Internacionales
31/7/2024
El Partido Obrero ante la situación de Venezuela
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Elecciones en Venezuela.
Las denuncias de fraude, los choques callejeros, la represión y el asesinato de hasta al momento de 14 personas hacen evidente que las elecciones del domingo pasado han servido para agravar considerablemente la durísima crisis que ya vivía Venezuela. Bien visto, era el único resultado esperable si se tiene en cuenta que las elecciones fueron el producto de un pacto entre los bloques políticos responsables de llevar al país hermano al borde de la crisis humanitaria y el desangre. Nos referimos al propio gobierno de la camarilla de Maduro, a la oposición derechista agrupada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD) y al gobierno norteamericano. Las elecciones fueron paridas en un cuadro de crisis, en la que la camarilla de Maduro aceptó a regañadientes avanzar en un proceso electoral amañado del que participe la oposición oligárquica y derechista, mientras el imperialismo norteamericano relajaba las durísimas sanciones a Venezuela, permitiendo a los monopolios petroleros yanquis y europeos realizar fuertes inversiones en la Cuenca del Orinoco. El cambio de actitud de los Estados Unidos no tuvo que ver con una defensa abstracta de la democracia, sino que fue impuesto por las circunstancias ante el estallido de la guerra imperialista en Ucrania, que afectó la oferta energética a nivel mundial. Así el pacto de los Estados Unidos con Maduro fue en contra de su aliado Putin, y de paso les permitió a los monopolios yanquis con Chevron a la cabeza apropiarse de las enormes reservas de petróleo venezolano.
Junto con las elecciones se fue tejiendo un pacto más amplio, que incluía la forma que tendría una transición en Venezuela ante un triunfo de la oposición, y que incluían desde ya garantías y salvoconductos para la camarilla madurista y las Fuerzas Armadas. De estas negociaciones participaron una variedad de Estados extranjeros que incluyeron, junto a Estados Unidos y la Unión Europea, a Brasil y Colombia, como así también a Qatar. Quienes presentan a las elecciones del domingo como una salida democrática pasan por alto que las negociaciones y pactos fueron realizados de espaldas al hambreado pueblo venezolano, que no tuvo ni arte ni parte en todo este proceso. La camarilla de Maduro aprovechó el pacto considerando que el levantamiento de las sanciones no solo le permitía un ingreso de divisas, sino por sobre todas las cosas estrechar lazos y ganar apoyo entre los grandes monopolios petroleros, presentándose como una variante más segura que la heterogénea oposición de la MUD. En esta consideración Maduro entendió que para preservar y ampliar sus negocios estos monopolios junto a los gobiernos que los respaldan aceptarían un fraude que lo mantenga en el poder. Por el lado del imperialismo yanqui el acuerdo le permitió avanzar en la penetración económica en Venezuela, poseedora de las reservas de petróleo más importantes del mundo, disputándole ese botín al bloque rival a nivel mundial de Rusia, China e Irán. Así Venezuela y su pueblo hambreado y empobrecido es víctima de una disputa internacional de las grandes potencias.
La disputa en torno al resultado de las elecciones muestra que estos pactos políticos han entrado en crisis, al menos por ahora. La proclamación de Maduro como vencedor de las elecciones es tan poco creíble coma la difusión de los porcentajes que se adjudica la oposición derechista. Por el momento ninguno de ambos bandos han presentado la totalidad de las actas para acreditar realmente un resultado. Maduro insistirá en proclamarse ganador y buscará exponer la debilidad de la oposición, ofreciéndole mayor gobernabilidad a los monopolios petroleros. La oposición derechista necesita recurrir a movilizaciones, pues teme que las potencias extranjeras y sus empresas terminen por la vía de los hechos aceptando a Maduro y los negocios que su camarilla les ofrece. Otra vez, el pueblo venezolano será usado en función de los mismos intereses que lo han llevado a una crisis humanitaria y a una emigración forzada que se cuenta por millones.
