Brasil: las elecciones del 2 de octubre y las cartas democráticas

Referentes políticos junto al Tribunal Superior Electoral

El 2 de octubre se realizarán elecciones en Brasil para presidente, gobernadores y legisladores. Las encuestas indican una polarización (44 a 35%) entre el ex presidente Lula (Partido de los Trabajadores, PT) y el actual presidente Jair Bolsonaro (Partido Liberal).

El primero encabeza un frente amplio centroizquierdista aliado a partidos burgueses derechistas. Su candidato a vicepresidente es Geraldo Alckmin, ex gobernador de San Pablo y dirigente del derechista Partido Socialista Brasilero (PSB), uno de los puntales del golpe que derribó al gobierno de Dilma Rousseff del PT en el 2016.

Bolsonaro va por su reelección. Agrupó en torno a su candidatura numerosas expresiones derechistas y también, particularmente, a sectores dirigentes de las Fuerzas Armadas y represivas. Su candidato a vice es el general Walter Souza Braga Netto. Si bien no se ha impuesto bajo su mandato un régimen fascista abierto, se destacó su política reaccionaria, represiva y provocadora.

Lo distinguido del actual proceso electoral brasilero es que Bolsonaro ha denunciado -igual que hizo su mentor Donald Trump al perder la presidencia en Estados Unidos- que el sistema electoral vigente (voto electrónico) puede dar lugar a un fraude en su contra. Y, provocativamente, declaró que en ese caso no avalaría un escrutinio fraudulento.

¿Intentará igual que Trump mantenerse en el poder a través de un golpe?

Si bien el gobierno yanqui de Joe Biden y demás gobiernos imperialistas han salido a apoyar la “normalidad” del sistema electoral brasileño, desdeñando las denuncias de Bolsonaro, no quiere decir que este no pueda intentar alguna aventura golpista. Ya en el gobierno actual de Bolsonaro hay cerca de mil militares ejerciendo importantes cargos (varios ministros, etc.).

Bolsonaro populista

Bolsonaro no se da por vencido ante las encuestas que dan mayoría a Lula. Combina medidas represivas (escarmientos criminales en las favelas, etc.) -para mostrarse como un gobierno de “orden” y “mano de dura- con acciones económico-sociales de carácter populista. Ha decidido, por ejemplo, aumentar los planes sociales que benefician a alrededor de 30 millones de pobres en un 50% desde ahora a fin de año. Pasan de 400 reales actuales a 600 (de 80 a 120 dólares). También hizo aprobar un vale de 1000 reales mensuales (200 dólares) para los camioneros que venían protestando por el aumento del precio de las naftas. Y aumentó en 53 reales (10 dólares) la ayuda a los pobres para comprar gas. Reforzó el programa de compra de alimentos, producidos por la “agricultura familiar”, en 500 millones de reales más (100 millones de dólares) para mitigar el hambre popular (hace poco tiempo la TV mostraba la recolección de comida en la basura por los chicos pobres de las barriadas).

También hay un subsidio a los gobiernos estaduales para entregar a las empresas de transporte colectivo, liberando a los jubilados de tener que pagar pasaje para sus traslados. Un bono a los taxistas para mitigar el aumento de combustibles. Y subsidios a las empresas productoras de etanol para combustibles, para bajar el precio de las naftas, beneficiando a los automovilistas.

Simultáneamente, Bolsonaro retiró el cobro de una cantidad de impuestos estaduales sobre la venta de los combustibles, lo que provocó que cayeran las tarifas de las naftas, del transporte y la energía, y que, por primera vez en décadas, la inflación mensual no solo se detuviera, sino que se produjo un índice de deflación (-0,68% en julio). Bajando el índice inflacionario interanual de 11,89 a 10,09% (Estos impuestos tenían como destino prefijado, solventar gastos de los Estados en materia de salud y educación pública. Su quita no ha sido reemplazada por otros ingresos, lo que significará la desfinanciación de estos rubros vitales. Bolsonaro desviste un santo para vestir otro).

