El espiral ascendente de la guerra y la crisis mundial

Con la guerra, se dispararon los precios de las materias primas.

La decisión de Estados Unidos de prohibir las importaciones de petróleo y gas proveniente de Rusia, el martes pasado, representa un salto en las sanciones contra el Kremlin -luego de la desconexión de los bancos rusos del sistema Swift, el congelamiento de los activos del Banco Central ruso y la cancelación de los vuelos, entre otras cosas. El Reino Unido, por su parte, ya anticipó que se suma a la iniciativa yanqui y que le cerrará el grifo a los rusos antes de que termine el año. Es que las exportaciones de gas y petróleo generan casi el 50% de los ingresos de divisas de Rusia. Sin embargo, quien se resiste a seguir el mismo camino emprendido por EEUU y Gran Bretaña es la Unión Europea, dada la dependencia de sus países de la importación de energía rusa, principalmente de gas.

Con la guerra en Ucrania y la cadena de sanciones económicas libradas contra el Kremlin, se han disparado los precios de las materias primas y entre ellas el precio del petróleo, que pasó a cotizar 130 dólares el barril Brent. Este proceso acicatea enormemente la tendencia inflacionaria, tanto en los Estados Unidos como en el resto del mundo, y echa por tierra la tentativa de contenerla por medio de una política monetaria contractiva, es decir aumentando la tasa de interés de la Reserva Federal norteamericana. Un fenómeno económico ya clásico para los argentinos, la estanflación (inflación más recesión), asoma ahora en el escenario mundial. Es lo que acaba de diagnosticar para 2022 la compañía de servicios financieros, con sede en Londres, Barclays.

Aunque Biden alertó de los sacrificios que el pueblo norteamericano deberá realizar, la contención de la inflación aparece como una cuestión fundamental, ya que este año afronta un proceso electoral de medio término. Además, durante todo el último año se ha desarrollado un importante proceso de recomposición y sindicalización del movimiento obrero norteamericano. Ante este escenario, el gobierno yanqui está promoviendo la venta de las reservas estratégicas de petróleo del país, con el objetivo de contener momentáneamente el precio de los combustibles. No solo eso, Biden ha debido pedirle la escupidera a Venezuela, Irán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes, al pedirle que aumenten la producción de petróleo para evitar así una mayor alza del precio del barril. En un solo acto -negociando con Maduro- Biden pasó a mejor vida al “presidente” reconocido por la OEA y el propio EEUU, Juan Guaidó. Arabia Saudita y los Emiratos Árabes, por el momento no le han atendido el teléfono, porque rechazan el acuerdo nuclear que EEUU estaría por cerrar con Irán.

Los riesgos que Biden parece dispuesto a correr en su propio país tienen como función tratar de mantener a Ucrania bajo el redil del imperialismo, sobre la base de debilitar al gobierno ruso con las sanciones económicas y abriendo una brecha entre la oligarquía rusa y Putin. En última instancia, el imperialismo busca generar las condiciones para un recambio de régimen en Rusia. Pues es evidente que el pueblo ucraniano está siendo utilizado como carne de cañón en aras del objetivo fundamental del imperialismo, que es proceder a una plena colonización económica y financiera del ex espacio soviético. EEUU acepta abastecer a Polonia de armas y que ésta, como integrante de la Otan, provea de armas a Ucrania, pero no acepta el camino inverso. El imperialismo yanqui no quiere aparecer, por el momento, directamente involucrado en el conflicto militar. Por ese mismo motivo, la Otan no accede al reclamo de Zelenski de derribar a los aviones rusos que sobrevuelan cielo ucraniano. Pues eso significaría el involucramiento militar directo de las potencias occidentales y un recrudecimiento de la tendencia a una conflagración mundial.

Aunque por el momento la escalada militar no ha llegado a ese punto, hay que observar con detenimiento el accionar de las distintas potencias. China, que ha mantenido una posición cautelosa en el conflicto ucraniano, y de conjunto se ha ubicado en el campo ruso, se ha propuesto para mediar en el conflicto. Un sector del establishment norteamericano le reclama al gigante asiático una intervención más activa, con el objetivo de ponerle un coto a la escalada. En el lado opuesto, un sector de los republicanos reclama sanciones contra China. Es lo que expresa el proyecto legislativo presentado por el senador Marco Rubio, que formula sanciones contra China si ésta utiliza su sistema de pagos para ayudar a Rusia a eludir las sanciones por su exclusión del sistema Swift. Sea como fuese, hay que tomar nota de que China viene de aumentar su gasto militar a pesar de prever su crecimiento económico más bajo de los últimos 30 años (Infobae, 6/3). Es la respuesta del gigante asiático al aumento de la presencia militar estadounidense en la región Asia-Pacífico. Tampoco hay que perder de vista que Suiza rompió su principio de neutralidad ante la guerra, el impresionante aumento del gasto militar de Alemania, y que junto con Suecia enviaron armas a Ucrania a pesar de que sus propias leyes lo prohíben. Finalmente, hay que tener en cuenta lo señalado por algunos analistas sobre la posibilidad de un recalentamiento del conflicto en el siempre fogoso Medio Oriente, mientras los ojos del mundo se “distraen” en el Este europeo (Jerusalem Post, 3/3).

A los estragos que la invasión rusa está provocando en Ucrania -generando dos millones de refugiados, la destrucción de pueblos y ciudades, y la muerte de numerosísimos civiles- hay que sumarle los estragos que generan para el pueblo ruso las sanciones económicas del imperialismo y la política de Putin. El gobierno ruso viene de establecer un cepo cambiario y un corralito bancario, para preservar las reservas en divisas y contener una mayor devaluación del rublo.

El agravamiento de la crisis capitalista y la pauperización de las masas a nivel global, como consecuencia de la guerra, plantean la emergencia de las luchas de los pueblos en todo el mundo. Es lo que se acaba de evidenciar en Kazán, Rusia, donde los trabajadores de la fábrica Gemont vienen de realizar una extraordinaria huelga que hizo retroceder a la patronal. Escudada en el derrumbe del rublo, la patronal de Gemont les adeudaba a los trabajadores el pago de sus salarios. Mientras la inflación, la carestía y las guerras amenazan con profundizarse y afectar, cada vez más, a las masas del mundo entero, un puñado de capitalistas festejan por sus ganancias extraordinarias. Más que nunca queda claro que la lucha contra la guerra conlleva, necesariamente, declararle la guerra al capitalismo.