Internacionales
10/1/2023
El nuevo gobierno de Netanyahu y la situación política israelí
El sionismo se apresta a dar un salto en calidad en su política de exterminio del pueblo palestino.
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Benjamín Netanyahu.
Israel tiene nuevo gobierno, y está comandado, otra vez, por Benjamín Netanyahu. La mayor novedad es que su gabinete está compuesto por elementos ultramontanos y abiertamente fascistas. El sionismo se apresta a dar un salto en calidad en su política de exterminio del pueblo palestino. En esta línea, el gobierno anunció un plan de políticas que afectan duramente a ese sector, y tiene en carpeta avanzar en una reforma judicial para aumentar los poderes despóticos del Ejecutivo en la vida social.
Miles de personas se movilizaron el sábado por la noche a la capital de Israel, Tel Aviv, para protestar contra el gobierno Netanyahu. “Democracia en peligro”, “Juntos contra el fascismo y el apartheid”, o “Vete” eran algunas de las consignas impresas en las pancartas de los movilizados. El año comenzó extremadamente tenso en Israel.
El regreso de Netanyahu
Netanyahu volvió al poder después de las elecciones parlamentarias de noviembre pasado, en las cuales su partido, el Likud, ganó los comicios con un 23,41% de los votos, obteniendo 32 escaños. Los partidos aliados del Likud, el fascista Sionismo Religioso, los ultraortodoxos de Shas, y Judaísmo Unido de la Torá, se hicieron con un total de 32 escaños. En total, representan 64 de las 120 bancas que conforman el parlamento israelí. El frente que desplazó a Netanyahu del gobierno en los comicios de 2021, liderado por Yair Lapid, descendió a 50 escaños, siendo el gran perdedor de la elección.
Se trató de la quinta elección en tres años, un síntoma de la fragilidad del sistema político israelí. Esta contienda electoral fue el producto del colapso de la coalición del centrista Lapid y de Naftali Bennet, la cual incluyó a los laboristas y a Meretz, que solo se encontraba unida para evitar que Netanyahu sea nuevamente primer ministro.
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Netanyahu es un viejo hombre de la burguesía sionista, y un lobista del imperialismo norteamericano en Medio Oriente. Llegó por primera vez al poder en 1996, un año después de que el expremier Isaac Rabin fuera asesinado a manos de un ultranacionalista israelí por haber firmado los Acuerdos de Oslo con la Organización para la Liberación Palestina (OLP).
Es el político burgués que más años ha estado al frente del Estado de Israel, superando a su fundador, David Ben-Gurión. Netanyahu es un impulsor de la violencia más brutal contra la población palestina, ha realizado incursiones armadas en su territorio, ha lanzado bombas contra ella, mantuvo el bloqueo que convirtió a Franja de Gaza en una cárcel a cielo abierto para 2 millones de personas, y avanzó en la anexión sionista del territorio palestino. Actualmente, más de 700.000 colonos viven en Cisjordania y Jerusalén Este, protegidos por las Fuerzas de Defensa israelíes.
El gabinete
El jefe del Likud ha formado el gobierno más derechista de la historia de Israel. Los partidos ultras Noam y Poder Judío también son aliados del Likud.
El ministerio de Economía estará en manos de Bezalel Smotrich, líder de Sionismo Religioso. Smotrich adelantó que basará parte de su gestión económica “en la religión”, y que promoverá “la Torá y el judaísmo” (El País, 21/12/2022). Es un apologista del gatillo fácil contra los palestinos, y desempeñó en su momento un papel clave en la ilegalización del movimiento propalestino Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) en Israel. El novel ministro es partidario de reformar el sistema judicial para ponerlo a tono con la ortodoxia, y para que la Knéset (parlamento israelí) pueda aprobar o derogar leyes por mayoría simple. Incluso, esto puede servir para blindar a Netanyahu de las demandas judiciales que tiene en su contra.
Avi Maoz, el dirigente del homofóbico partido Noam, será secretario de Estado, y tendrá la potestad de revisar programas educativos externos sobre temas como igualdad de género o lengua árabe. Maoz dijo hace poco que prohibirá la marcha anual del orgullo LGBT en Jerusalén, la cual, según él, es una “abominación extrema”.
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Por otro lado, Ben Gvir, líder de Poder Judío y referente del nacionalismo clerical, fue colocado en el ministerio de Seguridad Pública. De este modo, tendrá autoridad directa sobre las fuerzas policiales que están desplegadas en Cisjordania. Gvir es abiertamente fascista y kahanista (su ideología proviene de una tendencia política sionista de extrema derecha llamada kahanismo, que aboga por establecer en Israel un Estado teocrático donde los no-judíos no tengan derecho a voto). En el pasado, fue condenado por apoyar a un grupo terrorista y por incitación al racismo; ha liderado, asimismo, marchas ultraderechistas que tuvieron lugar en el barrio musulmán de la Ciudad Vieja de Jerusalén.
