Cultura

5/1/2021

“Si, fui yo”, un policial porteño atípico que deja al desnudo la descomposición de la policía federal

Bajo el sello de la editorial Hormigas Negras, Damián Rovner (trompetista, cantante, gestor cultural) publicó su primer novela "Si, fui yo" (2018).

“Si, fui yo” es un policial negro. Transcurre en la década del 90. Precisamente en el año 94. A diferencia de la inmensa mayoría de los policiales, este arranca con el presunto misterio resuelto. Su protagonista, un muchacho llamado Antonio Grillo, cuya profesión es detectives privado, en una riña callejera y de manera fortuita gatilla su Taurus y pone fin a la vida de un supuesto desconocido. Este hecho dispara el desarrollo de la trama.

Grillo, luego de cometer el asesinato, se encuentra en su departamento ubicado en el barrio San Cristóbal. Tras varias noches sin conciliar el sueño recibe un llamado. Una mujer al teléfono, llamada Anahí, requiere sus servicios de detective privado. Grillo, que estaba corto de efectivo decide ir a la cita con Anahí. Allí cae en la cuenta que la mujer es nada más y nada menos, que la esposa de Guillermo Rhodas, un empresario de la bolsa, quien había sido asesinado, hace pocos días, de un balazo. Ese balazo había salido de la pistola de Grillo.

Rápidamente nuestro protagonista cae en la cuenta que el asesino que él debe buscar para resolver el crimen es él mismo. Un poco por falta de trabajo y dinero, otro poco por miedo a ser descubierto, decide aceptar el trabajo que le ofrece Anahí y comienza a investigar para “resolver el crimen”.

Grillo necesita armar una coartada que le permita cobrar sus honorarios y continuar impune. Comienza a investigar hilos de dónde tirar frente al homicidio. Desde allí el relato se convierte en un sin fin de desencuentros y contradicciones que Grillo enreda y desenreda una y mil veces en su difícil tarea.

Meter las narices en el asesinato lo llevará a una atmósfera oscura, repleta de peligros. Dónde, el principal peligro se encuentra en la policía Federal. Constantemente la novela retrata una institución policial podrida hasta los tuétanos. La mayor putrefacción es encarnada en el comisario Prado. Un tranza, cocinero, violento, etc. que no duda en recurrir a todo tipo de chanchuyos para sostener sus negocios. Pero la novela no es condescendiente con la institución policial. El sentimiento de verdugo de la policía, su necesidad de humillar a las personas y los abusos de poder, son personificados no solo por los comisarios, sino por simples efectivos e incluso cadetes.

Además de retratar a la perfección lo despistico de las fuerzas represivas, también pone de relieve el rol mafioso de algunos medios de comunicación y su entrelazamiento con la policía y empresarios de la noche, con la prostitución y, solapadamente, el narcotráfico. Para ello el personaje de “Shep” entrará tempranamente en escena.

La novela, ambientada en los 90, transcurre sobre un escenario de crisis social. Aumento del delito, aumento de la pobreza. Pibes excluidos pidiendo en los trenes. Jubilados reclamando frente al Congreso (una constante en nuestra historia reciente).

Incursiona un perfil psicológico. Juega con la idea de que, de acuerdo a las circunstancias concretas que determinan a las personas, todos pueden ser “asesinos”. Desde ya, no en el sentido literal de la palabra. Si bien el autor no fija posición sobre el porqué las personas pueden corromperse, ser garcas e incluso asesinos, quienes sostenemos que es el ser quien determina la conciencia y no al revés, podemos afirmar que la causa de los males de la sociedad, de las tendencias a su descomposición, residen en la barbarie a la que nos conduce el régimen capitalista, sostenido, entre otros elementos, por las descompuestas fuerzas represivas.

Aunque ambientada en los 90, “SI, FUI YO” bien podría haber sido escrita en el último lustro.

Una novela más que recomendable para les amantes de policiales negros, de cuyas páginas brotan olor a tabaco, ambientes tenues y vasos con whisky.