Universidad

15/10/2019

La involución política de la juventud altamirista

Los autodenominados “jóvenes de la Tendencia del Partido Obrero” publicaron recientemente un texto titulado “carta abierta a la UJS” que por su extensión y por la cantidad de temas que pretende abordar, hace las veces de texto fundacional. Como tal, llama la atención, primero, por lo despolitizado y, segundo, por el retroceso que significan las posiciones levantadas.


Adiós al marxismo


En 25.000 espacios, no hay una caracterización de la situación política ni del estado de la lucha de clases. Cuál es la situación del movimiento estudiantil hoy, cuáles son las corrientes que intervienen en su seno, por donde pasa la lucha de tendencias, son todas preguntas que no parecen importarles a los jóvenes del grupo de Altamira. Así, el análisis concreto de la situación concreta, que es lo que caracteriza al marxismo, es reemplazado por la verborragia (pseudo)revolucionaria, un procedimiento que tipifica a una secta propagandística.


La falta de cualquier tipo de rigor en el análisis se ve en una máxima de este grupo: alcanza con suponer algo para que sea cierto. De esta forma rompen un principio elemental, no ya del marxismo, sino del pensamiento científico en general, a saber, las derivaciones lógicas de una afirmación son ciertas sólo si la afirmación original es cierta. Sin cumplir esto no se va más allá de las especulaciones. Así afirman que “la dirección del PO llegó a la conclusión de que sería posible sustituir a la clase obrera como sujeto revolucionario, y a su partido, por un aparato de composición y programa pequeñoburgués” sin aportar ninguna evidencia más que un debate de hace 5 años atrás, donde fue Altamira el que negó el papel de la clase obrera en la revolución cubana. Sin ninguna preocupación por contrastar sus “tesis” con los hechos, derivan adentro de sus cabezas que la UJS tiene una política pequeñoburguesa.


Lamentablemente para nuestros críticos, esta UJS ha estado presente en cada paro y en cada acción de lucha de la clase obrera, dormimos en la puerta de Interpack, estuvimos junto a los despedidos de PedidosYa y le pusimos el cuerpo a los acampes del movimiento piquetero. En Filo, bajo nuestra dirección, el centro de estudiantes se asoció a los no docentes precarizados por Morgade, lo mismo en Medicina con la lucha de enfermería, y en todas partes promoviendo el apoyo y la unidad con las luchas docentes. Estos hechos bastan para mostrar la poca seriedad con la que esta gente hace sentencias rimbombantes. Pero en verdad la política proletaria de la UJS está determinada por algo mucho más importante que la justa solidaridad con las luchas obreras: la lucha política al interior del movimiento de la juventud desenvolviendo sus propias reivindicaciones contra el Estado y las corrientes capitalistas. Es que la unidad revolucionaria del movimiento estudiantil con la clase obrera no va a surgir simplemente de la solidaridad, sino de la convicción de que sólo un gobierno de trabajadores puede darle una salida a sus propias aspiraciones. Y el movimiento estudiantil puede llegar a esta conclusión si en su propia experiencia encuentra un punto de confluencia con el socialismo revolucionario. Este es el gran valor que tiene la acción de la UJS en el movimiento estudiantil, la lucha política contra la derecha y el nacionalismo y la pelea por los centros de estudiantes que –como ya veremos- este grupo ahora parece despreciar.


Crisis de dirección


El texto cita la famosa frase de Trosky sobre la crisis de dirección, pero la vacía por completo de un contenido concreto. Cuando Trosky escribe el Programa de Transición había millones de obreros en todo el mundo referenciados en la Internacional Socialista y en la Internacional Comunista. Como estudiamos en el último Campamento de la UJS, en Francia y en España una política revolucionaria de esas direcciones hubiera bastado para llevar a la clase obrera al poder. Este era el carácter concreto de la afirmación de Trotrsky. Hoy no hay internacional y nuestro partido, a pesar de que se ha ganado un lugar indiscutible en la clase obrera y el movimiento popular de nuestro país, es aún una expresión minoritaria. La vigencia de la crisis de dirección es indudable, pero hay que ver concretamente como se expresa hoy y en nuestro país. No pretendemos acá zanjar la cuestión, pero evidentemente habría que citar el dominio de la burocracia sindical sobre el movimiento obrero y el hecho, nada menor, de que el 97% de los trabajadores acaban de votar en las elecciones por partidos capitalistas. Para los seguidores de Altamira, estas cuestiones no merecen ninguna reflexión, lo que los lleva al ridículo de reducir la crisis de dirección del proletariado a… que Altamira se fue del PO. En el fondo no es más que una manipulación para justificar el curso rupturista.


¿De qué estás hablando Willis?