Gvir, un colono israelí, es un defensor de la pena de muerte para los palestinos, de su expulsión de Israel, y de una doctrina de gatillo fácil contra la población palestina. Al líder de Poder Judío se lo conoce por ser un fanático de Baruj Goldstein, el colono que en 1994 masacró a 29 palestinos en Hebrón. Gvir será secundado en esas tareas por Aryeh Deri, ministro de Interior y Finanzas (y que cuenta con una condena por delito fiscal), quien tendrá responsabilidad política sobre los palestinos que viven en el territorio ocupado por las fuerzas y las huestes del sionismo.
El ultra Gvir debutó realizando una visita (sic) a la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, lo que fue una provocación contra la población musulmana. Esto ha sido repudiado por la Autoridad Nacional Palestina (ANP), y por Hamás, que llamó al pueblo palestino “a la movilización general” y a defender a Al-Aqsa de “las incursiones de los colonos y de su líder extremista” (El País, 3/1). Egipto, Jordania y los Emiratos Árabes Unidos, que vienen de normalizar relaciones con Israel (y traicionar la causa palestina), han rechazado esta acción. Estados Unidos y Francia también se han pronunciado en contra de la movida de Gvir.
Las relaciones entre Estados Unidos e Israel se han estado tensando, fundamentalmente porque este último no se ha sumado a la campaña de sanciones que el imperialismo está llevando adelante contra la Rusia de Putin. El gobierno de Biden, de todas formas, ha saludado al nuevo gobierno israelí. Es que el Estado sionista es un pivote de la opresión imperialista en la región.
El expremier Ariel Sharon hizo lo mismo que Gvir a finales del año 2000, y sin quererlo desencadenó lo que se conoció como la Segunda Intifada palestina, una rebelión popular histórica. Es probable que el rechazo de las potencias capitalistas y de las regionales se deba también, en cierta medida, a que temen una nueva reacción de conjunto de la población palestina.
¿Israel tendrá un Estado teocrático fascista?
Como se ve, los sectores ultraderechistas y fascistas tienen una injerencia muy importante en la orientación política y social del elenco oficialista. Este reforzamiento de las tendencias oscurantistas y represivas podría llevar a la consolidación de un Estado teocrático de tipo fascista. Se han creado las condiciones para que en Israel se erija un régimen de guerra civil permanente contra la población palestina, lo que sería un salto en calidad de la política de confiscación en todos los planos de la nación palestina por parte del sionismo.
El gobierno de Netanyahu pretende llevar a fondo la política sionista de exterminio contra el pueblo palestino; los trabajadores palestinos que no sean eliminados físicamente estarán sometidos a una opresión y regimentación extremas, que tienen como objetivo quebrarlos políticamente y empujarlos al exilio. Todo esto, naturalmente, será realizado con los métodos del terror. El reforzamiento del oscurantismo clerical traerá aparejado una profundización de los rasgos fascistizantes del régimen, y por lo tanto de su política de apartheid contra el pueblo palestino. Ben Gvir ya ha ordenado a la policía sionista que retire cualquier bandera palestina que esté colgada en espacios públicos del país. Para él, “mostrar la bandera (palestina) es una forma de terrorismo” (El Confidencial, 9/1).
En esta línea, un documento emitido por Netanyahu el 28 de diciembre establece que “la primera prioridad del nuevo gobierno es avanzar y desarrollar asentamientos en todas partes de Israel: en Galilea, el desierto de Negev, los Altos del Golán y Cisjordania” (Liberation, 22/12/2022). El poder que tendrá Gvir sobre la policía que opera en Cisjordania y sobre la fuerza que controla la seguridad en la mezquita de Al-Aqsa, probablemente en detrimento del Ejército, fue definido por un politólogo israelí como “una ampliación de la autoridad gubernamental civil a Cisjordania, lo que significa en la práctica una anexión”. A las medidas anunciadas por el gobierno de Netanyahu se han sumado las sanciones económicas millonarias que este aplicó recientemente contra la ANP, y que el nuevo ministro de Integración, el derechista Ofir Sofer, viene de enmendar la Ley de Retorno, para que solo puedan migrar a Israel los judíos que tengan madre judía (según los preceptos de la ley judía ortodoxa), una política que al gobierno podría acarrearle problemas con la diáspora.
Con todo, habrá que ver si el gobierno de Netanyahu puede imponer su agenda reaccionaria. Existen varios condicionantes. Por un lado, no se puede descartar que haya otra crisis política de envergadura que termine conduciendo a nuevas elecciones. Por el otro, la crisis capitalista mundial (las tendencias a la recesión, la inflación, la guerra en Europa) es un factor que puede desequilibrar al régimen político, como viene ocurriendo en muchos países. La inflación en Israel tuvo un fuerte impacto en el mercado inmobiliario, la venta de casas ha disminuido considerablemente. Además, los ciudadanos se han visto afectados por un aumento en los precios de bienes y servicios (Jerusalem Post, 28/12/2022), y para este año el gobierno tendrá que aplicar tarifazos. Por último, la suerte del gobierno Netanyahu también depende de la lucha de clases. El pueblo palestino y los trabajadores en su conjunto deben destruir al Estado de Israel y poner en pie una Palestina única, laica, y socialista.
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