En medio de grandes protestas, Sri Lanka suspende los pagos de deuda

Un eslabón débil de una crisis mundial.

La isla ha sido la fuente de jugosos negociados especulativos para el gran capital.

El Banco Central de Sri Lanka anunció la suspensión de pagos de la deuda externa ante la imposibilidad de efectivizarlos. La isla ubicada al sur de la India se encuentra sumida en una de las mayores crisis económicas de su historia. Con sus reservas monetarias exánimes, no puede financiar las importaciones, lo que ha llevado a una escasez de productos de primera necesidad y racionamientos. La inflación y la devaluación de la moneda se han disparado.

El tiro de gracia para la economía srilankesa fue el agravamiento de la situación internacional, a raíz de la guerra en Ucrania, con el consiguiente aumento en el precio de los combustibles y otras materias primas. La desesperante situación ha empujado a las masas a la calle, en protestas masivas que reclaman la salida del poder del clan Rajapaksa (Gotabaya es el presidente, y su hermano Mahinda, el primer ministro).

En estas condiciones, Sri Lanka acaba de iniciar negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para acceder a un paquete de rescate. Si se concretara, sería el número 17 con el organismo, desde la independencia del país en 1948. Para destrabar los fondos, el FMI exige cambios que hagan “sustentable” la deuda. Entre los puntos en debate estaría el recorte de los subsidios a alimentos y combustibles (Foreign Policy, 18/4). En paralelo, el gobierno busca también el apoyo financiero de India y China.

La isla ha sido la fuente de jugosos negociados especulativos para el gran capital. Sri Lanka, cuya deuda se duplicó entre 2010 y 2020, es uno de los principales emisores de bonos de alto rendimiento del continente asiático. Los bonos en dólares emitidos por el gobierno pagan 1.000 puntos más que la tasa de referencia del Tesoro norteamericano. Por este motivo, el plan en curso de suba de tasas por parte de la Fed agrava el problema de la deuda del país asiático.

Entre los principales acreedores de Sri Lanka figuran China y Japón (10% de la deuda total cada uno), pero la mitad de los acreedores son tenedores privados.

Para tratar de aplacar los ánimos de la población, el presidente Gotabaya rearmó casi enteramente su gabinete. Salieron del mismo dos de sus hermanos. Pero esto no ha calmado el malestar. La oposición, también involucrada, bajo sus administraciones, en la entrega al capital extranjero, presentaría esta semana una moción de censura en el parlamento, donde el gobierno contaba hasta la semana pasada -tras la deserción de varias decenas de legisladores propios- con una frágil y escueta mayoría.

La crisis de deuda es común a muchos países periféricos y tiende a agravarse en un escenario de suba de las tasas de interés. Algunos ya incumplieron pagos durante 2020 (como Surinam, Belice, Zambia y Ecuador) y son muchos, según señala el economista marxista Michael Roberts (“La crisis latente del mercado de deuda”, en Sin Permiso, 10/4), los que están saliendo de la pandemia con un sobreendeudamiento. Varias naciones tienen una deuda superior al 100% del PBI (Armenia, Kazajstán, Túnez, Angola, Kirguistán, Cabo Verde, Bhután, Georgia, Jamaica, Mozambique, Mauritania, Zambia, Montenegro). En ciertos casos supera el 200% (Líbano, Panamá y Mongolia). Pero el problema no es exclusivo de los países más pobres, como se ve en el alto nivel de endeudamiento de las potencias (Estados Unidos, Reino Unido, China, Italia) y en el crecimiento de la deuda corporativa.

Sri Lanka es un eslabón débil de una crisis de características internacionales.

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