Cultura
23/11/2024
Una lectura de “Cometierra” de Dolores Reyes
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Portada del libro
Cometierra es una novela escrita por la autora argentina Dolores Reyes y publicada por la editorial Sigilo en el año 2019. Hace unos días, el gobierno nacional de Javier Milei y Victoria Villarruel arremetieron contra esta obra intentando imponer una censura para que fuera retirada de un listado de libros de literatura nacional difundido por el gobierno bonaerense para los estudiantes de nivel medio de la provincia, por supuesto contenido “pornográfico”. Un dislate. Pero no es un error: es una conducta del gobierno. El acceso a la cultura escrita y a la posibilidad del goce estético que permite el contacto con obras de arte de esta naturaleza por parte de los jóvenes, especialmente de los jóvenes oriundos de donde provienen los mismos personajes de Cometierra, los sectores más castigados del conurbano bonaerense, es una lucha y, por breves momentos y de forma parcial, una conquista de la clase trabajadora.
Se trata de una obra de una gran calidad literaria y, paradójicamente, el intento de censura atrajo más lectores, siendo que ya era una suerte de best seller.
Desde diversos sectores de la cultura se expresaron repudios a los ataques fascistas a esta novela (y otras, como Las primas de Aurora Venturini, Las aventuras de la China Iron de Gabriela Cabezón Cámara y Si no fueras tan niña. Memorias de la violencia de Sol Fantin), y el sábado 23 de noviembre se llevó a cabo una lectura colectiva de algunas de estas obras por parte de escritores y referentes de la cultura en el Teatro Picadero.
Estas notas son una forma posible de leer Cometierra y una invitación a su lectura atenta. Un aporte contra el oscurantismo fascistizante del gobierno nacional.
Una literatura desde los márgenes
“Al tomar la diagonal todo se animaba y al final empezaba la cuadra de los palos borrachos. Los palos borrachos me flasheaban desde pendeja, cuando chapaleábamos en el barro después de una tormenta y el suelo era una alfombra de flores rosa que encendían el barro y lo hacían algo hermoso para mi hermano y para mí.” (Fragmento de Cometierra.)
Cometierra es un bello y poderoso artefacto narrativo. A las pocas páginas de iniciada la lectura uno ya está sumergido en el contexto de la narración. Uno empieza a percibir muy rápidamente los detalles del contexto, la espesura, la densidad del mundo y un contorno bien definido en el que transcurren los hechos.
Una novela relativamente breve en la que se despliegan a través de vivencias específicas de los personajes grandes temas universales como la adolescencia, las tramas que teje la amistad y la fraternidad, la distancia con el mundo adulto, la familia, la violencia machista, la ausencia del Estado.
Lo central de la historia que se cuenta es conocido: una niña-adolescente hija de una mujer muerta víctima del femicidio perpetrado por su pareja, empieza a comer tierra y la tierra le muestra escenas. La primera: cómo fue muerta su madre a manos de su padre. Pronto, mujeres y familiares de desaparecidas o chicas muertas (también algunos chicos) le llevan tierra para que la protagonista la coma y así vea dónde están y qué sucedió con ellas. “Cometierra” (así es llamada la protagonista en todo el relato) es el último recurso de esas familias desesperadas y hartas del maltrato y el ninguneo de la justicia, la policía y el poder político.
La protagonista, luego de la muerte de su madre y la fuga de su padre, sobrevive sola con su hermano un poco mayor que ella (que sí tiene nombre: “el Walter”), en una casa donde falta de todo, pero ellos junto a otros amigos adolescentes se protegen, juegan, se hacen compañía, comparten lo que tienen, escuchan música, se enamoran, no dejan que ninguno caiga, creando unos lazos distintos a los que rigen afuera de esa casa que es una suerte de refugio.
“Cometierra” es una vidente. Además del contacto con la tierra que le muestra lo sucedido, también puede conectarse con el presente de esas personas desaparecidas y puede prever algunos elementos del futuro más o menos cercano. Tiene sueños reveladores. Está planteado de una manera implacable el problema de ver, en un sentido amplio. No ver es un problema. No ver, o ver mal, tergiversar, no saber ver, ver y no entender, o no querer ver, es un problema. Pero ver también lo es. Puede movilizar todos los demonios de la tierra cuando alguien ve lo que se espera que permanezca oculto. Cuando ver saca a la luz del día las miserias más deleznables y expone las lacras de la sociedad, entonces ver es como gritar. Gritar una verdad que molesta, que la gente normal no quisiera ver ni oír. Y esto trae consecuencias. “Cometierra” ve y desata tempestades.
