Internacionales
15/12/2025
Chile: debacle de la centroizquierda oportunista, solo los trabajadores pueden enfrentar a Kast
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Kast y Jara, durante uno de los debates presidenciales
José Antonio Kast, del Partido Republicano, se alzó con un contundente triunfo al obtener el 58% de los votos en la segunda vuelta presidencial, frente al 41% obtenido por la candidata oficialista Jeannette Jara, del Partido Comunista. Este resultado da cuenta de una votación del ultraderechista significativamente superior al 52% obtenido por las distintas variantes de la derecha en la primera vuelta, logrando sumar poco más de 6 puntos. En el caso de Jara, si bien pasó del 26,7% al 41%, en el último tramo de la campaña la inminencia de una derrota puso al oficialismo en la tarea de achicar las distancias como objetivo principal, objetivo en el que evidentemente fracasó. El triunfo de Kast fue, además, uniforme en todo el país ya que se impuso en todas las regiones y por amplio margen.
Los votos nulos y blancos se duplicaron en relación a la primera vuelta -se registró un 3,74% del total de votos y en esta ocasión poco más del 7% -posición que habían adoptado parte de las organizaciones de izquierda, incluida la Fuerza 18 de Octubre y Franco Parisi del Partido de la Gente (PDG) que se pronunció hacia el final de la campaña en tal sentido- evidenciando un sector del activismo que no quería ser entrampado entre la opción de la derecha que reivindica al pinochetismo y la ajustadora centroizquierda que se empeñó en contener y desviar el levantamiento popular del 2019.
El oficialismo, el gran hacedor del ascenso de la derecha
Como en toda elección, quien gobierna es plebiscitado y ésta no fue la excepción. Por ello, y antes que nada, los resultados dan cuenta de un amplio rechazo a un gobierno que no sólo no cumplió con las promesas en materia de derechos elementales como a la salud, educación, vivienda, mejores salarios y pensiones que representan las demandas más sentidas del pueblo chileno y motorizaron levantamientos populares en las últimas décadas hasta la rebelión de masas del 2019, sino que gobernó con el programa de la derecha directamente. Que, ante el escenario de Kast llegando a la segunda vuelta nuevamente, no haya tenido lugar una reacción por debajo de sectores de trabajadores organizados o movimientos convocantes como el de la mujer, ambiental, etc, para evitar su triunfo como sí ocurrió en el 2021, da cuenta de una enorme frustración con el gobierno de Gabriel Boric. A cada uno de estos sectores el gobierno centroizquierdista le incumplió alguna promesa. Ni hablar de la profundización y fortalecimiento de la matriz represiva del Estado. Si en el pasado el voto por Boric fue para un amplio sector una herramienta para detener el avance de la ultraderecha montana y pinochetista, en esta oportunidad ello no ocurrió. Tiene lógica, mal podrían quienes abonaron su ascenso gobernando de espaldas a las necesidades populares servir para detenerlo.
Las declaraciones de la candidata perdidosa en su discurso frente a sus seguidores sobre el ejercicio de una oposición “responsable” que rechaza la “violencia” y el gesto “institucionalista” de ir al bunker a saludar al ultraderechista admirador de genocidas, los pinta de cuerpo entero.
Cómo enfrentamos a Kast
Kast y otras vocerías de su comando ya anunciaron sus planes para los primeros 100 días de gobierno: un “shock de autoridad y austeridad” con medidas administrativas a partir de las facultades del Ejecutivo y el envío de un paquete de leyes al Congreso sobre “seguridad integral”; “control fronterizo”, reforma tributaria “pro crecimiento”, o sea, bajarle impuestos a las patronales; “modernización del Estado” emulando la motosierra de Milei con fusión y eliminación de ministerios y áreas de servicios públicos. Es decir, un plan de ajuste y represión contra las mayorías populares en toda la línea.
La derecha tradicional representada por “Chile Vamos” luego de la primera vuelta se encolumnó con Kast quien pasó a ser el nuevo líder del sector, por lo que se descuenta cuente con ese bloque parlamentario como propio. Los guiños entre Kaiser y Kast no se hicieron esperar tras el triunfo, lo que da cuenta que hay un acuerdo respecto de los parlamentarios que responden al “libertario”. Intentará hacerse de la bancada del PDG con ciertas posibilidades de éxito si tenemos en cuenta el antecedente de disgregación casi inmediata del bloque de legisladores que ingresó por este partido en el 2021.
Tras la derrota Jara dijo que serán una oposición que va a defender “los avances”, “sin violencia” y dentro de las posibilidades de la institucionalidad. No hizo ningún llamado a articular una oposición desde los sectores de trabajadores que serán el blanco de las políticas reaccionarias de Kast. Tampoco lo hizo Boric en su discurso. De estos partidos no puede esperarse más que una oposición timorata y dentro de los márgenes de las instituciones. Si de ellos depende, Kast tiene el camino allanado para ir a fondo con su ataque a los sectores populares. La única posibilidad real de enfrentar consistentemente a un gobierno dispuesto a ir a fondo contra el pueblo trabajador no va a venir de la mano de quienes gobernaron para los intereses de la burguesía mientras hacían demagogia con las demandas más sentidas de quienes viven de su trabajo. Solo la clase trabajadora organizada es capaz de ponerle un freno a los planes de Kast a través de la movilización, paros y todas las medidas de lucha con que históricamente conquistó los derechos que ahora toca defender. Para ello, la vanguardia obrera, estudiantil, de la mujer/ disidencias y de la izquierda debe empeñarse en volver a poner en pie, en forma independiente los movimientos de lucha: contra la jubilación privada (No + AFP), por la gratuidad de la educación y de la salud, por el derecho al aborto y los derechos de la mujer trabajadora, por el cese de la represión al pueblo mapuche. En estos procesos de lucha y la resistencia a los ataques reaccionarios del gobierno se reforzarán las condiciones para formar un partido obrero socialista que tenga como norte estratégico la lucha por un gobierno de los trabajadores, objetivo planteado por varias generaciones de luchadores.



