Universidad

18/7/1996|503

Confirmado: carambola a tres bandas en la UBA

El  plan de reforma general de la UBA, destinado a ajustar su funcionamiento a las exigencias del Banco Mundial y de la ley menemista de enseñanza superior (ver Prensa Obrera Nº 500), recibió la semana pasada el apoyo formal de los representantes del Frepaso. Adriana Puiggrós, especialista en temas educativos del agrupamiento centroizquierdista, celebró la iniciativa, que —afirmó—  “implica grandes ventajas”. Según tal versión, “acortando las carreras se las adecua a las tendencias internacionales”, y al estudiante, cuando “le dan un diploma,  se lo califica y se le reconoce que estudió” (Clarín, 23/6).


Las “tendencias internacionales” no existen en el limbo, son las que marca el gran capital. El Banco Mundial recomienda el “acortamiento” de las carreras, precisamente, como un recurso para redireccionar los fondos públicos en favor del subsidio y las prebendas a las corporaciones capitalistas. Las “tendencias internacionales” de las reformas educativas, además, tienden a “ajustar” la formación educativa a la desvalorización  y superexplotación del trabajo en la sociedad actual.


Es esto mismo lo que promueve la reforma de la UBA, al reducir el tiempo de estudio de las carreras  a  4 años, divididos, a su vez, en dos “ciclos cortos” . No se procura retener al estudiante, sino organizar la rápida deserción, evitando promover la formación cultural más extensa y adecuada al avance del conocimiento científico de la época. Las cumbres más elevadas de la enseñanza superior se reservan, en cambio, para una elite que pase por todos los ciclos “previos”  y disponga de los recursos para el arancel que le cobrarán en el “posgrado”, que es,  también,  lo que se quiere generalizar en la UBA. Embrutecimiento precoz y el pago del servicio educativo a costa del salario, éstas son las “tendencias internacionales” que el Frepaso celebra.


Como la zanahoria delante del burro, se pretende contentar a los estudiantes que deben acceder a un diploma profesional luego de una carrera de 5-6 años, con un sucedáneo que le otorgarían cada 2 años. Esto no es calificación sino descalificación. Ahora se sabe, inclusive, que al culminar el “ciclo de base” no sólo habría una “diplomatura”, sino también una “tecnicatura”, como lo denominan los documentos que circulan en la UBA. El primer diploma le correspondería a quien complete 12 materias del “ciclo de base” o inicial, el segundo diploma “técnico” a quien complete 9 materias. No habrá un diploma sino muchos, porque según aclaró el rector Schuberoff, “más que una instrucción general se promoverá un traje a medida según las necesidades que advierta cada alumno”, que podrá armar su propio plan de estudios.


El propósito de esta súbita propagación de diplomas es encubrir la total desjerarquización de los títulos universitarios, que pasarían a ser como todas las truchadas que promueve la más diversa cantidad de institutos que prometen a la juventud formarse como “técnicos” en  menesteres como hotelería, corte y confección, reparación de  electrodomésticos, etc. Para ser más claro, Schuberoff aclaró que es el “mercado el que exige estos títulos intermedios” (La Nación, 19/6), o sea, el plan de Menem y Cavallo, o lo que es lo mismo, para usar la terminología de la especialista del Frepaso, las “tendencias internacionales del capital financiero y el imperialismo”.


Más desocupados


Pero mientras Schuberoff y sus admiradores piensan que, aceptando la exigencia del “mercado”, asegurarían, por lo menos, un trabajo al poseedor del flamante “título intermedio”, lo cierto es lo contrario. La introducción del “posgrado” plantea el peligro de que se devalúen las carreras de grado, al punto que ya no sirvan para acceder al mercado laboral: “hasta hace poco lo único que garantizaba el acceso al trabajo era la carrera universitaria completa, ya que el sector de los graduados universitarios fue el que menos sufrió  las altas tasas de desocupación; a partir de ahora se corre el riesgo de que se traslade la diferenciación a quien no tiene posgrados” (Daniel Filmus en Clarín, 30/6). Lo único claro es que, “al acortar la carrera de grado y establecer el posgrado como requisito para la especialización, la propuesta de la UBA pone en duda la gratuidad de los estudios universitarios” (Clarín, 30/6).


No  debe extrañar, entonces, que el hombre que acaba de ser elegido para combatir al “corrupto menemismo”, haya pergeñado sus cambios en la universidad para “promover un diálogo franco y sincero con el gobierno” (La Nación, 3/6) . El menemismo aprovechó, entonces, para avanzar e impulsó el Consejo para la Transformación de las Universidades Argentinas, “con respaldo del Presidente”, integrado por varios rectores, encabezados por el del Comahue, Pablo Bohoslavsky, y con el fin de imponer en los claustros “los objetivos políticos del Poder Ejecutivo”(ídem). Sabe que ara en el terreno de “opositores” devaluados, de la misma manera que los títulos que pretenden repartir en el futuro, como los espejitos de Cristóbal Colón.