En sus tres años y medio de gobierno Bolsonaro se opuso a todo aumento de subsidios criticando la política populista y defendiendo el equilibrio fiscal. Ahora como medida destinada a ganar el voto de los sectores pobres lanza este paquetazo, obligando a la oposición lulista a votar el mismo en el parlamento (solo hubo un voto en contra).

Lula rescatista

Lula y sus socios electorales critican que se trata de una medida electorera. Del tipo que ellos -en menor escala- hicieron o podían llegar a plantear. Con esto, evidencian que la diferencia entre la derecha bolsonarista y la oposición centroizquierdista de Lula es de grado en términos de “redistribución”. Acompaña pasivamente las críticas de sectores liberales sobre que las decisiones “populistas”-electoralistas de Bolsonaro introducen el peligro de la ruptura del “equilibrio fiscal”.

Lula no tiene ningún programa de transformación social del Brasil. Y tampoco de recuperación de las conquistas obreras y sociales avasalladas por los gobiernos de Michel Temer y Bolsonaro. Durante más de un lustro frenó todo tipo de movilización de la clase obrera y los explotados contra los ataques reaccionarios que impusieron una “reforma laboral” claramente antiobrera y antisindical y una “reforma jubilatoria” que avasalla los derechos de los actuales y futuros pensionados, entre otras medidas del mismo tenor.

La central obrera (CUT) y los movimientos de masas que dirige el PT de Lula, justificaron su parálisis y su bloqueo a realizar una lucha de conjunto contra estas arbitrariedades capitalistas, en la perspectiva que las conquistas iban a ser recuperadas con un eventual triunfo electoral que llevara al poder a Lula y su “frente amplio”.

Pero ya Lula ha salido a enfrentar cualquier tipo de ilusión en ese sentido: se ha encargado de aclarar en el curso de su precampaña electoral y ante las cámaras empresarias que le tomaron examen, que no iba a derogar estas reformas antiobreras, imponiendo la plena vigencia de las conquistas arrebatadas. Saludó la modificación “cosmética” que realizó el gobierno centroizquierdista del PSOE en España al “restituir” pretendidamente derechos avasallados por la reforma laboral ibérica, que dejaron en pie lo fundamental de sus avances reaccionarios. Lula dejó en claro que no piensa derogar la reforma laboral, ni siquiera teniendo eventualmente mayoría parlamentaria. Dijo que no habría ninguna modificación que no fuera consensuada en una mesa de negociación con las cámaras patronales.

Lula se presenta como un “rescatista” de las conquistas derechistas de este quinquenio bajo gobiernos represores, contra un eventual ascenso de las luchas de masas, siguiendo la tendencia a las rebeliones populares que recorre América Latina. Se presenta –también- como un hombre del “orden”, único en condiciones de imponer nuevas medidas de “ajuste” contra el pueblo, colocando como “garantía” ante las clases dominantes su manejo frenador de las organizaciones de masas (centrales obreras, campesinas, estudiantiles, etc.). (Como el kirchnerismo peronista y la CGT en Argentina o el gobierno Boric y la CUT y el PC chilenos).

Preventivamente una parte considerable del imperialismo y el gran capital se han ido definiendo por una nueva oportunidad para Lula en contra del peligroso aventurerismo de Bolsonaro.

El taparrabos de la lucha contra el golpe

La lucha contra el fascismo de Bolsonaro y el golpe, se ha transformado en la “hoja de parra” para justificar la constitución de un “frente amplio” del PT y los partidos burgueses derechistas. Esto ha sido apoyado activamente por el ex presidente Fernando Henrique Cardoso y numerosos líderes burgueses del centro y la derecha. Se trata de un clásico “frente popular” de conciliación de clases, es decir de subordinación de las organizaciones de la clase obrera y los explotados a la burguesía y su Estado. Una parte considerable de la izquierda se ha integrado con sus hombres y banderas a este frente popular. Entre ellos el PSOL, el partido centroizquierdista, que era modelo y emblema de la izquierda oportunista a nivel no solo brasilero, sino continental e internacional. Loas se cantaron sobre el carácter progresivo de la “nueva izquierda” -que renunciaba a la lucha por un gobierno de trabajadores- y de su carácter no militante -organizado como partido de tendencias con una orientación electoralista burguesa. Utilizando al “fascismo” de Bolsonaro “el enemigo principal”, el PSOL renunció, incluso, a su presentación de candidaturas en forma independiente y pasó a apoyar a Lula y sus candidatos “frenteamplistas” (Fernando Haddad en San Pablo donde Guilherme Boulos del PSOL había salido segundo en las elecciones municipales de hace un año, etc.).

