Cultura

26/6/2024

La Conversión (Rapito): el papel de la Iglesia en la construcción del Estado

Imagen del film.

Basada en hechos reales, ambientada en la Italia de mediados del siglo XIX, La Conversión (Rapito) narra el secuestro de Edgardo Morata, púber, integrante de una acaudalada familia de origen judío, en Bolonia. Rapto ejecutado por las fuerzas armadas, a pedido del Papa Pío IX. El largometraje desarrolla el reclamo de sus padres por su devolución. Donde se entremezclan luchas religiosas, sociales, culturales y, por sobre todo, políticas.

Marco Bellocchio, creador de películas como Sangre de mi Sangre (2016), El Traidor de la Mafia (2019) y Marx Puede Esperar (2021), expone las pujas en los credos religiosos y como sostén fundamental de la gran patronal, como órgano de construcción y sustento del Estado burgués. Hecho que también atraviesa a la cinta, lo que es la unificación de Italia (entre 1848 y 1871).

Pese a que el director se ha ocupado de aclarar en varias ocasiones que no es partidario del marxismo, incluso expresando que “Marx y Lenin ya no existen”, si se toma la tarea de demostrar cómo detrás de todo acto religioso, como por ejemplo el secuestro de niño de 5 años con el fin de incorporarlo al catolicismo, tiene un trasfondo político. En los 134 minutos de film, Bellocchio no lo deja de lado. Y muestra cómo avanzan las fuerzas republicanas, quitándole poder al papado y las monarquías, tanto en Italia como en gran parte del viejo continente.

“En este sentido, el levantamiento popular de 1859, por ejemplo, está narrado con un sentido del ritmo y una grandiosidad (…) Abrazará a su vez las mejores tradiciones representativas de la cultura de su país, desde la ópera hasta el cine” (Página 12, 20/6).

El robo de niños y posterior bautismo no es un suceso ajeno a la historia del Vaticano. David Kertzer, en su libro El Secuestro de Edgardo Mortara (1997) explaya cómo en octubre de 1858, ante el pedido de la familia del chico, la Santa Sede respondió que “Dios ha dado a la Iglesia el poder y el derecho de tomar posesión de los niños bautizados de los infieles, y que los derechos de los padres están subordinados a los de la Iglesia”. Demostrando cómo las religiones han cumplido una función aborrecible por donde se lo vea, en toda su historia. Con la Biblia y los santos evangelios en sus manos, han “justificado” atrocidades en todo el mundo.

Pero ojo, no es solo responsabilidad del catolicismo en particular. Desde el judaísmo, y más específicamente del sionismo, justifican los extensos años de masacre al pueblo palestino, con la Torah en la mano, esgrimiendo ser Israel y Medio Oriente “la tierra elegida por el supremo para el pueblo hebreo”.

Volviendo al caso Mortara. Pese que en el largometraje no lo especifiquen, Edgardo fallece a los 88 años, en 1940, en Bélgica, siendo sacerdote. Sus votos de silencio lo impidieron y quedará en la eternidad la deuda de si terminó tomando los hábitos por elección personal o presionado por el Vaticano, como lo demuestra toda su vida.

Entrevistado por Diario El Español, como parte del estreno de Rapito, el añejo director de 84 años afirmó que “a pesar del acuerdo firmado en Italia para separa el poder del Estado del de la Iglesia, la institución católica todavía mantiene sus dogmas y principios, de lo contrario, desaparecería, así que aunque hoy sería incompatible pensar en el secuestro de un niño judío, todavía se cree que cuando alguien es bautizado, es cristiano de por vida. La religión todavía tiene poder, pero eminentemente espiritual. Todo lo que dice el Papa es muy escuchado. Aunque su capacidad de influencia no es la de de los años cuarenta, cuando Pío XII amenazó a los italianos con la excomunión si votaban al Partido Comunista. Ahora ya no determina las decisiones políticas. La última vez que la Iglesia trató de inmiscuirse fue en la aprobación de las leyes de divorcio y el aborto. Hubo un referéndum pero lo perdió”.

A más de 160 años del secuestro de Mortara tanto la historia de Italia, como del mundo entero, fueron marcadas por los ataques del imperialismo y la grandes burguesías. Tanto con guerras mundiales, masacres, dictaduras fascistas, como con democracias de las gendarmerías y las infanterías. Todo apoyado y acompañado por el clero, jugando el papel de contención y control del pueblo trabajador. Es tiempo de cambiar la historia. Iglesias y Estado, asuntos separados. Terminar con el opio de los pueblos, es tarea de los explotados y de un partido revolucionario. Vamos a por ello.

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