Ambiente

28/8/2019

El Amazonas y el fuego del capital

El enorme incendio forestal que está devorando al Amazonas se ha convertido en una crisis política para Bolsonaro, y tuvo un fuerte impacto internacional, al punto que ocupó un lugar central en la agenda del G7.


Durante los últimos días se sucedieron movilizaciones en distintos puntos del país. Una multitudinaria concentración se llevó a cabo en la famosa playa de Ipanema, en Río de Janeiro, que contó con la participación de figuras conocidas como Caetano Veloso que ayudaron a lograr una amplia difusión. Se marchó también en las ciudades de Belo Horizonte, Sao Paulo, y Porto Velho -capital del amazónico estado de Rondonia, de los más afectados por los incendios. También se registraron protestas en capitales europeas como Madrid, Londres, París, Ámsterdam y Berlín, en Colombia, Venezuela y hasta en la India, además de la realizada frente a la Embajada de Brasil en Buenos Aires.


A la consternación que generaron las imágenes satelitales de la devastación, se sumó la indignación que despertaron las respuestas del gobierno brasileño, que llegó a responsabilizar a las ONGs y grupos ambientalistas que actúan en el territorio, luego de alegar que todo se trataba de una operación contra su país. Por ese motivo, todas las pancartas apuntaron contra Bolsonaro, identificado como el principal responsable por declararse promotor de la explotación capitalista de la principal reserva forestal y de oxígeno en el mundo.


Se trata de un verdadero desastre ambiental y sobre todo social, que pareciera aún de lejana resolución. El sábado, el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE, por sus siglas en portugués) difundió que entre jueves y viernes identificaron alrededor de 900 nuevos focos de incendio en esa región. El daño es enorme: se calcula que desde mayo ya fueron destruidas 1.200.000 hectáreas de bosques. Un estudio del INPE de 2007 pronostica que si pereciera el 40% del bosque sería irrecuperable, porque la pérdida de humedad haría que gran parte del territorio restante no tenga suficiente lluvia para sobrevivir.


Nerón y el Capitán Motosierra, espada del gran capital


 “Solía llamarme Capitán Motosierra, ahora soy Nerón incendiando el Amazonas. Pero si es la temporada de incendios”, había twiteado Bolsonaro en respuesta a quienes lo responsabilizaban por la situación. Sin embargo, su accionar quedó expuesto con la revelación de que los funcionarios de su gobierno habían recibido el 7 de agosto una denuncia de la oficina regional de Pará del Ministerio Público Federal sobre la convocatoria de los hacendados de ese distrito a realizar el “Día del Fuego” para el 10 de agosto, pero desestimaron intervenir para disuadirlos.


Esta condescendencia con los incendios provocados tiene detrás intereses muy potentes, sobre todo de los agronegocios. La organización Amazon Watch publicó una investigación titulada “Complicidad en la Destrucción” en la que da cuenta de los grandes grupos capitalistas que estimulan los desmontes. En abril de 2018, destaca el informe, grandes grupos sojeros y entre ellos los principales comerciantes de granos del mundo (Cargill, Bunge, Dreyfus) fueron descubiertos comprando 3.000 toneladas de soja y otros granos de fincas previamente embargadas por el Ibama (Instituto de Medio Ambiente y Recursos Naturales) por destruir vegetación nativa. Estos pulpos tienen un peso creciente en la economía carioca, como muestra el hecho de que desde 2010 el área plantada con soja en Brasil aumentó en un 45% (The Economist, 19/8).


Amazon Watch también recopila la acción desmontadora de distintas empresas de cría de ganado, que abastecen a los principales mataderos de Brasil, como JBS, Marfrig, Minerva. Señala además que otras empresas comercializan el cuero, un rubro que en un 80% produce para exportación. Los investigadores realizaron un seguimiento para demostrar cómo los sojeros y ganaderos en cuestión están financiados por los principales bancos y grupos de inversión del mundo (BlackRock, JP Morgan, Citigroup, HSBC, BNP Paribas), que llevan aportados un billón de dólares entre préstamos, suscripción e inversión de capital.


La exportación sojera y ganadera es la principal fuerza motora en el avance de la deforestación, y su producción llena los camiones que circulan por los miles de kilómetros de carreteras que surcan el Amazonas –con fuerte impacto ambiental-, cuya construcción cobró particular impulso desde la dictadura militar. El gobierno de Bolsonaro ha dado importante respaldo a los ruralistas al punto que acaba de aprobar una ley que permite la posesión de armas de fuego en propiedades rurales.