La campaña “contra el golpe” se ha transformado en el eje de la campaña electoral. Lula explota este ángulo para evitar cualquier tipo de movilización electoral donde se levanten los reclamos de lucha de las masas explotadas. Democracia o fascismo: Lula o Bolsonaro. Se trata de diluir y subordinar las aspiraciones de las masas trabajadoras detrás de la defensa de la “democracia”. Un operativo más profundo aún que el que realizó en Argentina el gobierno de Alfonsín al salir de la dictadura en 1983.

La trampa de las cartas “democráticas”

Se ha impulsado la elaboración de “cartas democráticas” planteando el respeto al próximo resultado electoral y la defensa de las actuales instituciones del Estado “democrático” (dominado en este momento por el bolsonarismo). El reciente 11 de agosto se leyeron dos textos: uno impulsado por la central empresaria más importante (FIESP) y el otro por la Universidad de San Pablo. Se trata de una “Carta a los brasileros en Defensa del Estado Democrático de Derecho”. Son documentos tímidos políticamente que hablan de la democracia en general y el respecto a los próximos resultados electorales. ¡Pero ni siquiera mencionan a Bolsonaro! Los participantes en esos eventos dejaron en claro el compromiso previo de que no se iba a atacar directamente a Bolsonaro. La carta de la FIESP fue leída por el ex ministro de Justicia del gobierno de Cardoso quien, unos minutos antes y a modo de introducción, destacó que se trataba de “la unión del capital y del trabajo” a favor de “la democracia”. Por supuesto, a pesar de que la CUT y otras organizaciones prometieron movilizarse para esa fecha…. las manifestaciones fueron chicas.

La Carta fue firmada por todos los candidatos patronales (menos Bolsonaro y Vera Lúcia del PSTU y el Frente Revolucionario y Socialista), empezando por Lula, por las direcciones de la CUT y demás organizaciones de masas dirigidas por el PT.

Parte de la llamada izquierda no la firmó, pero consideró esta jornada del 11 de agosto como el inicio de una campaña de movilización “contra el golpe”.

La lucha contra el golpe y la movilización de masas

Para enfrentar realmente la amenaza golpista y las provocaciones y acciones de la derecha es necesario poner en pie de movilización a la clase obrera y a las masas explotadas del Brasil. Y para ello no se trata de la “unidad de acción” con las cámaras empresarias y la burguesía pseudo democrática. La movilización de las masas debe levantar las banderas de las masas: las reivindicaciones perentorias por el salario, contra la precariedad laboral por la anulación de las reformas laboral y jubilatoria, los reclamos de las comunidades indígenas y de los campesinos, los derechos de la mujer (derecho al aborto, etc.), etc. Y esto es IMPOSIBLE si se pretende buscar “hitos” de unidad con la burguesía pseudo democrática y la justicia del “estado de derecho”. Si se levanta alguna de estas reivindicaciones, la burguesía pseudo democrática correrá rápidamente hacia los brazos del bolsonarismo.

La lucha por la independencia de la clase obrera es respecto al Estado burgués (sea de “derecho” o fascistoide), la burguesía y sus partidos. Detener un eventual golpe de Estado no se hará de la mano de “cartas democráticas” firmadas por las cámaras y partidos patronales, sino por las huelgas y manifestaciones políticas de masas que lleven hacia la huelga general. El Polo Socialista Revolucionario debe adoptar públicamente esta estrategia y colocar el centro de su agitación -en la campaña política electoral en desarrollo- en la lucha por las banderas del pueblo trabajador y explotado. La preparación de un congreso obrero y popular con delegados elegidos en fábricas, sindicatos y organizaciones en lucha de los explotados es un objetivo estratégico para ir organizando un verdadero frente independiente de la lucha de las masas y superar el bloque proburgués de la CUT, el PT y sus direcciones burocráticas.

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