El peligro de la explosión en Líbano había sido advertido hace años

La devastación de Beirut pone en el banquillo de los acusados al Estado, ya cuestionado por sucesivas rebeliones.

Al menos 100 muertos y 4.000 heridos se contabilizaban en la mañana de este miércoles 5 tras la gigantesca explosión ocurrida el día anterior en el puerto de Beirut, la capital del Líbano.

Las causas del estallido, que tuvo un impacto altamente destructivo hasta las afueras de la capital y dejaron cerca de 300.000 personas sin hogar, no han sido aún descifradas.

Acorde a lo dicho por el primer ministro de Líbano, Hassan Diab, en una reunión con el presidente, “había un cargamento de 2.750 toneladas de nitrato de amonio [un fertilizante altamente inflamable] que llevaba seis años almacenado en el puerto sin las medidas de seguridad adecuadas” (BBC, 5/8), mientras que otros funcionarios hicieron hincapié en la presencia allí de nitrato de sodio, cuyos usos van desde fertilizante y conservante a material de fabricación de explosivos para ataques terroristas. Pertenecería a un buque retenido cuyo destino final era Mozambique, África.

Circularon versiones que atribuían la detonación a un ataque israelí contra un almacén de armas de Hezbollah, algo que tendría un potencial bélico incalculable para la región, pero que fue descartado tanto por el Estado sionista como por fuentes cercanas a ese movimiento libanés (ActualidadRT, 4/8).

La mayoría de las hipótesis apuntan a un accidente. Intencional o accidental, la explosión pone en el banquillo de los acusados a funcionarios de alto rango, y por elevación al conjunto del Estado libanés, repudiado en repetidas rebeliones recientes por sus políticas de hambre y la corrupción endémica. Al Jazeera reportó la existencia de documentos elevados ya desde 2014 por los sucesivos directores de aduanas, advirtiendo a jueces del peligro que representaba el barco e instándoles a tomar medidas. El medio señala que a la población no se le escapa que “esta tragedia vino del puerto de la ciudad, una empresa pública conocida localmente como la ‘Cueva de Alí Baba y los 40 ladrones’ por la gran cantidad de fondos estatales que, según los informes, han sido robados allí durante décadas” (4/8), a través de subvaluaciones de las importaciones y evasión de impuestos aduaneros a cambio de sobornos.

Documento que habría dirigido en 2014 el entonces director de aduanas libanesas, Shafik Merhi, a un “juez de asuntos urgentes” sin nombre especificado, solicitando una solución para el cargamento.

Con este panorama, es altamente probable que la declaración del Ejecutivo de duelo nacional por las víctimas y de un estado de emergencia por dos semanas, así como sus promesas de “castigar la negligencia”, no basten para apaciguar a una población iracunda, que hace solo semanas estaba nuevamente en las calles protestando ante la inflación, la colosal crisis de infraestructura y un desempleo del 35%, y exigiendo la renuncia de Hassan Diad.

Las sucesivas protestas masivas a lo largo de este año dejaron claro que la llegada de Diad al poder en enero, tras tortuosas negociaciones, no logró cerrar la crisis política abierta por la rebelión que echó a su antecesor en fin de 2019. La clave del asunto es que las masas tienen en la mira a todo el régimen de dominación y reparto de cargos entre los distintos partidos de base sectaria (sunitas, chiítas y católicos), que debe su actual forma a 1990 pero se remonta en sus orígenes a 1926, cuando lo pariera el imperialismo francés. Este señalamiento echa luz sobre las afectadas performances ante la explosión del Papa Francisco -que llamó a rezar por las víctimas y pidió ayuda para el país-, de los vecinos Estados del Golfo y del mandatario francés Emmanuel Macron, que hasta viajará el jueves 6 al país con un grupo de socorristas. El potencial revulsivo de la devastación en Beirut amenaza a una estructura política descompuesta en la que el Vaticano, el yugo galo y las burguesías árabes tienen intereses desde hace más de un siglo.

Y ese potencial no es nada especulativo. Por tomar un botón de muestra, a principios de julio se reclamaba en las calles por el aumento del precio del pan; ahora, la explosión se llevó puesto al principal silo del Líbano, donde estaba el 85% de sus granos, con lo que quedarían reservas para no más de un mes y medio, cuestionando la seguridad alimentaria del país. El gobierno dice que lo resolverán con importaciones, pero lo cierto es que el estallido del puerto complica el asunto tanto a nivel logístico (ya que esa era la principal vía de acceso para las mercaderías) como económico, en una nación que ya viene de un corralito y una declaración de default, es una de los más endeudadas del mundo (170% de su PBI) y sufre el impacto del bloqueo económico yanqui a su vecina Siria, de la cual ya emigraron hacia Líbano dos millones de habitantes. Es seguro que no habla por ella sola la activista que declaró por Twitter que “Beirut se fue y quienes gobernaron este país durante las últimas décadas no pueden salirse con la suya. Son delincuentes y este es probablemente el mayor de sus (demasiados) delitos hasta ahora” (ídem).

El estallido de la capital aparece como un emergente de la devastación a la que han llevado al país los partidos clericales de la burguesía local, el imperialismo europeo y yanqui y el FMI, y merece una respuesta de los trabajadores que se los lleve a todos puestos, abriendo un horizonte distinto para el país de los cedros.