 “En dúo con la conducción de la AGD, estas direcciones partidarias llevaron hacia un extremo una política conservadora. Así como a nivel general se bloqueó la posibilidad de que la izquierda aparezca a la cabeza de una lucha política frontal contra el gobierno, en la Universidad, se ha desechado todo camino de poner en pie de lucha a los estudiantes y docentes.” Nuevamente, el texto no aporta ninguna evidencia para justificar semejante conclusión. Permítasenos aportar algunos datos.


A lo largo del primer cuatrimestre, en un cuadro dominado por la tregua absoluta de la burocracia sindical de todos los pelajes, la AGD convocó 15 jornadas de huelga. Más significativos aún son los 4 paros convocados desde el 11/8 desafiando el llamado de Alberto Fernández de dejar las calles y apostando a una intervención independiente de los trabajadores en la transición abierta. Por otra parte, el bastardeado Congreso Extraordinario de la FUBA se inició con una marcha a la Plaza de Mayo y la UJS intervino con su plebiscito, en las comisiones y en el plenario general apostando a la continuidad del plan de lucha hasta derrotar a Macri, el FMI y los rectores. Basta con “scrollear” las publicaciones de la UJS o buscar nuestras contribuciones en Prensa Obrera para comprobar nuestro esfuerzo sistemático por poner en pie de lucha a estudiantes y docentes.


Lo que evitan los rupturistas con sus sentencias es dar cuenta de las dificultades con que nos topamos en función de desarrollar esta perspectiva, es decir, de un análisis concreto de la situación política y del estado de ánimo de las masas. ¿Qué respuesta tenemos cuando pasamos por cursos llamando a ponernos en pie de lucha? ¿Cuál fue el nivel de acatamiento de los 19 paros convocados por AGD? ¿Cómo impactó en la universidad la expectativa electoral y la tregua de la burocracia sindical? Para Lenin, la agitación era un “diálogo con las masas”, es decir, que una intervención política revolucionaria debe servir para desenvolver un planteo, pero también como instrumento de medición. Por el contrario, el juicio liquidacionista (“política conservadora”) es el hermano gemelo de la autocomplacencia. En ambos casos se abandona la tarea militante que implica contrastar las caracterizaciones con la realidad y criticarlas en función de ajustar consignas y planteos, y se la reemplaza por la jactancia, que para lo único que sirve es para sentirse cómodo con uno mismo.


Viva la lucha política e ideológica


“Durante todo el año se evitó desarrollar una lucha frontal en relación al lugar que ocupa el nacionalismo en la estructura del régimen de poder de la universidad reemplazándola por una disputa ´ideológica´ o de discursos, en clave electoral” afirma el texto, una vez más, sin aportar ningún elemento que permita arribar a esa conclusión. Tan ridícula es la afirmación, que lo único que nos pueden decir respecto al rol que ocupa el nacionalismo en la estructura del régimen universitario lo copiaron de Prensa Obrera. ¿Qué fue nuestra campaña electoral en Exactas o en Filosofía y Letras, sino una lucha frontal contra la política privatista y precarizadora de los decanos kirchneristas? Como consejero superior, me ha tocado desarrollar personalmente la “lucha frontal” con los decanos kirchneristas, en el debate sobre el presupuesto, sobre las reformas de las carreras, ante los convenios con el Banco Santander o ante el lanzamiento de becas financiadas por empresas y así lo plasmé en distintos artículos en nuestro periódico.


Pero a este grupo no parece importarle lo que efectivamente está escrito ni lo que fue dicho. El desprecio a los “discursos”, vale decir, es un desprecio a la lucha política cuya forma por excelencia es justamente la disputa de discursos. De cara al Congreso Extraordinario de la FUBA, la UJS redactó un programa para el movimiento estudiantil que concentra nuestra estrategia de independencia política y fusión con la clase obrera y, al mismo tiempo, desarrolla una plataforma de reivindicaciones transicionales para la universidad. Fue el planteo que llevamos a las comisiones y al plenario del general del Congreso, en abierta confrontación con el kirchnerismo. No conocemos la opinión de la “tendencia” respecto a este programa. Al parecer no tendría importancia, ya que perdimos la votación en el Congreso. ¿Se puede ser tan canalla?


En un texto anterior, este grupo había propuesto que el Congreso de la FUBA debía resolverse mediante un compromiso con el kirchnerismo, poniendo un signo igual entre La Cámpora 2019 -agente del régimen universitario y de Alberto Fernández- y la CCC o el MTR del 2001 que impulsaron con nosotros las Asambleas Nacionales Piqueteras. El absurdo es completo. ¿Una lucha abierta contra el kirchnerismo en términos estratégicos, políticos e ideológicos en la que quedamos en minoría sería una adaptación, pero una componenda tras bambalinas que evita que se pongan de manifiesto las divergencias sería una política revolucionaria? Vale decir que esto era exactamente lo que quería el kirchnerismo. Hay que reivindicar la política de la UJS que, estando en minoría frente al nacionalismo burgués, hizo todo a su alcance para transformar el Congreso Extraordinario de la FUBA en una vidriera hacia el movimiento estudiantil donde se expusieran programas y estrategias opuestas.