La descompuesta camarilla de Maduro, entrelazada con las Fuerzas Armadas en negocios millonarios, se arroga representar la defensa de la soberanía nacional e incluso de encarnar un proyecto socialista. Se trata de un despropósito de proporciones cósmicas, cuya función es engañar al pueblo y bloquear su acción política independiente. En Argentina vimos una experiencia similar cuando en los ‘70 Perón hablaba de la “patria socialista” para terminar armando la Triple A que asesinó a más de 1.000 luchadores obreros y populares. En el caso venezolano la invocación al socialismo fue la pantalla para enriquecer a una burguesía nacional (la llamada “boliburguesía”) ligada a la camarilla gobernante, las Fuerzas Armadas y a sectores del capital internacional. También en Venezuela existen bandas encapuchadas parapoliciales armadas recorriendo las calles de Caracas agrediendo e intimidando a la población, lo cual se combina con el accionar de de las fuerzas de seguridad que ya llevan asesinados 14 manifestantes y más de 750 detenidos. El fraude montado en la elección está al servicio de la perpetuación de esta política que ha hundido a Venezuela en una crisis humanitaria. La izquierda venezolana y de América Latina que apoya al gobierno de Maduro en nombre del discurso chavista delata su propio seguidismo a las burguesías nacionales de sus respectivos países. Cuando invocan al socialismo omiten olímpicamente que el apoyo de Rusia y China a Maduro no es más que el respaldo de dos regímenes que se caracterizan por su antagonismo absoluto con el socialismo, pues son el vehículo directo para la restauración del capital y la liquidación de las revoluciones obreras. En plan de recule esta izquierda llama al menos a defender a Maduro para que no avance la derecha continental cuando en realidad no hay mayor favor a esta derecha reaccionaria que el seguidismo de la izquierda a un régimen represor como el de Maduro.
La oposición venezolana de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) agrupa a la derecha oligárquica y proimperialista que viene ensayando sin éxito golpes de Estado desde al menos el 2002 a la fecha. Su principal figura, María Corina Machado, llegó al extremo de solicitarle a Estados Unidos la invasión militar de Venezuela. Aunque en su discurso abundan las referencias a la defensa de las elecciones democráticas, pasan por alto su defensa de las sanciones económicas que el Departamento de Estado aplicó a Venezuela y hasta el robo de las reservas de oro realizadas por el Reino Unido. Va de suyo que esas medidas constituyen una agresión contra su propio país, condicionan el proceso político, económico y social creando un escenario opuesto a las elecciones democráticas. Lamentablemente una parte de la izquierda que hizo seguidismo al chavismo en sus primeros años se pasó luego a apoyar en nombre de la democracia a esta derecha reaccionaria. Este tipo de izquierda delató así su completa falta de independencia política, oscilando entre variantes capitalistas.
El gobierno de Javier Milei ha lanzado una campaña demagógica sobre Venezuela, presentándose como el defensor de la libertad y los derechos humanos, cuando en Argentina apoya a los genocidas de la dictadura y aplica medidas represivas contra la oposición política y las luchas populares. Responsabiliza al “socialismo” por la miseria en la que ha sido hundido el pueblo venezolano cuando en realidad esa situación desesperante ha sido creada tanto por las sanciones internacionales como por la política capitalista de rapiña de la camarilla de Maduro. Hoy mismo la “dolarización endógena” que Milei y Caputo pregonan para la Argentina ha sido aplicada por el régimen venezolano, eliminando de hecho la moneda nacional y agravando las condiciones de vida del pueblo hasta lo infinito.
La salida a la crisis de Venezuela no vendrá de las fuerzas que la han engendrado. El imperialismo norteamericano y la OEA acelerarán su injerencia sea para llevar adelante un golpe junto con la oposición oligárquica o para someter aún más a Maduro y su régimen en la entrega de los recursos energéticos, cruciales para la guerra internacional en marcha. La intervención de los países de la región, especialmente de Brasil y Colombia, oscilará entre sus acuerdos con Estados Unidos y el bloque de China y Rusia con quien comparte los Brics e intereses económicos considerables. La clave por lo tanto pasa por defender una salida autónoma de los trabajadores, en oposición a todas las variantes del régimen. El punto de partida para ello es rechazar la represión y el fraude, las maniobras de golpes y autogolpes y todo tipo de sanciones económicas e injerencia imperialista. La defensa de la cuestión nacional, crucial para Venezuela, no pasa por defender al gobierno de Maduro, sino por la puesta en pie de un verdadero plan económico en manos de un gobierno de los trabajadores que utilice los recursos energéticos como palanca para la industrialización del país. La consigna del momento es la organización independiente de los trabajadores.