El crack petrolero

El barril norteamericano llegó a cotizar debajo de los 0 dólares.

La cotización del barril de petróleo norteamericano cayó a su mínimo histórico, llegando a promediar niveles negativos. Esto equivale a decir que los productores pagan por deshacerse del crudo, lo que se explica porque en los próximos días se alcanzaría el tope en la capacidad de almacenamiento, por el derrumbe de la demanda.


Este desplome sin precedentes se da a días del mayor acuerdo de recorte de producción de la historia, por 10 millones de barriles diarios por los próximos dos meses. La reducción fue acordada por los países de la OPEP (liderados por Arabia Saudita) y Rusia, bajo los efectos de la presión ejercida por Donald Trump y el imperialismo yanqui para poner fin a la guerra de precios desatada con la pandemia. “Esto ahorrará cientos de miles de empleos energéticos en los Estados Unidos”, había tuiteado en aquel momento el mandatario norteamericano; lo que grafica su desorientación.


Más acertadas fueron las advertencias que hizo días después su secretario de Energía, Rick Perry, quien aseguró que 40 petroleras estaban a punto de quebrar, a menos que se diera el improbable escenario de que el barril se ubique en valores superiores a los 45 dólares. Ya en marzo la cantidad de plataformas petroleras activas en Estados Unidos había disminuido en más de un tercio (Financial Times, 20/4). “El mercado está inundado de petróleo”, se afirma hoy en los medios de todo el mundo.


En efecto, a pesar de la magnitud sin precedentes del recorte pactado entre Rusia y Arabia Saudita, nadie –excepto Trump- llegó a ilusionarse demasiado por este pacto, atendiendo que la caída estimada de la demanda triplicaba esa cantidad. La precariedad del acuerdo estaba demostrada por el hecho de que inmediatamente después de firmado la propia Saudi Aramco, el gigante petrolero estatal del reino árabe, había abaratado los precios de venta oficiales a Asia, que es ni más ni menos el principal impulsor mundial de la demanda de petróleo. “La guerra mundial del precio del petróleo no ha terminado, sino que está en espera”, remarcaba The Economist (13/4).


Por el momento, el colapso afecta principalmente al barril estadounidense (WTI), mientras que el Brent europeo detuvo su caída alrededor de los 25 dólares el barril (lo que de todas formas es poco más que un tercio de lo que cotizaba a comienzos de año). Esto refleja que el índice de referencia norteamericano está ahora "desenganchado" del Brent, cuando era justamente ese enganche el que había permitido la revolución petrolera del esquisto no convencional de Estados Unidos, que lo convirtió en el mayor productor del mundo. El nuevo escenario golpea en el corazón del American dream de Trump, que se ilusionaba con una nueva etapa del imperialismo yanqui basado en una hegemonía energética. Con todo, la brecha entre ambas cotizaciones tenderá a achicarse en la medida en que las refinadoras norteamericanas compren a precio de remate el crudo y por ende tengan un margen de exportación que afecte al mercado europeo.


Nadie se anima a arriesgar que el colapso esté cerca de su fin. La perspectiva de una depresión económica global augura que la contracción de la demanda continuará, a pesar de que eventualmente comiencen a despegar los aviones y se retomen actividades paralizadas. Algunos analistas puntualizaron que el crecimiento exponencial de la desocupación en Estados Unidos también redundará en un menor consumo de combustibles por los vehículos particulares.


Pero, por sobre todo, lo que seguirá caracterizando al mercado petrolero es la guerra entre los países productores por mayores cuotas de mercado. El desplome de los precios de referencia del barril impacta además devaluando las monedas de las naciones que dependen de la exportación de hidrocarburos, lo que a su turno azuzará la guerra monetaria.


En Argentina, desde ya, la noticia termina de enterrar cualquier expectativa en la recaudación de divisas vía Vaca Muerta. Los pulpos petroleros proceden a recortes de capital, y lo primero que se da de baja es la perforación de nuevos pozos. Ahora las petroleras argentinas reclaman con más energía la vuelta de un “barril criollo”, es decir de un precio de venta subsidiado… a costa de los fondos públicos y de los consumidores. Toda la política económica del gobierno de Alberto Fernández, cuyo eje está puesto en rescatar la deuda externa, se hunde al calor de la depresión económica y la entrega de los recursos del país.