Una reflexión más. La lucha ideológica que los rupturistas desprecian tiene un valor particularmente importante en el movimiento de la juventud. Es que mientras para el obrero, el socialismo es una cuestión de clase (lo cual tampoco borra el papel de la pelea contra la influencia ideológica de la burguesía), para el estudiante es esencialmente una posición ideológica. Este problema lo hemos estudiado, también, en un campamento reciente de la UJS. El movimiento estudiantil o “la juventud” no es una clase social y no tiene, per se, un interés histórico definido. Que el movimiento estudiantil adopte el punto de vista (la ideología) de la clase obrera no es una consecuencia mecánica de la lucha contra el régimen universitario. El derrotero del movimiento reformista que en buena parte terminó con Uriburu, es una enorme lección en este sentido. Con el desprecio por la lucha ideológica, es decir, de la lucha por desarrollar una conciencia socialista en el movimiento estudiantil, los jóvenes altamiristas retroceden a las posiciones de Deodoro Roca y Haya de la Torre que le asignaban a la juventud un papel revolucionario “per se”. En este punto, la “disputa ideológica” entre Mella y Haya de la Torre es posiblemente la mayor enseñanza que nos dejó la Reforma Universitaria.


Excusas para la claudicación y el faccionalismo


En otro pasaje de fantasía, el texto afirma: “El desbarranque de la organización fue ´lubricado´ por el aliento –desde el CC– hacia el arribismo y la promulgación de rentas por doquier. Naturalmente esas rentas son de índole distinta. En muchos casos los precarios empleos que ofrece la posibilidad de administrar los centros de estudiantes y la federación han actuado como punto de apoyo para el desarrollo de esta ´conciencia´ de aparato.”


En primer lugar, digamos que sorprende la afirmación viniendo de personas que con más de 25 años no han tenido otro trabajo en su vida más que “los precarios empleos que ofrece la posibilidad de administrar los centros de estudiantes”. En segundo lugar, ¿de qué arribismo hablan? ¿cobrar $80 por hora por sacar fotocopias? 


Los jóvenes altamiristas han comprado todas las posiciones pseudo-autonomistas que el PTS viene rumiando hace años no sólo contra la administración de los espacios de los centros, sino respecto del lugar de los centros como organizaciones de masas del estudiantado. Esto se ve con más claridad, cuando el texto reduce la victoria del rectorado en las elecciones de la UBA, a “la conquista de la Franja Morada y el peronismo de los ´aparatos´ de los centros de estudiantes”. ¿O sea que ahora los centro de estudiantes son aparatos? No compañeros, los centros son órganos creados por el movimiento estudiantil para la organizarse de forma independiente. Si las fuerzas del régimen se apropian de nuestras organizaciones damos una pelea implacable por recuperarlas, no nos consolamos diciendo que se trata solo de “aparatos”. La posibilidad cierta de que ante las convulsiones sociales y políticas por venir, el movimiento estudiantil pase por encima de las conducciones electas no puede llevarnos a despreciar el papel los centros y federaciones. La experiencia de la huelga docente neuquina del año pasado que pasó por encima de la burocracia K e impuso la indexación trimestral del salario fue formidable, pero la victoria posterior de la burocracia en las elecciones no dejó de ser un golpe para ese movimiento.


Finalmente, este autonomismo vulgar no tiene otro fin que justificar una política faccional y, por lo tanto, una claudicación ante la derecha y el kirchnerismo. Recordemos que durante las elecciones, este grupo dedicó sus fuerzas a hacer campaña contra la UJS en Veterinaria, uno de los 2 centros de estudiantes que retuvo la izquierda. Somos lo que hacemos, no se olviden.