Un punto complejo por las capas de sentido y contradicciones que despliega se da a partir del momento en que un policía recurre a “Cometierra” a pedir ayuda para encontrar a su prima desaparecida. Si el gesto del rati, de ir a pedirle a una bruja pobre, una “negra de mierda”, que encuentre a su prima, víctima de un rapto con motivos de violencia sexual, es un disloque de sentido (el rati es un auxiliar de justicia, se supone que la justicia y la policía deberían resolver estos casos y evitarlos), el rati yendo a pedirle una solución a su problema, un problema al que la institución a la que pertenece contribuye a perpetuar; tan dislocante es la reacción de “Cometierra”: ayudarlo y desearlo.
Hay también una visión particular del vínculo con la tierra. En última instancia “Cometierra” tiene el don de poder ver a través de la tierra y restituye un vínculo orgánico del ser humano con ella, con la propia naturaleza. Es claro que se trata de un elemento sobrenatural. Pero también debe considerarse el peso cultural de las distintas creencias que están profundamente inmersas en las culturas populares. De hecho, la propia autora ha comentado que a partir de la publicación de su primera novela se le han acercado muchas mujeres consultándole si ella podía ver a través de la tierra o si conocía a alguien que pudiera ayudarlas a encontrar a alguien desaparecido.
Las resonancias con la desaparición de personas durante la última dictadura militar y el trabajo del equipo argentino de antropología forense, por ejemplo, no dejan de aportar capas de sentido a la obra.
La construcción de un personaje-narrador. El trabajo sobre el lenguaje
Además de los temas que están planteados en la novela, lo que sobresale es el trabajo sobre el lenguaje que logra sostener Dolores Reyes.
Una novela narrada en primera persona es un gran desafío. Liliana Heker en La trastienda de la escritura sostiene que la voz narrativa siempre es compleja, pero la construcción de un narrador-personaje supone obstáculos adicionales, ya que “cualquier falencia en esa voz -que implica su vocabulario, su sintaxis, sus posibilidades de articular y expresar su pensamiento- debilitaría su relato y volvería inverosímil el texto”. El autor debe maniobrar teniendo en cuenta la edad, el género, la clase social, la formación, el vínculo del narrador-personaje con la cultura, su punto de vista, sus deseos, sus odios, sus frustraciones y el lenguaje en sí logrando un verosímil orgánico que se sostenga. Dolores Reyes lo logra. La narradora es la propia “Cometierra” y escuchamos (leemos) una narración en la voz de una joven de una zona marginada del conurbano bonaerense.
Un aspecto sobresaliente es cómo logra introducir el habla popular de ese sector social, urbano y etario a lo largo de todo el relato. No sólo ingresa el habla popular en los diálogos directos, sino en toda la propia narración ya que quien narra es la protagonista que no abandona nunca su forma de decir.
Ricardo Piglia ha reflexionado acerca de su preocupación sobre cómo se transmite la oralidad en la literatura. Sostiene que la oralidad no debe ser transmitida con el léxico, con palabras que pueden captarse en la oralidad determinada (fuera la campesina, del pueblo o de la ciudad), sino en la sintaxis, en el fraseo. “O sea, no es cuestión del contenido de esas palabras que suenan en la oralidad, sino en la capacidad de captar el ritmo de la oralidad, la cadencia de la oralidad en el texto” (transcripción aproximada de la intervención de Ricardo Piglia en la presentación de la reedición de Hombre en la orilla de Miguel Briante en la 39º Feria del Libro de Buenos Aires, 2013).
No se trata de transcribir palabras que dicen los pibes ni copiar frases o yeites. El habla popular en la literatura está en la cadencia, en la sintaxis. Una cadencia cargada de sentido sin la cual las palabras sueltas no significan. Entonces, una vez más, la operación de Reyes sobre el lenguaje como una materia que hay que trabajar es brillante.
Frases breves, pocas palabras, mucho sentido. Elementos que empalman con el habla popular del sector social al que pertenecen los jóvenes que pueblan la novela de Reyes, y también con el lenguaje poético, ya que en la poesía el trabajo sobre el lenguaje es un fin en sí mismo.
Pese al áspero escenario del conurbano, la marginalidad y lo denso de las historias que se tejen, Cometierra exuda un vitalismo esencial. Los jóvenes están muy lejos de caer en los estereotipos que tienden a asociar marginalidad con criminalidad o violencia de un todos contra todos en la lucha por subsistir. Al contrario, logran crearse un mundo propio regido por la amistad y la fraternidad. Y juegan, se ríen, se juntan, van a bailar, se enamoran, tienen sexo, se enfurecen con las injusticias. Más allá de los límites de recursos y la violencia en la que están inmersos, incluso en contra de su propia voluntad, los jóvenes de Cometierra logran construir lazos que dan un sentido a la vida y renuevan sus ganas vivir plenamente, libremente.
Una gran novela que el intento de censura no hará más que amplificar.