Universidad

3/10/2018

Que la izquierda y el activismo pasen al frente de los centros

La mejor respuesta al presupuesto ajustador de Macri, el PJ y el FMI.

Las elecciones estudiantiles se desarrollan en un cuadro revulsivo. El gobierno de Macri sigue echándole nafta al fuego del ajuste. Además de ser un dibujo basado en un dólar ya superado por la realidad, el presupuesto 2019 enviado al Congreso con el aval de los gobernadores del PJ es un ataque violentísimo a la educación pública. Para congraciarse con el FMI, la única partida que se incrementa en términos reales es la que va a los acreedores de la deuda externa. En la universidad, el recorte se sentirá en primer lugar en los ya magros salarios docentes, que constituyen más de un 90% del presupuesto y a duras penas (con cifras en gris) arañarán un 25% de aumento. El monto para becas queda igual que en 2018, o sea que perderá integralmente la inflación, y sigue sin haber noticia de las obras de infraestructura que fueron suspendidas este año. Los gastos de funcionamiento también se reducirán, lo que sí generó una protesta, tímida, de los rectores.


En este cuadro, las agrupaciones vinculadas al gobierno y las autoridades buscan recolocarse intentado capitalizar el descontento que en algunas facultades generó la extensión de las ocupaciones. Es un manotazo de ahogado para evitar que se generalice en la UBA el “efecto Medicina”, donde una lista de la izquierda y el activismo logró destronar a la poderosa Nuevo Espacio, agrupación del rector Barbieri y su cajero Yacobitti. A esta reacción derechista juega sus fichas el EDI/Franja Morada en Psicología, cuyo decano salió a atacar la toma estudiantil desde el programa de Eduardo Feinmann haciendo especial hincapié, desde ya, en la “responsabilidad del Partido Obrero”. En la misma sintonía está la UES de Sociales, también ligada al rectorado de Barbieri pero desde el PJ de Filmus. En su caso, se trata de tapar con acusaciones contra la toma y el PO el accionar patoteril de su principal dirigente y hasta ahora funcionario de la facultad, Cristian Bay, quien debió ser apartado por denuncias de violencia de género.


La preocupación de estas agrupaciones no tiene nada que ver con la pérdida de contenidos o la suspensión de mesas de exámenes. De Franja Morada al PJ, la burocracia estudiantil se juega en las próximas elecciones su capacidad para seguir conteniendo al movimiento estudiantil en los marcos del régimen vigente. Y de cobrar, por esta tarea, su tajada correspondiente como socia de los negociados que abre la política oficial de privatización educativa. En su contra, deben enfrentarse con la conciencia más o menos extendida entre la juventud de que, lejos de constituir episodios aislados, la lucha contra el ajuste macrista recién comienza y que lo peor está por venir. Por eso el debate no es “toma sí o no” sino cuál es la mejor manera de continuar la pelea en defensa de la universidad pública y de todos los derechos de los trabajadores, que nadie puede dar por concluida. El regreso a clases en Sociales fue traumático. Muy lejos de la “normalidad” prometida por las autoridades, reencontró a los estudiantes con viejos problemas irresueltos: desde aulas hacinadas hasta ratas caminando por los pasillos.


El fuego cruzado entre el movimiento estudiantil y las agrupaciones del gobierno dejó en un lugar relegado a las agrupaciones intermedias, tanto del kirchnerismo como de la centroizquierda. Es lo que ocurrió en Psico con el Impulso, que durante los primeros días apoyó la ocupación pero luego se dio vuelta y perdió todas las asambleas en bloque con el EDI. El antecedente es lo ocurrido en Exactas, donde a la Mella su desprecio por el movimiento de lucha casi le cuesta el centro de estudiantes. En estos casos, la ruptura política del activismo con las conducciones de los centros no tiene vuelta atrás. (Algo similar ocurre en el Joaquín V. González, donde la asamblea del instituto está discutiendo presentar una lista para disputarle el centro a Patria Grande.) La experiencia recorrida por el movimiento estudiantil-docente es contundente: los mejores aliados a la hora de luchar no son quienes garantizan la gobernabilidad en nombre del 2019, sino los sindicatos y centros dirigidos por la izquierda.


En este cuadro, vamos a la pelea en las cinco facultades que restan votar en la UBA. En Filo, a reforzar un centro independiente que pasó la prueba del proceso de lucha y es garantía contra el ajuste que la propia decana kirchnerista ejecuta en la facultad. En Agro, donde la decana peronista intenta por todos los medios que no se forme una lista que le dispute el centro al LAI, ya que potenciaría al activismo de la facultad y pondría en cuestión los convenios con empresas contaminantes firmados por la gestión. En Fadu, donde a contramano del movimiento La Corriente decidió romper el frente que teníamos hace 17 años en la facultad para irse con el kirchnerismo que entregó la paritaria. Allí también vamos a pelear para poner en pie una lista de la izquierda y el activismo para salvar el Ceadig independiente. Y en Psico y Sociales a poner esos centros en sintonía con las luchas que se vienen. Hagamos realidad el terror de Feinmann y Macri: ¡que se expanda el “efecto Medicina” por toda la universidad!