El capitalismo monopólico (sobre el proceso a Google, Amazon, Facebook y Apple)

El paso de sus directores por el Congreso de EE.UU. y el choque con la política proteccionista de Donald Trump.

Mark Zuckerberg (Facebook) declara ante el Congreso estadounidense.

Mientras persiste la rebelión, Donald Trump invade con patrullas de frontera a las ciudades de su propio país para reprimir y detener a los manifestantes en vehículos sin identificación, y al mismo tiempo tuitea su decisión de postergar las elecciones ante el derrumbe de su imagen y su gobierno, en esta semana se sentaron en el banquillo: Sundar Pichai (Google), Jeff Bezos (Amazon), Mark Zuckerberg (Facebook) y Tim Cook (Apple), los directores ejecutivos de las compañías que monopolizan las plataformas donde circulan el dinero, los datos, los bienes, la comunicación.

Los legisladores estadounidenses iniciaron una investigación hace un año que ya acumula millones de páginas de evidencias y cientos de horas de entrevistas, y que revela las prácticas “anticompetitivas” de las cuatro corporaciones. Más en crudo: las acusan por robar datos de otras empresas para su beneficio (Bezos confesó que “no puede garantizar” no haberlo hecho) y que usaron su posición dominante en el mercado para liquidar a sus competidores, como por ejemplo las compras de Whatsapp e Instagram por Facebook (Zuckerberg balbuceó que entonces no había “garantías” de que esas empresas tuvieran éxito y fueran competencia).

La imagen de estos “emprendedores” obligados a responder a los legisladores parodia esos filmes de Hollywood donde el muy rico y muy malo resulta derrotado por las instituciones y la Constitución estadounidense en la última escena. El guion no desentona con esa tradición. En particular, el relato de Bezos sobre sus orígenes como hijo de madre soltera, la tenacidad de su padre –un refugiado anti castrista-, sus invenciones en el clásico garaje, sus contribuciones a los clientes del mundo y a los Estados Unidos: “no es una coincidencia que Amazon haya nacido en este país. Más que en cualquier otro lugar de la Tierra, las nuevas empresas pueden comenzar, crecer y prosperar aquí en los Estados Unidos”.

Tampoco se salen de la letra los legisladores demócratas que pasean su sensibilidad popular y su credo progresista para descubrir –¡como millennialls!- el capitalismo monopólico: “muchas de las prácticas utilizadas por estas empresas tienen efectos económicos nocivos. Desalientan el espíritu empresarial, destruyen empleos, aumentan los costos y degradan la calidad. En pocas palabras: tienen demasiado poder”.

Los republicanos, por su parte, encuentran la posibilidad de facturar la “censura” que Facebook (también Twitter, pero no cayó en la redada) aplicó a los llamados a la violencia y la incitación al odio promovidos o replicados por Trump.

Con todo, el choque con las High Tech no es apenas cinematográfico. Se desenvuelve en el centro de la crisis y la guerra económica que los Estados Unidos libran contra el mundo. Los negocios globales de estas megacorporaciones digitales chocan con la política proteccionista del “Make America Great Again”, como se vio con las prohibiciones para continuar los negocios con las tecnológicas chinas. Cerrado ese mercado por ahora, las multinacionales yanquis ahora desembarcan en otro mercado gigantesco: la India.

En 2001, la aplicación de políticas antitrust recayó sobre Microsoft, quien finalmente realizó algunas concesiones que no impidieron en lo más mínimo su expansión global y… monopólica. La palabra clave, con la que entonces la compañía justificaba sus prácticas anticompetitivas, era “innovación”; la misma que repite Zuckerberg en su pálida defensa.

Se verá cómo sigue la temporada y en qué concluye. Entretanto, ya podemos adelantar la moraleja estadounidense que mistifica los monopolios u oligopolios al presentarlos como una aberración contra la sagrada libre competencia, siendo que son la expresión de la etapa agónica del capitalismo, cuya imagen hoy está mejor retratada que nunca en la profunda crisis de los Estados Unidos.