Cultura
8/7/2025
TEATRO
"Pundonor", la búsqueda desesperanzada pero insoslayable del intersticio

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Andrea Garrote escribe y protagoniza el espectáculo unipersonal Pundonor.
Un pizarrón, un escritorio, un cartel de maestranza, calcomanías de agrupaciones políticas variopintas, cables pelados, pintura descascarada. Este escenario es harto conocido por quien haya ido a la universidad pública en la Argentina. Andrea Garrote entra por la puerta, del “aula” en el Teatro Picadero, y uno siente el reflejo de sacar un cuaderno y empezar a tomar notas. Encarna a la docente de sociología Claudia Pérez Espinosa, que vuelve a la facultad después de una licencia por motivos que iremos descubriendo en el curso de la obra. Queriendo cumplir con su tarea docente, la profesora intenta introducir las nociones básicas de la obra filosófica de Michel Foucault, pero inevitablemente cae como Alicia a través del espejo, en un mundo espeluznantemente parecido al nuestro, donde las estructuras de vigilancia y castigo identificadas por el pensador francés se ciernen sobre ella. Viendo los muros que se yerguen en torno a ella, la académica hace una tentativa de escape hacia los bordes de la dominación simbólica en busca de los intersticios exentos de su influencia.
Thomas Hobbes escribió en su Leviatán que “el conocimiento es poder”, conclusión a la que se dice que llegó en las discusiones filosóficas que tenía con Francis Bacon mientras fue su secretario. En los casi cuatrocientos años que han pasado desde la publicación del tratado político y social de Hobbes, esta máxima ha sido descontextualizada y reciclada una y otra vez con propósitos ideológicos de todo tipo y clase. Tres siglos más tarde, Michel Foucault ahonda en la relación entre el saber y el poder, y postula una relación de interdependencia entre estas dos esferas. El que busca saber, busca poder, el que produce saber, tiene poder. La verdad no sería más que la normalización de los saberes y discursos impuestos por las estructuras del poder hegemónico. Pundonor lleva a cabo una fe de erratas del antónimo de la palabra ‘verdad’. En un mundo donde lo verdadero es cada vez menos (o nunca fue) un valor absoluto e indisputable, sino la norma del poder y el mercado; la locura, el delirio, es su contrario. La palabra ‘delirio’ justamente viene del latín delirare, que significa “desviarse del camino recto”, es decir, habitar el mundo apartándose de la norma, irse por la tangente, alejarse de la “razón”. En su rol pedagógico, la profesora Pérez Espinosa da una clase profundamente teórico-práctica sobre cómo desviarse de la hoja de ruta impuesta por el poder, representado por la máxima autoridad en su esfera laboral, la rectoría de la universidad en la que trabaja, y más ampliamente por la mirada normativa de sus alumnos, de sus colegas, de su pareja y de sus amigos. En su devenir cuestiona al mercado, la tecnología, las nociones pequeñoburguesas que colocan un signo igual entre el conocimiento y la libertad, sin atender a las relaciones económicas y sociales que son impuestas por el poder. Desnuda las estructuras de dominación que oprimen claustrofóbicamente al sujeto, que al mismo tiempo presentan engañosamente una “escapatoria” a través de la adquisición del saber (hegemónico), que paradójicamente colocan al individuo en una posición aún más subordinada.
En Pundonor la teoría foucaultiana se entremezcla con anécdotas cada vez más extravagantes. La profesora está harta de un mundo de lo real gobernado por los discursos del poder que irrumpen en el aula a través de la vida digital, las redes sociales y el flujo irrefrenable e instantáneo de los mismos en el ciberespacio. Nos invita en carácter de alumnado/público a un espectáculo de la diferencia, a una clase magistral del rechazo a la norma, sondando los improbables puntos ciegos y ángulos muertos del panóptico, en busca del intersticio donde en un gesto contrafáctico pueda zafarse del yugo del saber hegemónico, y acceder a una libertad genuina.
Andrea Garrote deslumbra en su interpretación de Claudia Pérez Espinosa. Con un dominio preciso del cuerpo, la voz y el rostro tiene al público en vilo por el destino de su caída por la madriguera del Conejo Blanco. Como si esto no fuera suficiente, en su rol de dramaturga muestra un trabajo minucioso con el texto, bordado con detalles metalingüísticos que dan cuenta de un interés profundo por las posibilidades y los matices del lenguaje. El trabajo de Santiago Badillo con la escenografía y el diseño de luces se destaca, materializando los límites del espacio académico que supuestamente sería una ventana hacia el saber que libera. El diseño de vestuario de Lara Sol Gaudini nos transporta a las salas de profesores de Puan o la Facultad de Sociales, sin caer en estereotipos fáciles sobre las docentes que las habitan.
Pundonor plantea interrogantes sociales, metafísicas y filosóficas, al mismo tiempo que cuenta con humor y con habilidad la historia de una profesora enajenada por las condiciones de lo real. Evoca con naturalidad las vicisitudes de la docencia universitaria, e indaga y cuestiona las estructuras de poder que controlan la producción del saber y la verdad. Pone incondicionalmente el cuerpo y la cordura al servicio de una intrépida exploración en busca de los límites aparentemente infranqueables de los dominios del poder, y de intentar vislumbrar lo que se encuentra más allá de estas fronteras.
Pundonor está en cartelera en el Teatro Picadero (Pasaje Santos Discépolo 1857) los domingos de julio a las 18hs.
