde más priman las necesidades y donde la legislación que protege la identidad es más escasa y/o vulnerable, como Latinoamérica y África.

En algunos países de Europa han sido interpelados por el Estado e incluso allanadas sus oficinas. En Kenia suspendieron el proyecto ante las dudas por privacidad. En Argentina, en cambio, operan con libertad, con imágenes que son propias de una película de ficción distópica.

El solo procedimiento de los titulares de Worldcoin despierta dudas legítimas sobre sus verdaderos intereses, en un mundo dominado por el mercado y los negocios privados. Ninguna política digital de este tipo puede contrarrestar los efectos de un sistema que hunde en la pobreza y el hambre a miles de millones de personas, sino solo beneficiar a un puñado de capitalistas explotando las necesidades y derechos más elementales del pueblo trabajador.

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