El acuerdo Mercosur-Unión Europea no sale del freezer

Mercosur-UE.

Este jueves tendrá lugar una nueva cumbre del Mercosur, en la que se discutirá la firma del acuerdo de libre comercio entre el bloque y la Unión Europea. Se trata de una tentativa que data de la década del ‘90, pero que quedó en el tintero por los reparos a los términos de la misma que han venido colocando diferentes fracciones de las burguesías sudamericanas y europeas. Alberto Fernández, que protagonizará allí su último acto diplomático como presidente, confirmó que rechazará la rúbrica del tratado, a pesar de la posición favorable que expresó Milei.

El tratado consiste en ir hacia una flexibilización comercial y arancelaria del intercambio entre los países que integran el Mercosur y los que integran la UE; un principio de acuerdo fue firmado en 2019 por los entonces presidentes de Argentina y Brasil, Mauricio Macri y Jair Bolsonaro. En aquel momento se expresaron en contra las patronales industriales de la región, por considerar que serían barridas por la competencia del Viejo Continente (en especial las automotrices, químicas, farmaceúticas, protegidas hoy por altos aranceles externos). Parecía sí una buena oportunidad para las exportaciones agropecuarias, pero más tarde la Comisión Europea -especialmente Francia- puso como condición una serie de regulaciones ambientales que restringen la entrada de esos productos.

Alberto Fernández, que como candidato había rechazado la firma, apoyó durante su gestión avanzar en el acuerdo -como carta de salvación del Mercosur de su ruptura- pero ahora nuevamente se opuso y las negociaciones parecen enfriarse una vez más. Ahora reclamó que se “contemplen” las asimetrías existentes entre las empresas argentinas y las europeas, en función de mantener buena parte de las barreras arancelarias. Por otro lado, Argentina vería disminuir sus exportaciones manufactureras a Brasil –su principal socio comercial- y al resto de los países del Mercosur.

El francés Emmanuel Macron busca impedir que la reducción de aranceles a la importación de carne brasileña y sudamericana perjudique a los granjeros franceses. Los europeos quieren proteger a sus burguesías agrarias de los sojeros y frigoríficos latinoamericanos que producen en tierras más productivas y con menores inversiones de capital. La pautas ambientales (como las huellas de deforestación) son una cobertura de una política proteccionista, que incluye grandes subsidios a la agroindustria.

En un viraje de su posición original, la UIA instó al gobierno argentino a concretar el acuerdo con la UE, al igual que las cámaras industriales de Paraguay, Uruguay y Brasil. Tal vez considere que una megadevaluación del peso y una reforma laboral que aumente la tasa de explotación de los trabajadores, ambas medidas propuestas por el presidente electo Javier Milei, los deje en mejores condiciones para mantenerse en pie. El Consejo Agroindustrial Argentino también se posicionó a favor del tratado, y Diana Mondino, quien será canciller, “intentó cambiar la decisión de Alberto Fernández y se reunió con el embajador argentino en Brasil, Daniel Scioli, y con el embajador de la UE en Argentina, Amador Sánchez Rico, para evaluar la estrategia a seguir” (El Cronista, 4/12).

El brasileño Lula se ha mostrado como uno de los más activos partidarios en favor del acuerdo y dijo que hará “esfuerzos adicionales” para evitar que fracasen las negociaciones. Se ha reunido para ello con Olaf Scholz, el canciller alemán. Pero la posición de Macron parece inalterable. El gobierno de Lula busca un “punto medio” en que la apertura comercial sea gradual en el tiempo y se bajen las restricciones ambientales, actuando como un defensor de los intereses de los sojeros brasileños.

Con todo, Fernández firmaría junto a sus pares un acuerdo de libre comercio con Singapur. Paraguay, cuyo presidente es Santiago Peña, asumirá la presidencia pro tempore del Mercosur y buscará llegar a un acuerdo similar con los Emiratos Árabes Unidos, una potencia petrolera. En el encuentro de este jueves, a su vez, se anunciará la adhesión de Bolivia como miembro pleno del Mercosur.

Como se ve, las burguesías latinoamericanas son incapaces de desarrollar autónomamente la región; son socias menores de las multinacionales de las potencias imperialistas que finalmente dominan las economías locales. Su intento de lograr una ubicación más favorable en el mercado internacional choca con su propio parasitismo, agravado por una crisis capitalista mundial signada por la guerra comercial, la escalada bélica y las tendencias a la recesión y a la fuga de capitales desde los países emergentes hacia las metrópolis imperialistas.

El Mercosur ha terminado siendo una plataforma de acuerdos aduaneros y cláusulas de flexibilización laboral para distintos sectores de la industria. Los pilares de la economía regional son los terratenientes, cerealeras y frigoríficos que compiten entre sí para vender sus productos en el mercado mundial, mientras el mercado interno es copado por multinacionales que gozan de protección arancelaria, como en el caso de la industria automotriz.

Este es el telón de fondo de la tendencia al desmembramiente del mercado común, cuya expresión más crítica es la intención de Uruguay de avanzar en un tratado de libre comercio con China, rompiendo la regla de que los acuerdos bilaterales deben pactarse en común. El gigante asiático presiona por abrir las importaciones al bloque e integrarlo en la Ruta de la Seda; esto es resistido por Estados Unidos, que busca preservar su injerencia dominante en América Latina.

La única vía para emanciparnos de la tutela imperialista y para ir hacia una verdadera integración regional es luchar por la unidad socialista de América Latina bajo gobiernos de trabajadores.

https://prensaobrera.com/politicas/la-pobreza-escalo-al-447-y-lo-peor-esta-por-venir

https://prensaobrera.com/sociedad/milei-y-los-lubavitch-o-el-oscurantismo-religioso-de-los-hombres-de-negocios