La tala ilegal y el cultivo creciente de caña de azúcar para la producción de biocombustibles están también dirigidos a la exportación hacia empresas de Bélgica, Holanda, Dinamarca, Francia, el Reino Unido, Canadá y los Estados Unidos –según el mencionado informe de Amazon Watch. Pero es la minería el otro rubro en el que el capital extranjero protagoniza la destrucción de la Amazonía; la canadiense Belo Sun está tratando de instalar la mina de oro a cielo abierto más grande de Brasil en el estado de Pará, y si bien su proyecto se había empantanado en 2017 por numerosa presentaciones judiciales, en marzo de este año el ministro de Minas y Energía, Bento Albuquerque, viajó a Canadá a un congreso minero para asegurar que el gobierno tiene la intención de legalizar la exploración minera en tierras indígenas. Por su parte Ricardo Salles, el ministro de Medio Ambiente, ha sido condenado en el pasado por favorecer a las empresas mineras cuando formó parte del gobierno de Geraldo Alckmin en San Pablo.


Aves de rapiña


Esta vinculación entre los desmontadores y el gran capital internacional es muy esclarecedora de los verdaderos intereses que se ocultan detrás de la demagogia ambientalista que exhiben por estos días varios gobiernos europeos, incluyendo la aprobación en la reunión del G7 de una ayuda económica de 22 millones de dólares para ayudar a controlar el fuego. Bolsonaro rechazó los fondos, poniendo como condición que sean administrados exclusivamente por su gobierno. Es que la cuestión amazónica se ha colado en las disputas comerciales que caracterizan al mercado mundial de nuestros días. Emmanuel Macron, el presidente francés, planteó la necesidad de discutir “si es posible definir un estado internacional para el Amazonas”, lo que implicaría un control directo del imperialismo sobre la región. Sumado a las amenazas de Donald Tusk (secretario de Comercio de la UE) de torpedear el acuerdo Mercosur – Unión Europea, y el pedido de Finlandia (en ejercicio de la presidencia rotativa de la UE) de analizar la posibilidad de prohibir la carne vacuna brasileña, constituyen una apretada para blindar los intereses de los pulpos europeos de agronegocios, principalmente galos, en detrimento de los productores sudamericanos. Bolsonaro recibió como contrapartida el apoyo de Trump desde su cuenta de Twiter, una contraprestación por sus servicios como peón de los intereses yanquis en la región.


El facho carioca intenta explotar esta situación para posar de defensor de los intereses nacionales contra la embestida de las potencias del viejo continente, en momentos en los que se difundieron encuestas que muestran una profunda caída de su imagen en la consideración popular (la desaprobación a su gobierno pasó de un 28,2% en febrero a un 53,7% seis meses después). En el humor popular se expresa en parte el estancamiento económico, en un país al borde de la recesión y que ha incrementado en 77% su déficit de cuenta corriente (El Cronista, 27/8).


Los trabajadores deben tomar nota de que se trata de una puja entre depredadores. Ninguna colaboración para extinguir el fuego o emprender una reforestación debe ser a costa de una subordinación a los intereses del imperialismo europeo, cuyas exportadoras y su banca están metidas hasta el cuello en la explotación de la Amazonia. Al mismo tiempo, más que nunca está planteado ganar las calles contra la política predatoria del gobierno derechista de Bolsonaro, que con la promesa de una expansión económica impulsa por un lado la devastación de las reservas naturales e indígenas –como socio menor del imperialismo yanqui en la guerra comercial- y por el otro un profundo ajuste contra las jubilaciones, la educación y el ataque a los derechos laborales.


La movilización internacional que hizo eje en el mandatario brasileño deben servirle la clase obrera carioca como punto de apoyo para golpear al gobierno, empezando por frenar el desastre que aqueja hoy al Amazonas, reclamando el control popular sobre los trabajos de control de incendios y reforestación, así como la formación de asambleas populares que agrupen a campesinos, indígenas y trabajadores de cada distrito para impedir que continúe el saqueo. La “Luta pela Amazonia” requiere de la intervención independiente de los trabajadores contra los capitalistas desmontadores.