Entre el oportunismo y el sectarismo


Los rupturistas han procedido de conjunto con la siguiente lógica: quiero justificar una ruptura, entonces busco donde puedo forzar una delimitación con la política del PO y la UJS. Esto los lleva a bandearse entre el oportunismo (frente con el kirchnerismo) y el sectarismo más abyecto. Una ilustración cabal de esta tendencia sectaria es la crítica infantil, que nos realizan en otro texto, por haber votado en el Consejo Superior de la UBA a favor de la distribución de 875 rentas para docentes ad honorem.  Los argumentos esgrimidos, “son insuficientes”, “la distribución la fijó el rectorado”, son de un ultimatismo antiobrero. ¡Cómo si bajo el capitalismo alguna conquista fuera suficiente! Todos aprendimos en los cursos del Estado del PO, que cada vez que arrancamos un derecho el Estado se encarga de limitarlo y regimentarlo, pero ¿cómo vamos a rechazar lo que es una conquista de la movilización de los trabajadores? Nos apoyamos en esa conquista y denunciamos sus límites, para seguir desenvolviendo la lucha desde un escalón más alto. Mostramos que la organización y la lucha sirven, que nos permiten avanzar, y al mismo tiempo que sin una trasformación del Estado y la sociedad toda victoria es limitada y transitoria. Así se forja una conciencia revolucionaria, ¿no es algo elemental? En este caso, además, fue una conquista especialmente de la AGD, que fue el único sindicato que batallo incansablemente por el salario para los ad honorem, cuando las burocracias sindicales se negaban siquiera a afiliarlos. Esta gente pretendía que le regalemos a Barbieri el crédito por lo que fue una victoria de la movilización docente y del clasismo y que votemos en contra de que 875 docentes cobren. 


La reiterada crítica al uso del lenguaje inclusivo es otra muestra de un grupo que no tiene ninguna intención de tender un puente con los movimientos de lucha.  Todos sabemos que la transformación del lenguaje no significa en sí mismo una transformación de la realidad, pero ¿cómo no vamos a valorar el acto de rebeldía de una joven que choca contra un lenguaje que no deja de ser la expresión simbólica de un régimen opresivo? ¿Para qué autoimponernos una barrera a la hora de dirigirnos a ese fabuloso movimiento que le torció el brazo a la Cámara de Diputados? ¿Lo haríamos encima, en nombre de la Real Academia Española? Es un despropósito completo. Los defensores de la RAE, son incapaces además de captar el movimiento de las cosas. Porque si la crítica al lenguaje es un punto de partida para una crítica a la realidad que engendra ese lenguaje (y la experiencia del movimiento de mujeres nos ha demostrado que esto ocurre), entonces la crítica al lenguaje puede terminar jugando un papel revolucionario. Lamentablemente, la dialéctica les es esquiva a los fanáticos de la Constituyente. Pero nuestro enfoque, digámoslo, parte de algo más elemental. Popularizar el lenguaje de la revolución proletaria, acercarlo al movimiento obrero y a la juventud es una tarea primordial desde los primeros días del socialismo científico. Para el caso, podríamos decirles a nuestros críticos que usar “gobierno de trabajadores” en lugar de “dictadura del proletariado” es una adaptación democratizante. Y representa efectivamente una formulación menos precisa, aunque se refiera, para nosotros, al mismo contenido. Pero para un revolucionario el problema no es la pureza de sangre de un planteamiento, sino cuanto nos permite hacer avanzar la conciencia de las masas. Para un partido como el nuestro, que agrupa hoy a una minoría de los explotados, esto debe ser una obsesión permanente.


Responsabilidad histórica


A mí el PO me enseñó hace muchos años que hay que ser sumamente responsable a la hora de fundar una nueva organización política. Nunca queremos colaborar con la división del movimiento obrero. Cuando nuestros compañeros fundaron Política Obrera en 1964, no fue un capricho personal, sino la comprensión de que era una necesidad histórica. El conjunto de la izquierda argentina se encontraba entonces sometida, ya sea al peronismo, o a la derecha proimperialista. No existía una expresión política independiente de la clase obrera, y Política Obrera vino a llenar ese lugar. Y no era una especulación; el trotskismo argentino editaba un periódico cuyo slogan era “bajo las órdenes del general Perón”.


Es imposible sostener seriamente la misma caracterización hoy. Los desvaríos de la “juventud de la tendencia” muestran la ausencia de elementos reales para llegar a esa conclusión. Cualquiera está en su derecho a pensar que una campaña encabezada con las consignas “Fuera Macri, Asamblea Constituyente” era mejor que una encabezada por “Fuera el régimen del FMI, que la crisis la paguen los capitalistas”. Pero concluir de eso que el Partido Obrero defeccionó del programa revolucionario y es necesario “refundarlo” o cosas por el estilo, no pasa de una elucubración. Quiénes avanzan bajo esa premisa, sin intentar verificarla en la realidad, no solo actúan de forma absolutamente irresponsable, sino que además marchan hacia la marginalidad política. La decisión de no asistir al acto del FIT-U en la 9 de Julio, que trazó una perspectiva de intervención de la clase obrera en la crisis, debería ser una señal de alarma. Para quienes estén dispuestos a parar la pelota y confrontar sus ideas con los hechos, el camino es muy sencillo: militar en la UJS y en el Partido Obrero. Discutir la política a llevar adelante como siempre lo hemos hecho siempre al interior del partido, discutiendo incluso la táctica política hasta el más mínimo detalle. Votar entre los militantes. Respetar la mayoría que se establezca luego de un debate y salir a militar bajo una disciplina común.