Un nuevo capítulo de la crisis política en Israel

Disolución del parlamento y posibles nuevas elecciones

Yair Lapid y Naftali Bennett

En una conferencia de prensa conjunta, los dos pilares del gobierno israelí, el primer ministro Naftali Bennett y el ministro de relaciones exteriores, Yair Lapid, anunciaron este lunes la disolución del parlamento, abriendo el camino a una nueva elección, la quinta en apenas tres años.

El gobierno saliente era un Frankestein político de ocho partidos que iba desde el ultraderechista Yamina hasta el centroizquierdista Meretz. De un defensor de la anexión completa de Cisjordania, como Bennett, a un partido árabe-israelí, como el Ra’am. Y, al igual que en la novela de Mary Shelley, el experimento resultó un fiasco.

Lo único que cohesionaba a la alianza en el poder era el intento de cerrar paso a un regreso de Benjamin Netanyahu al poder. Este, por su parte, sostuvo un empecinado trabajo de demolición política del gobierno, que parece haber dado sus frutos.

La coalición gobernante, que inició su gestión con una mayoría estricta, sufrió en los últimos meses una serie de deserciones y renuncias que la dejaron en minoría. Sobre Bennett se cernía ya la amenaza de una moción de censura. De hecho, circulaban versiones de una caída del primer ministro antes de la visita del presidente estadounidense Joe Biden al país, pautada para el mes de julio.

En estas condiciones, Bennett-Lapid decidieron patear el tablero antes y abrir paso a una nueva elección, que es como barajar y dar de nuevo. En el ínterin, por un acuerdo interno, Lapid actuará como primer ministro, reemplazando a Bennett.

Las encuestas ubican al bloque de Netanyahu a la delantera, pero no le aseguran la mitad más una de las bancas. El exmandatario no descarta tampoco intentar forjar una mayoría alternativa en la cámara actual, para ahorrarse la convocatoria a las urnas, pero no parece la variante con más chances de prosperar.

Vía Crucis

Todo el recorrido del Frankestein israelí fue tortuoso, debido a su debilidad y contradicciones de origen, pero lo que terminó de desestabilizarlo fue el fracaso en conseguir la prórroga de una ley que extiende el derecho penal israelí y algunas leyes civiles para su aplicación a los cientos de miles de colonos de Cisjordania. Pese a estar de acuerdo con la medida, el Likud de Netanyahu y otras fuerzas de la oposición la boicotearon para precipitar la caída del gobierno.

El corto mandato de Bennett acentuó la persecución contra el pueblo palestino y la colonización territorial. En abril, autorizó la construcción de 4.000 nuevas viviendas y legalizó dos nuevos asentamientos en Cisjordania. A la vez, una decisión de la Corte ordenó la expulsión de mil palestinos de una región cisjordana declarada zona de fuego militar. Previamente, el parlamento había ratificado una norma que niega la ciudadanía a extranjeros que se casen con personas israelíes, una norma dirigida especialmente contra los palestinos.

A fines de mayo, las agresiones de las bandas ultranacionalistas en la marcha anual que conmemora la Guerra de los seis días dejaron alrededor de 80 heridos. Y en las últimas semanas, las fuerzas de seguridad israelíes asesinaron a dos periodistas, la corresponsal de Al Jazeera, Shireen Abu Akleh, y Ghofran Warasneh, quien cumplía su primer día de trabajo para una radio. Los cortejos fúnebres de ambas fueron reprimidos.

La ocupación sionista subleva al pueblo palestino, que el año pasado protagonizó enormes manifestaciones y luego una huelga general que abarcó a Jerusalén Este y Cisjordania, en respuesta a los bombardeos contra la Franja de Gaza.

La dilatada crisis política israelí es una expresión de las contradicciones que enfrenta la política de colonización del sionismo. Bajo su égida, no hay salida para la región. Es necesaria una Palestina única, laica y socialista, como parte de una federación socialista de pueblos de Medio Oriente.