Educación

20/4/2025

La “virtualización a la carta” en los profesorados de CABA

El gobierno de Jorge Macri pretende reducir contenidos y cargos docentes.

¿Camino a la deshumanización de la educación?

El gobierno de la ciudad vuelve a insistir con la educación virtual en los institutos de formación docente de CABA. Los rectorados de los profesorados presentan una suerte de “virtualización a la carta”, donde estudiantes y docentes debemos elegir entre el hambre y las ganas de comer.

El año pasado el Consejo Federal de Educación (CFE), presidido por el secretario de Educación nacional Carlos Torrendell, impulsó una propuesta para reformar la formación docente inicial en todo el país, con lineamientos comunes aprobados por todos los ministros de Educación provinciales sin importar su signo político. Dentro del documento hay un apartado dedicado a la educación híbrida, en el que se la menciona como una “nueva oportunidad educativa” y se habilita que hasta un 50% de la cursada pueda ser virtual.

Ahora Jorge Macri presentó una propuesta de reforma para los profesorados de inicial y primario bajo los lineamientos del CFE. En esta propuesta usa a la virtualidad como parte del vaciamiento de los profesorados, el recorte de contenidos, materias centrales y el planteo de la “reubicación docente” abre la puerta de despidos de los docentes del nivel superior. La cuenta es simple: menos materias y más horas virtuales son menos cargos docentes.

¿Cuál es el interés de los gobiernos en avanzar con la virtualización de las cursadas?

El documento fue presentado en medio del conflicto universitario por el presupuesto y en las provincias debido al recorte de los fondos destinados a la educación. En este contexto la virtualidad cumple una doble función: por un lado justifica el vaciamiento educativo, trasladando a los estudiantes la responsabilidad de sostener su cursada y aliviando al Estado de su obligación de invertir; por otro, fomenta el negocio privado de dispositivos, telecomunicaciones y plataformas digitales dentro del ámbito educativo.

Año tras año los gobiernos redujeron el presupuesto educativo, para transferir esos recursos al pago de la deuda o a prebendas para el sector privado, mientras la deserción estudiantil se convierte en un problema cada vez más grave. Las becas estudiantiles siguen congeladas; programas como “Conectar Igualdad” o el “Plan Sarmiento” fueron suspendidos; las becas alimentarias son miserables; y el boleto educativo está siendo bloqueando en su implementación por Jorge Macri. Sin un plan real de acompañamiento la responsabilidad de sostener la cursada recae casi exclusivamente sobre los estudiantes, afectando especialmente a ese 60% de jóvenes que se encuentra por debajo de la línea de pobreza.

El único argumento que se presenta para las cursadas virtuales o híbridas es la necesidad de “aggiornarse” a las nuevas tecnologías, como si el solo hecho de incorporar tecnología en la educación fuera positivo por sí mismo. La falta de fundamentos pedagógicos revela la verdadera intención: abrir el sistema educativo a la mercantilización, permitiendo que el sector privado se enriquezca a costa de la necesidad de los estudiantes con las plataformas digitales vendidas a los institutos educativos.

Virtualidad, deserción y problemas educativos

Ya existen antecedentes que demuestran que la virtualidad fue un factor de deserción estudiantil. Durante la pandemia miles de estudiantes perdieron la continuidad pedagógica de sus cursadas por no contar con dispositivos, conectividad o un espacio físico adecuado para estudiar de manera remota. En la post pandemia la realidad de quienes estudiamos no mejoró; por el contrario, se deterioró aún más: los estudiantes cada vez somos más pobres.

A sabiendas de este antecedente presentan una defensa de la virtualidad como una forma de combatir la deserción, argumentando que los estudiantes podrán ahorrar en comida fuera del hogar y transporte público. Pero el verdadero propósito de la implementación de la virtualidad, de forma apresurada y forzada, es solo cumplir con la agenda de ajuste del gobierno nacional y esconder bajo la alfombra los verdaderos problemas educativos.

Uno de ellos es la crisis edilicia: la infraestructura de las instituciones educativas está en un estado deplorable que no permite cursadas en condiciones. A esto le oponemos presupuesto para condiciones edilicias dignas.

Otro es que los establecimientos son compartidos y la oferta educativa limitada: diversas instituciones o niveles que comparten edificios deben optar entre “virtualidad espejo”, oferta de cursos atomizada o sobreexplotación docente con cursos sobrepoblados. A esto le oponemos un edificio propio para los institutos, la apertura de concursos docentes y un salario docente base que cubra la canasta básica familiar.

Además sufrimos la crisis económica y la sobreexplotación laboral: ya que quienes estudiamos en general trabajamos por salarios de miseria y llegamos agotados a nuestras cursadas. La situación económica apremiante es una presión sobre nuestra cursada, a lo que oponemos la pelea por la implementación del boleto educativo, becas de estudio y prácticas profesionales pagas.

Virtualidad asincrónica o sincrónica

Dentro de la propuesta presentada por los rectorados de los profesorados aparece el modelo híbrido entre presencialidad y virtualidad asincrónica o sincrónica. Esto plantea unos primeros cuestionamientos: ¿La virtualidad asincrónica es una clase o una tarea para el hogar? ¿La virtualidad sincrónica presenta la misma oportunidad de acceso para todos? ¿Tiene el mismo valor pedagógico que una cursada presencial?

De ninguna manera podemos equiparar una plataforma virtual (videollamada, classroom, aplicaciones) con el espacio áulico. Enviar material didáctico —sea un PDF o un video— está muy lejos de poder compararse con una clase presencial, donde el vínculo entre estudiantes y docentes genera un hecho pedagógico en el que existe motivación e intercambio, fundamentales para el desarrollo del pensamiento crítico.

En cuanto a las clases virtuales sincrónicas podemos afirmar que no todos tienen la misma oportunidad de sostener dispositivos e internet adecuados. Incluso el espacio donde los estudiantes y docentes se conectan son en muchas ocasiones espacios no preparados para el desarrollo de una clase por distintos factores que pueden oficiar de distracción como el propio dispositivo, personas realizando otras actividades en el mismo espacio, ruidos de conversaciones de fondo, etc.

Algunas conclusiones

El avance de la virtualidad en el sistema educativo, sea sincrónica o asincrónica, implica la despersonalización de la educación y el refuerzo de un enfoque en el que avanza el estudiante que mejores condiciones materiales tiene, mientras que quienes no pueden sostener económicamente su cursada quedan en el camino.

La reducción de horas áulicas para ser reemplazadas por “horas plataforma” implica, de hecho, una quita de contenidos en los programas de las materias, que no podrán ser abordados adecuadamente en un proceso real de enseñanza-aprendizaje.

Defender una educación pública, científica y que forme sujetos críticos implica también defender la presencialidad, con las condiciones adecuadas. Las herramientas tecnológicas deben ser un complemento útil para la investigación y el trabajo, pero nunca un sustituto de la experiencia educativa presencial.

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