Aniversarios

19/12/2021

Algunos recuerdos del Argentinazo

diputado provincial FIT Unidad.

Algunos compañeros de militancia me señalaron que podía ser de interés compartir algunos recuerdos personales del 19 y 20 de diciembre del 2001. Uno siempre tiende a tratar de escribir textos desde el punto de vista del interés político general, incluso cuando ha sido partícipe de los hechos en cuestión. Vamos a hacer, de todos modos, el intento, porque seguramente haya conclusiones generales que puedan sacarse de la experiencia de los jóvenes militantes que veníamos organizándonos en lugares de estudio y en el naciente movimiento piquetero y que de repente nos vimos envueltos en un levantamiento popular contra el gobierno hambreador contra el que veníamos peleando, así como todos los partidos y poderes del Estado, transformados en objeto del odio de la masa del pueblo. Yo tenía 20 años. Milito desde los 14. Un año antes, habiendo terminado el secundario el partido me propuso que pasara a militar de Capital a La Matanza, para reforzar a una regional que aunque pequeña, tenía un naciente trabajo en el movimiento piquetero (que estaba transformándose en esos momentos en un fenómeno de masas, dominado por la CTA-FTV y la CCC) e importantes trabajos sindicales en docentes y gráficos. Muchos de aquellos jóvenes que vivimos esas jornadas, su preparación y sus consecuencias seguimos militando. Otros han ido encontrando otros rumbos. Para todos sin duda fue una experiencia que nos marcó a fuego para toda la vida.

El 19 a la tarde, cuando De la Rúa decreto el Estado de Sitio, lo primero que hicimos con otros compañeros del Partido Obrero de La Matanza con quienes compartíamos una casa en Villa Luzuriaga fue ir al local central de la regional en San Justo y sacar toda documentación, boletines internos y algún equipo de sonido. No sabíamos cuán severa iba a ser la represión y queríamos no dejar nada que no tuviera que caer en manos de la policía y tener los medios de la actividad política del Partido a nuestra disposición.

Una vez descargadas las cosas en la casa nos fuimos enterando que la CTA y la CCC se retiraban del acuerdo de marchar juntos el día siguiente desde Liniers a la Plaza de Mayo. Daban el argumento de no ser funcionales a un supuesto golpe en marcha. El PO y otras organizaciones reconvocamos la marcha, pero a la tarde y directamente desde Congreso. Pasé lo que quedaba del día en el teléfono avisando a militantes y simpatizantes del cambio para asegurarnos de que se movilicen la mayor cantidad posible de compañeros.

Por la noche estábamos los habitantes de la casa alrededor de una pequeña televisión que funcionaba bastante mal viendo las imágenes de la enorme reacción popular en Capital, con los cacerolazos. En la zona no se sintió reacción y no daba para viajar a Capital a sumarnos, para no exponernos a detenciones. La idea era garantizar estar presentes en la marcha convocada para el 20. Después nos enteramos que en algunas zonas de Matanza, como Ciudad Evita, también había habido cacerolazos.

Por la mañana veíamos las imágenes de las refriegas que continuaban y de la policía atacando a las Madres de Plaza de Mayo que se habían hecho presentes. Con Emiliano Fara y con M, que era mi pareja en ese momento, encaramos para tomar el tren en Ramos Mejía. En mi mochila tenía unas botellas de agua, unos limones y algunas remeras de más, para cuidarnos de los gases.

Cuando nos encolumnamos en Congreso, donde junto al Partido y otros grupos de izquierda estaba el Suteba Matanza, AGD-UBA y el MIJD de Raúl Castells, avanzamos unas cuadras por Avenida de Mayo y nos desarmó la columna la represión. Nunca había vivido una con tantos gases y balas de goma. Nos pudimos reagrupar en Plaza Lorea.

 

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Cae De la Rúa

Nos logramos reagrupar, luego de un rato. Retrocedimos por Hipólito Yrigoyen, y volvimos a marchar, primero por Callao y luego por Corrientes. Llegamos al Obelisco. Nos enteramos que había renunciado De la Rúa y nos abrazábamos entre compañeros, no lo podíamos creer. Recuerdo que el primero que dio la noticia fue Nicolás Rapanelli, que estaba con una pequeña radio. Estábamos echando al gobierno hambreador, contra el que tanto habíamos peleado.

En el Obelisco, toda la izquierda le cedió el paso a nuestra columna para avanzar por Diagonal Norte. Antes y después siempre es una gran disputa quién encabeza la columna, pero ese día todos se quedaron mientras el PO avanzó por Diagonal. Ahí salió la policía montada al encuentro de nuestra columna y esta vez no solo no nos dispersamos (aunque hubo corridas) sino que los hicimos retroceder a ellos.

Fuimos avanzando por el microcentro. Mucha gente que estaba peleando con la policía en esas calles nos aplaudía. Unos tipos con banderas argentinas querían que bajemos la bandera del Partido. Habíamos peleado cada fase de la lucha que llevó a esa situación con orgullo y con esa bandera roja en alto, no la íbamos a bajar ese día. “Son de Seineldín”, comentó alguno, en referencia al militar carapintada que dirigía un grupo nacionalista de ultraderecha.

Escuchamos tiros cerca de nuestra columna. Creo que estábamos en Bartolomé Mitre y Florida. Por lo que sabemos hoy deben haber sido los fusilados en el HSBC de Avenida de Mayo. Fuimos maniobrando por el microcentro, con refriegas parciales. La columna ya estaba más fogueada, no había corridas. Varias compañeras habían encontrado cajones de verdura e iban cargando piedras y botellas que nos podían servir para ir defendiendo la columna. Recuerdo cruzarme un compañero del secundario, D., que no tenía militancia política y estaba recorriendo la ciudad. Comentábamos lo difícil de creer que era ver la ciudad que uno conoce transformada en un campo de batalla.

Haciendo historia

Ya entrada la tardecita llegamos al Congreso. Hicimos una hablada. El “Colo” Rath, de la dirección nacional del PO, agarró un megáfono. Dijo, en líneas generales, que los trabajadores en la calle habíamos tirado el gobierno. Que había que darle una organización y una perspectiva a esa rebelión, para pelear por el poder. Que había que salir a organizar asambleas populares en cada barrio donde estemos. Que volvamos a los barrios y nos organicemos. En Liniers nos quedamos hablando con Miguel Bravetti, de la Naranja Gráfica y secretario general de la fábrica Interpack, y con otros compañeros con los que militábamos en un local cercano al Hospital de Niños de San Justo. Pensábamos como implementar la agitación para conformar asambleas populares. Íbamos hablando con los compañeros de La Matanza, con los que nos volvíamos, de la situación que se vivía en los barrios, donde un reguero de rumores de que se venían saqueos a los barrios colocó a todo el mundo a cuidar sus casas, con retenes fuertemente armados en cada cuadra, temerosos de que pudieran venir a asaltarlos los de algún barrio contiguo.

La certeza de que estábamos haciendo historia y que, después de tanto trabajar por ello, los trabajadores estaban levantando cabeza de una vez por todas es una de las sensaciones más hermosas que he conocido.